(Publicado en Libro Moros y Cristianos Benidorm-2013)
Don Gaspar Sanz, Capitán
custodio de Benidorm, y el pergamino 4.975 de la Catedral de Valencia.
En la Catedral de Valencia se
conserva el pergamino nº 4.975. Dicho documento contiene una información
interesante para entender las relaciones entre cristianos y musulmanes en el
Benidorm del siglo XVI.
El documento, redactado en latín, es de 20 de Noviembre de 1547. En él
figura Don Gaspar Sanz como capitán del Castillo de Benidorm, e interviene
realizando la venta de un esclavo blanco agareno llamado Alí, procedente de
Argel y de unos 27 años de edad. El comprador será Luis Pérez, de Valencia, y
el precio será de 25 libras y 10 sueldos. Concretamente, la mención al vendedor
nos lo describe como Don Gaspar Sanz, noble domiciliado en la villa de Villajoyosa
y capitán de custodia de Benidorm.
La importancia del escrito se aprecia si el mismo se pone en contacto
con otros datos de los que tenemos constancia.
Lo primero que debemos resaltar es que la persona de Gaspar Sanz había
sido ya destacada en un estudio publicado en 2010 por Vicente Márquez Galvañ
titulado “1538. Crónica del día de Santa
Marta”. Se trata de un libro muy bien documentado y centrado en los
acontecimientos ocurridos en Villajoyosa el día 29 de Julio de 1538, cuando
unos 1.500 piratas berberiscos al mando de Sala Rais desembarcaron en las
inmediaciones de esta plaza y asediaron sus murallas durante una jornada y
media.
Se nos cuenta, por las fuentes utilizadas en dicho libro, que desde
Benidorm llegaron refuerzos gracias a las diligencias adoptadas por Gaspar
Sanz, capitán del castillo de Benidorm encomendado para ayudar en la defensa de
Villajoyosa por el virrey duque de Calabria. Se nos cuenta también que este
Gaspar Sanz descendía de los Señores de Montesa, afincado en Xátiva, y que
mucho tiempo después de los episodios que aquí tratamos, ya en los tiempos del desarme de los moriscos (1563), fue
nombrado comisario para la recogida de armas en los lugares de Beniamet,
Benimaçot y Tosalet.
No hace al caso describir lo ocurrido en aquél desembarco y en la
defensa heroica de la población vecina de Villajoyosa, pues está sobradamente
desarrollado en la publicación mencionada. Lo importante para nuestro pequeño
estudio es que ya en 1538 (año del ataque berberisco) aparece en el castillo de
Benidorm un lugarteniente cuya vinculación con Benidorm se mantiene nueve años
más tarde, en 1547 (año de la venta del esclavo Alí, documentada en el
pergamino a que nos venimos refiriendo). Nos parece destacable el dato pues nos
permite inferir que la presencia de Sanz en Benidorm no se limitó a una
aparición esporádica con ocasión de los desembarcos de 1538, como podríamos
suponer en un principio, sino que formó parte de un plan de permanencia estable
en nuestra comarca.
Dicho de otra forma, este dato debe colocarse en el grupo de los que
permitirían sustentar la hipótesis de un programa bien planeado y no
improvisado de defensa de la costa en el segundo cuarto del siglo XVI.
Algo más tarde, ya entrados en el tercer cuarto y gracias a las
disposiciones del virrey duque de Maqueda (1553-58) y a diversos informes elaborados
a partir de 1563, existirán varios planes e informes que intentan poner orden
en la defensa costera a través del refuerzo de castillos y torres vigía, como
ocurre con los diseños de Antonelli (1563), el virrey Vespasiano Gonzaga (1575)
y Juan de Acuña (1585) que prestarán especial atención, en lo que a Benidorm
respecta, al promontorio del Canfali y a la Torre de Les Caletes más la posible
instalación de una torre en la isla de Benidorm. Dichos informes son bastante
críticos con la situación de defensa preexistente, lo que puede dar la
sensación de que con anterioridad a ellos predominaba la improvisación. Sin
embargo, la presencia de un mismo capitán del castillo en Benidorm a lo largo
de nueve años (1538 a 1547) nos puede ayudar a mirar con más respeto el período
anterior al tiempo de Maqueda.
Lo segundo que nos podría llamar la atención es que el capitán
responsable de Benidorm figure en 1547 como domiciliado en Villajoyosa. Esto
nos genera dudas sobre el lugar de su verdadera residencia. Pudiera ser que
Sanz residiera a todos los efectos en Villajoyosa, o también sería posible
considerar que la domiciliación formal estuviera en dicha localidad pero que su
morada efectiva estuviera en el castillo benidormense.
