Aunque el PSOE sea un partido más bien laicista,
puede que en estos días le convenga recordar dos episodios religiosos.
El primero es el de Susana y los viejos. Igual que
Susana Díaz parece acosada por los veteranos de su partido, hubo en la Biblia otra Susana
acosada por otros viejos. El episodio lo cuenta el Libro de
Daniel y nos lo han representado en pintura genios desde Tintoretto a Rubens,
Tiepolo o Rembrandt.
Susana era una mujer honrada, judía afincada en
Babilonia donde estaba casada y tenía su familia. Dos jueces ancianos la
espiaban cuando ella paseaba por su jardín, y un día en que Susana se bañaba
intentaron propasarse. Ella se resistió y ellos la amenazaron con
acusarla de adulterio. Susana se sintió muy angustiada pues si la condenaban
sería sentenciada a lo peor, pero si cedía perdería su alma. Sabía también que no tenía
nada que hacer contra el testimonio de los dos jueces.
Pero aun
así decidió que, puesta a perder de una u otra manera, prefería morir castamente
que renunciar a sus convicciones. Al final, el profeta Daniel la salvó descubriendo
la mentira de los dos jueces.
Susana Díaz
es hoy la más casta de la casta, la menos gastada, la más limpia. La acosan
para que haga una cosa (lanzarse a Madrid) y la contraria (quedarse en Sevilla)
y en las dos puede salir escamada. Por eso creo que ella debe hacer lo que tuviera
ya en mente antes de este acoso: si quería ser la gran jefa de Andalucía, que
se quede ahí; si su sueño de siempre fue llegar a Madrid, que se promueva a lo
más alto. En ambos casos tendrá el acoso de una mitad, pero al menos habrá sido
coherente consigo misma, que es al fin y al cabo su único capital actual. En
cuanto falsee, caerá, pues se volverá una más y será fagocitada por el remolino
del Titanic.
Cosa diferente es que haya que decidir ya si
Susana o Juana de Arco, o bien haya que debatir antes las reformas del PSOE.
Vamos, que si Primarias o si Congreso. Eso nos lleva al segundo episodio, del que por cierto se cumplen ahora 600
años: el Concilio de Constanza.
En aquél Concilio, se planteó exactamente el mismo
dilema que hoy en Ferraz. El dilema era el del Cisma de Occidente, cuando llegó
a haber hasta tres Papas y la
Iglesia estaba necesitada de reformas. La encrucijada que se
planteó fue: ¿decidimos primero quién es el Papa y luego discutimos las
reformas, o lo hacemos al revés?
Un sector quería designar primero a un Papa, pues
no tenía sentido aprobar unas reformas sin saber si el Papa elegido era
favorable a ellas. Otro sector entendía que no tendría legitimidad una decisión
sobre el Papa si primero no se arreglaban las cosas en la Iglesia.
Vamos, no sé si les suena la diatriba. ¿Qué pasó?
Pues que se impuso la primera fórmula, es decir,
se eligió primero al Papa Martín V, y las reformas quedaron para después y al final fueron reformitas.
Seguramente en el PSOE deconstruido pasará lo mismo que en Constanza, porque en estas
cosas rige siempre la misma fórmula: es mucho más fácil comprar personas que
ideas.
Decidan Ustedes.
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