sábado, 23 de agosto de 2014

Don Gaspar Sanz, Capitán custodio de Benidorm, y el pergamino 4.975 de la Catedral de Valencia.



(Publicado en Libro Moros y Cristianos Benidorm-2013)


Don Gaspar Sanz, Capitán custodio de Benidorm, y el pergamino 4.975 de la Catedral de Valencia.










En la Catedral de Valencia se conserva el pergamino nº 4.975. Dicho documento contiene una información interesante para entender las relaciones entre cristianos y musulmanes en el Benidorm del siglo XVI.





   El documento, redactado en latín, es de 20 de Noviembre de 1547. En él figura Don Gaspar Sanz como capitán del Castillo de Benidorm, e interviene realizando la venta de un esclavo blanco agareno llamado Alí, procedente de Argel y de unos 27 años de edad. El comprador será Luis Pérez, de Valencia, y el precio será de 25 libras y 10 sueldos. Concretamente, la mención al vendedor nos lo describe como Don Gaspar Sanz, noble domiciliado en la villa de Villajoyosa y capitán de custodia de Benidorm.





   La importancia del escrito se aprecia si el mismo se pone en contacto con otros datos de los que tenemos constancia.





   Lo primero que debemos resaltar es que la persona de Gaspar Sanz había sido ya destacada en un estudio publicado en 2010 por Vicente Márquez Galvañ titulado “1538. Crónica del día de Santa Marta”. Se trata de un libro muy bien documentado y centrado en los acontecimientos ocurridos en Villajoyosa el día 29 de Julio de 1538, cuando unos 1.500 piratas berberiscos al mando de Sala Rais desembarcaron en las inmediaciones de esta plaza y asediaron sus murallas durante una jornada y media.



   Se nos cuenta, por las fuentes utilizadas en dicho libro, que desde Benidorm llegaron refuerzos gracias a las diligencias adoptadas por Gaspar Sanz, capitán del castillo de Benidorm encomendado para ayudar en la defensa de Villajoyosa por el virrey duque de Calabria. Se nos cuenta también que este Gaspar Sanz descendía de los Señores de Montesa, afincado en Xátiva, y que mucho tiempo después de los episodios que aquí tratamos, ya en los tiempos  del desarme de los moriscos (1563), fue nombrado comisario para la recogida de armas en los lugares de Beniamet, Benimaçot y Tosalet.



   No hace al caso describir lo ocurrido en aquél desembarco y en la defensa heroica de la población vecina de Villajoyosa, pues está sobradamente desarrollado en la publicación mencionada. Lo importante para nuestro pequeño estudio es que ya en 1538 (año del ataque berberisco) aparece en el castillo de Benidorm un lugarteniente cuya vinculación con Benidorm se mantiene nueve años más tarde, en 1547 (año de la venta del esclavo Alí, documentada en el pergamino a que nos venimos refiriendo). Nos parece destacable el dato pues nos permite inferir que la presencia de Sanz en Benidorm no se limitó a una aparición esporádica con ocasión de los desembarcos de 1538, como podríamos suponer en un principio, sino que formó parte de un plan de permanencia estable en nuestra comarca.



   Dicho de otra forma, este dato debe colocarse en el grupo de los que permitirían sustentar la hipótesis de un programa bien planeado y no improvisado de defensa de la costa en el segundo cuarto del siglo XVI.



   Algo más tarde, ya entrados en el tercer cuarto y gracias a las disposiciones del virrey duque de Maqueda (1553-58) y a diversos informes elaborados a partir de 1563, existirán varios planes e informes que intentan poner orden en la defensa costera a través del refuerzo de castillos y torres vigía, como ocurre con los diseños de Antonelli (1563), el virrey Vespasiano Gonzaga (1575) y Juan de Acuña (1585) que prestarán especial atención, en lo que a Benidorm respecta, al promontorio del Canfali y a la Torre de Les Caletes más la posible instalación de una torre en la isla de Benidorm. Dichos informes son bastante críticos con la situación de defensa preexistente, lo que puede dar la sensación de que con anterioridad a ellos predominaba la improvisación. Sin embargo, la presencia de un mismo capitán del castillo en Benidorm a lo largo de nueve años (1538 a 1547) nos puede ayudar a mirar con más respeto el período anterior al tiempo de Maqueda.



   Lo segundo que nos podría llamar la atención es que el capitán responsable de Benidorm figure en 1547 como domiciliado en Villajoyosa. Esto nos genera dudas sobre el lugar de su verdadera residencia. Pudiera ser que Sanz residiera a todos los efectos en Villajoyosa, o también sería posible considerar que la domiciliación formal estuviera en dicha localidad pero que su morada efectiva estuviera en el castillo benidormense.