Ello nos obliga a su vez a precisar cuál era la situación real del
Benidorm de 1538-47. ¿Existía un núcleo de población suficiente, o al menos una
construcción militar en la punta del Canfali que permitiera el alojamiento de
un capitán de guarnición?
Desde nuestro punto de vista, la pregunta misma debería ser prescindible
pues somos de los que consideramos que sí existía esa construcción por exigua
que fuera. Si nos planteamos la cuestión como interrogante es por deferencia
hacia la posición que considera que Benidorm había quedado totalmente
despoblado a raíz de los ataques berberiscos del siglo XVI. Por nuestra parte,
no podemos imaginarnos un castillo de Benidorm –no hablamos del poblado ni de las
residencias de civiles- totalmente abandonado por mucho que hubiera sufrido
ataques, y nos basamos para ello en el mero sentido común. La rada benidormense
situada a poniente del Canfali es inmejorable para el calado y resguardo de
cualquier flota; permite además efectuar la aguada acudiendo al Murtal o algo
más lejos a la boca del Algar. Por ello, como punto defensivo sería
imperdonable dejarlo a merced de un enemigo que podría hacerse fuerte en un
modo semejante al de Peñíscola. Considero por tanto que una posición tan
relevante como la del castillo de Benidorm no podría nunca dejarse abandonada
en tiempo de guerra, aunque la construcción estuviera en estado ruinoso, y que
la guarnición en ella debería mantenerse permanentemente.
Cuestión distinta es que los soldados y oficiales de dicho castillo
pudieran tener su residencia civil en otros puntos, como pudiera ser
Villajoyosa como plaza principal de la comarca en aquel tiempo. Lo que no entenderíamos
es que en las disposiciones de los años siguientes se insistiera incluso en la
permanencia de los soldados en las propias torres de vigilancia, y unas décadas
antes no se hubiera exigido la permanencia de los militares en el propio
castillo. Es cierto que en las fuentes de ese siglo de unos años más tarde se
habla del castillo de Benidorm como prácticamente en ruinas, pero eso no debe
llevarnos a conclusiones precipitadas, pues la situación podía variar de unos
años a otros, y además lo que sí resulta evidente de las fuentes es que el
castillo del Canfali fue una y otra vez reconstruido a pesar de sus deterioros
o destrucciones, lo que demuestra que el interés por su defensa nunca decayó.
A ese respecto será interesante recordar algunas actuaciones de esos
años y de los inmediatamente precedentes. Ya a partir de 1525 –época de las
treguas con los moriscos- se reforzaron las defensas marítimas, incluyendo el
castillo de Benidorm. El artillero Pedro de Alvarado propuso un plan que se
llevó en buena parte a efecto y que para la plaza benidormense supuso una
inversión en obras de más de 500 libras y 400 ducados para el castillo. En las
Cortes de 1529 y 1533 se adoptaron diversas medidas para la defensa, lo que
supuso nuevas inversiones en defensa costera; en Benidorm se iniciaron obras
nuevas en ese último año 1533 de forma inmediata a las iniciadas en Alicante, y
para el siguiente año 1534 la plaza benidormense contaba ya con una reducida
guarnición estable. Entre 1543-1544 se invirtieron en Benidorm unas 5.000
libras, que supusieron el levantamiento de un bastión y el pago a la guarnición
estable.
El año siguiente, 1545, supuso un cierto parón en la financiación de
obras debido a que los fondos eran más necesarios para sufragar las campañas
del Emperador en Europa. Ello hizo que en las Cortes de 1547 se pidiera un
mayor esfuerzo de fortificación y artillado de plazas como Peñíscola y
Villajoyosa y que se construyeran atalayas en Cullera y Oropesa. No nos consta
que se hiciera igual mención para Benidorm, pero sí sabemos que el virrey duque
de Calabria envió numerosos informes a la Corte quejándose de que las
fortificaciones, aunque hubieran sido reforzadas, resultaban aún insuficientes
para defender la costa con plenas garantías.
De lo dicho podemos colegir que el estado del castillo de Benidorm en la
campaña de 1547 era con bastante probabilidad capaz de albergar una guarnición
que sostuviera la plaza, al margen de que hubiera o no un entramado urbano
viable, y que por tanto el capitán Gaspar Sanz debía estar regularmente en
Benidorm para ejercer sus funciones, aunque su residencia civil (es decir,
“estable”) pudiera estar en Villajoyosa, como indica el pergamino.
El tercer aspecto que nos llama la atención es la venta del esclavo Alí.
