martes, 2 de septiembre de 2014

ENCANTADO DE QUE CATALUÑA AÑORE 1714







A veces el bosque no nos deja ver los árboles. El bosque catalanista está compuesto de muchos árboles que, vistos de cerca, no dejan de ser un huerto de estacas. Algunas de éstas tienen ciertamente su enjundia pues bajo tierra sujetan a vampiros sedientos de sangre o de amor que para el hipotálamo es lo mismo. No piense nadie que abogo por un huerto así; antes prefiero el huerto de cruces del Gabriel Miró del Polop valenciano, o el ortus conclusus medieval, todo antes que estacar a nadie. Pero vayamos a lo de hoy, que es lo de anteayer.


  Seré lo breve que me deje la retórica. Cataluña reivindica su estado idílico anterior a 1714, año en el que según ella se produjo la debacle que la sumió en la ignominia, la esclavitud y la alienación cultural y emocional. O sea, el año en que Felipe V concluyó la toma de Barcelona e inició una legislación uniformadora tendente a lograr un país próspero (no me refiero a España, que también, sino a la propia Cataluña –concedo Cataluña como país de compañía- pues nunca ha tenido más prosperidad Cataluña que bajo los Borbones, arrieritos somos).


  Si “reivindica” su estado idílico al comienzo de ese año 1714, quiere decir que lo considera cosa propia ((Reivindicación viene del derecho romano con su acción rei-vinidicatoria, es decir la acción que reclama –vindicatio- a la cosa –rei- propia, dando por hecho que la “cosa” o engendro es su estado previo a la derrota ante Felipe V, rey que por cierto había jurado los fueros catalanes no recuerdo si en 1702)).


  ¿Y cuál era la cosa propia anterior a 1714 (o sea 1713) que tanto añoran los catalanes? Pues son varias, por las que también vienen llorando durante decenios. Veamos algunas:


  Añorar la Cataluña de 1713 es dar por buena la previa dinastía española de los Austrias. Eso significa de un plumazo eliminar la monserga sobre la España de Carlos V a Carlos II, dar por buena la Cataluña integrada en las Españas que pasó por la rebelión de 1648, dar por buenos los planes del Conde Duque de Olivares, aceptar el ridículo de haberse entregado a Luis XIV, asumir la España o Españas del Imperio legal o efectivo… caramba, cuántas cosas se eliminan de golpe si Cataluña añora su estado de 1713.


  Si dan por maravillosa la España de los Austrias, es que dan por buena también la previa unión de los Reyes Católicos, pues no otro proyecto tenían ambos reyes. Así que, de un plumazo, nos quitamos la monserga de la España facha de Isabel y Fernando y empezamos a aceptar TODOS que aquel proyecto fue también un proyecto catalán pues Cataluña (unidad o no administrativa, que ahí no me meto porque sé que alguno me dirá que Cataluña no existía como tal, y yo diré que vale pero que no nos paremos ahí), o su territorio pertenecía al rey de Aragón, un soberano que se dejó la piel para unirse con la castellana Isabel y componer un conjunto impresionante.


  Si dan por buena la unión de Isabel y Fernando están dando previamente por buena la propia legitimidad de Fernando el Católico, un rey Trastamara cuya dinastía reina en Aragón desde 1412, tras la elección del Compromiso de Caspe que hizo recaer la corona aragonesa en Fernando de Antequera, bisabuelo de Fernando el Católico. Cataluña –o mejor, el catalanismo- ha llenado páginas de culebrón llorando a otro de los pretendientes, el Conde de Urgell, como si éste fuera el frasco de las esencias catalanas que hubiera sido pisoteado por el bote de colonia a granel de los castellanos y su bota (la única bota famosa, realmente, ha sido la catalana, que era un instrumento de tortura en forma de bota llena de clavos por dentro, a los museos de torturas me remito). Dicho de otra forma, añorar 1713 es dar por buena la llegada de los Trastamara a la corona de Aragón.


  Y si dan por buenos a los Trastamaras, estarán dando por buenas las previas gestiones y matrimonios que durante varios siglos antes vinieron acoplando los reyes de Aragón y de Castilla buscando la unión –o cuando menos la cooperación en un proyecto común- de sus reinos.


  O sea, que si Artur Mas se planta el 11 de Septiembre a poner flores a Rafael Casanova (el que no murió sino que sólo fue herido ejerciendo una defensa en la que no creía pero que no tuvo más remedio que asumir para que no lo mataran los "suyos" a él, y que se recuperó tranquilísimamente en las afueras de la Barcelona borbónica y pudo ejercer su abogacía durante muchos años bajo la “dictadura borbónica”), quiere decir que indirectamente está poniendo flores a Jaime el Conquistador de Aragón y a su yerno Alfonso X de Castilla, a Fernando de Antequera, a Fernando el Católico, a Carlos I, a Felipe II, a Carlos II, y al Felipe V de 1702. Fíjense cuántas monsergas nos quitamos de un plumazo.


  Con esto que digo puede parecer que renuncio a discutir sobre lo que pasó a partir de 1714, pero no es así. Para otro día dejamos el hablar sobre el patriotismo español de los catalanes en los siglos siguientes, o sea en la Guerra del Francés, en la Guerra de Africa, en la Guerra de Cuba… vamos, que el independentismo como tal es la etiqueta de un bosque de estacas, de estaquitas, y algún que otro árbol que más que árbol es arbusto que ha llegado alto sólo porque nadie se ha cuidado de hacer de jardinero y cuyas ramas amenazan ahora con caer por sobrepeso encima de quienes a su sombra han crecido.

  Lástima de energías mal empleadas.