No podemos entrar aquí en la evolución de la relación entre enemigos y el trato
a los prisioneros que existió entre cristianos y musulmanes durante todos los
años de reconquista y durante los siglos posteriores. Baste decir ahora que
dicha relación pasó por muchas etapas, en las que hubo momentos más benignos y
otros más difíciles. La esclavitud, por su parte, no debe ser mirada de una
forma excesivamente dramática pues, atendiendo a las circunstancias de la
época, era una alternativa más que apreciable frente a la de la pura ejecución
–como ocurrió en fases más o menos crueles donde incluso la ciudad de Valencia
compraba prisioneros berberiscos capturados en las costas para efectuar
castigos ejemplarizantes en la capital, como método de reforzar la moral guerrera
de la población-.
Sin embargo, lo que más nos interesa del caso de Gaspar Sanz no es el
hecho de que el esclavo se venda sino que el beneficiario del precio sea el
mismo capitán español. En los casos habituales de venta de esclavos o
prisioneros, el producto obtenido era para el Reino sin perjuicio de los premios
que correspondieran a los captores. Así pues, el episodio de Gaspar Sanz no
deja de tener algo peculiar.
Lo cierto es que, en ocasiones y de forma más o menos excepcional, se
permitía a los apresadores quedarse con el producto de sus capturas. En ese
sentido, nos encontraríamos con una forma hasta cierto punto primitiva de
defensa, propia de momentos de verdadera crisis o debilidad, o incluso de
lejanía del poder. Con este tipo de acuerdos, el oficial actúa más como un “caza-recompensas”
que como un “empleado a sueldo”. De ello podemos colegir que quizá fuera
preciso ofrecer un incentivo importante –y el precio del esclavo lo es- para
que un militar aceptase asumir el riesgo de defender Benidorm. ¿Fue ésa la
explicación de que Gaspar Sanz permaneciera como garante del castillo del Canfali
durante al menos nueve años? ¿Recibió Sanz una especie de “concesión” de la
defensa de Benidorm a cambio de quedarse con el producto de todos los enemigos
que apresara?
No tenemos datos suficientes para responder a todas estas preguntas,
pero lo cierto es que el Pergamino 4.975 nos abre unas alternativas dignas de
seguir su pista, las cuales habrá que colocar al lado de otros datos que nos
ayudan a centrar la cuestión.
Así, por ejemplo, no hay que olvidar que en esos años precisamente no
era posible disponer de fuerzas suficientes para defender el territorio
valenciano. Las fuerzas de tierra estaban comprometidas por causa de las ya
aludidas guerras de Europa que sostiene Carlos I y que le llevarán a la victoria
de Mülhberg en ese mismo año 1547 (24 de Abril), batalla en la que el ejército
imperial agrupa 20.000 hombres y 6.000 caballos. Las fuerzas del mar tampoco
están en su momento más disponible: el 28 de Junio de ese mismo año 1547 la
armada imperial está ocupada en un ataque a la costa tunecina, concretamente a
la ciudad de Mehedia, en expedición al mando de Andrea Doria. Precisamente ese
ataque cristiano a la costa africana va a dejar desguarnecida la parte
levantina y ello va a propiciar que Dragut y su lugarteniente Uluch Alí
efectúen una correría de contraataque por las orillas de Génova y acto seguido
por Valencia, Alcira, Sueca y Cullera.
Así pues, la costa de La Marina había sido dejada a su suerte en esos
años como escenario menor mientras las fuerzas principales del Imperio se
centraban en dar un golpe más definitivo a las potencias enemigas atacándolas
en su mismo núcleo, ya fuera en Centroeuropa o en el Norte de Africa. Martí de
Viciana nos ha dejado algunos datos interesantes al respecto, recordando que el
24 de Marzo de 1546 merodearon 6 galeotas por el Cap Negret, las cuales fueron
atacadas por los pobladores (referencia especial a Villajoyosa) de la costa
haciendo 78 presas aparte de las bajas, e indicándonos que “el virrey les hizo la merced de la presa y entre ellos se la
partieron”. Nos cuenta también que en el año siguiente, 1547, armaron dos
barcas y en las Peñas del Albir “tomaron
a Leliz Arraiz una galeota de 18 bancos, cautivaron 35 turcos y mataron a los
otros…”.
¿Es posible que el agareno Alí, capturado y vendido por el capitán
Gaspar Sanz, fuera uno de esos 35 hombres de Leliz Arraiz apresados en las
Peñas del Albir, tras haber obtenido un permiso de venta semejante al otorgado
para las presas hechas el año anterior en el Cap Negret?
En cuanto al carácter relativamente excepcional del permiso para
quedarse con el producto de las ventas lo deducimos también de otros casos
cercanos. En 1520, el virrey Mendoza dio órdenes de confiscar en beneficio de
la Corona algunos berberiscos capturados en Oliva pues sus captores querían
lucrarse con ellos, viéndose obligado el virrey a recordar la ”real
preminència”. Precisamente hacia el año 1547, y ante la insuficiencia
acreditada en las defensas de costa para resistir los ataques piratas, se llegó
a hacer posible este tipo de acuerdos por los que los captores podían
apropiarse del importe de las ventas de los cautivos. No obstante, se exigían
ciertos trámites para determinar que la captura era “legítima”, y además debía
detraerse un impuesto del 20% sobre el botín de guerra. Las Cortes de 1547 van
a exigir que se eliminaran los arduos trámites para la declaración como
“legítima” de la presa y que se abarataran esos procesos, además de solicitar
la exención del quinto para el rey. El entonces príncipe Felipe (futuro Felipe
II) accedió a que el asunto del quinto dependiese en cada caso de la decisión del
virrey, quien podría autorizarlo o no. ¿Fue esto lo que ocurrió en el caso de
Gaspar Sanz, capitán nombrado en su día por el virrey?
Hay que
destacar además que no todos los prisioneros musulmanes cabían en este
tratamiento, reservado en principio a los enemigos extranjeros. Así, en el
mismo 1547, el virrey reclamó para el rey unos moriscos de Murla que el señor
de Oliva Don Miguel de Centelles había capturado cuando pretendían escapar; el
virrey dejó claro que a éstos no alcanzaba la posibilidad de venta. Tampoco
regía esta posibilidad de manera clara para los moriscos no valencianos (pues
recordemos que se trataba de unas disposiciones emanadas o tuteladas por las Cortes
Valencianas), lo que determinó que en ese mismo 1547 otro morisco aparentemente
rebelde de origen aragonés que fue capturado en Murviedro fuera ejecutado.
Hay un dato que resulta interesante al respecto de estas ventas, y que
nos acerca a la causas económicas del conflicto: en la crónica de Boronat se
alude a un fenómeno muy interesante que afectaba precisamente a Benidorm. A
raíz de un expediente inquisitorial tramitado contra los agentes del conde de
Oliva en Murla, va a salir a la luz una trama de evasión clandestina de
moriscos a través de Benidorm, en la que al parecer participaba la pequeña
aristocracia local. En dicho expediente prestó declaración el mismo Gaspar
Sanz, el cual reveló la participación en esta trama de los oficiales del conde de
Oliva ubicados en Murla, trama en la que también estarían implicados Jalón y
Polop. No sabemos si esta red ilegal tiene vínculos con aquélla otra referida
por Antonio Sánchez-Gijón en su estudio sobre la defensa de costas de Valencia,
cuando indica que en Polop se traficaba con “Guiatges” para residir en dicho
pueblo, y todo ello como forma de estar más próximo a la costa para intentar la
evasión en momento propicio.
Por los datos de que disponemos, cabe aventurar la hipótesis de que las
autoridades valencianas necesitaran encontrar soluciones al doble problema de
la deficiente defensa y la corrupción en la emigración clandestina, y contaran
para solventarlo con personas de lealtad probada, como ocurría con el capitán
Gaspar Sanz. No obstante, conscientes del riesgo de que estos capitanes o
adalides cayeran en la misma tentación de la corrupción o de la desidia en la
defensa, debieron arbitrar un modo de recompensa que supliera las deficientes
dotaciones de sueldo, y qué mejor para ello que otorgarles el producto de las
presas que capturaran. Si el capitán Gaspar Sanz podía enriquecerse capturando
enemigos, no tendría necesidad de dejarlos escapar fraudulentamente para
obtener la misma suma. Este sistema, además, permitía ahorrar en salarios
regulares y así poder reorientar los pocos fondos de que se disponía hacia otra
de las vías de solución del problema de los cristianos nuevos: la dotación de
iglesias y campañas de predicación por toda la geografía morisca, como así se promovió
precisamente por estos años, sin que podamos aquí abordar cuestión tan
interesante y que tan sólo dejamos anotada para los más curiosos.
Fuentes principales
- Pergamino 4.975. Archivo Catedral de Valencia.
- 1538. Crónica del día de Santa
Marta. Vicente
Márquez Galvañ, Bubock Publishing, Villajoyosa 2010.
- La guerra i els cavallers. Els
Centelles, el Comtat d´Oliva i la defensa del Regne de València. Juan Francisco Pardo Molero.
Alfons el Vell, Gandía 2011.
- Defensa de Costas en el Reino de
Valencia. Antonio
Sánchez-Gijón. Generalitat Valenciana, Serie Minor, 1996
- Los soldados del rey. Los ejércitos de la Monarquía Hispánica 1400-1700. Enrique Martínez
Ruiz. Actas, S.L. Madrid, 2008.
- Mühlberg 1547. Mario Díaz Gavier. Almena. Madrid,
2011
- La guerra del Turco. Fernando Martínez Laínez. EDAF,
Madrid 2010.
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