   Ello nos obliga a su vez a precisar cuál era la situación real del Benidorm de 1538-47. ¿Existía un núcleo de población suficiente, o al menos una construcción militar en la punta del Canfali que permitiera el alojamiento de un capitán de guarnición?



  Desde nuestro punto de vista, la pregunta misma debería ser prescindible pues somos de los que consideramos que sí existía esa construcción por exigua que fuera. Si nos planteamos la cuestión como interrogante es por deferencia hacia la posición que considera que Benidorm había quedado totalmente despoblado a raíz de los ataques berberiscos del siglo XVI. Por nuestra parte, no podemos imaginarnos un castillo de Benidorm –no hablamos del poblado ni de las residencias de civiles- totalmente abandonado por mucho que hubiera sufrido ataques, y nos basamos para ello en el mero sentido común. La rada benidormense situada a poniente del Canfali es inmejorable para el calado y resguardo de cualquier flota; permite además efectuar la aguada acudiendo al Murtal o algo más lejos a la boca del Algar. Por ello, como punto defensivo sería imperdonable dejarlo a merced de un enemigo que podría hacerse fuerte en un modo semejante al de Peñíscola. Considero por tanto que una posición tan relevante como la del castillo de Benidorm no podría nunca dejarse abandonada en tiempo de guerra, aunque la construcción estuviera en estado ruinoso, y que la guarnición en ella debería mantenerse permanentemente.



  Cuestión distinta es que los soldados y oficiales de dicho castillo pudieran tener su residencia civil en otros puntos, como pudiera ser Villajoyosa como plaza principal de la comarca en aquel tiempo. Lo que no entenderíamos es que en las disposiciones de los años siguientes se insistiera incluso en la permanencia de los soldados en las propias torres de vigilancia, y unas décadas antes no se hubiera exigido la permanencia de los militares en el propio castillo. Es cierto que en las fuentes de ese siglo de unos años más tarde se habla del castillo de Benidorm como prácticamente en ruinas, pero eso no debe llevarnos a conclusiones precipitadas, pues la situación podía variar de unos años a otros, y además lo que sí resulta evidente de las fuentes es que el castillo del Canfali fue una y otra vez reconstruido a pesar de sus deterioros o destrucciones, lo que demuestra que el interés por su defensa nunca decayó.



   A ese respecto será interesante recordar algunas actuaciones de esos años y de los inmediatamente precedentes. Ya a partir de 1525 –época de las treguas con los moriscos- se reforzaron las defensas marítimas, incluyendo el castillo de Benidorm. El artillero Pedro de Alvarado propuso un plan que se llevó en buena parte a efecto y que para la plaza benidormense supuso una inversión en obras de más de 500 libras y 400 ducados para el castillo. En las Cortes de 1529 y 1533 se adoptaron diversas medidas para la defensa, lo que supuso nuevas inversiones en defensa costera; en Benidorm se iniciaron obras nuevas en ese último año 1533 de forma inmediata a las iniciadas en Alicante, y para el siguiente año 1534 la plaza benidormense contaba ya con una reducida guarnición estable. Entre 1543-1544 se invirtieron en Benidorm unas 5.000 libras, que supusieron el levantamiento de un bastión y el pago a la guarnición estable.

  

  El año siguiente, 1545, supuso un cierto parón en la financiación de obras debido a que los fondos eran más necesarios para sufragar las campañas del Emperador en Europa. Ello hizo que en las Cortes de 1547 se pidiera un mayor esfuerzo de fortificación y artillado de plazas como Peñíscola y Villajoyosa y que se construyeran atalayas en Cullera y Oropesa. No nos consta que se hiciera igual mención para Benidorm, pero sí sabemos que el virrey duque de Calabria envió numerosos informes a la Corte quejándose de que las fortificaciones, aunque hubieran sido reforzadas, resultaban aún insuficientes para defender la costa con plenas garantías.



   De lo dicho podemos colegir que el estado del castillo de Benidorm en la campaña de 1547 era con bastante probabilidad capaz de albergar una guarnición que sostuviera la plaza, al margen de que hubiera o no un entramado urbano viable, y que por tanto el capitán Gaspar Sanz debía estar regularmente en Benidorm para ejercer sus funciones, aunque su residencia civil (es decir, “estable”) pudiera estar en Villajoyosa, como indica el pergamino.



  El tercer aspecto que nos llama la atención es la venta del esclavo Alí. No podemos entrar aquí en la evolución de la relación entre enemigos y el trato a los prisioneros que existió entre cristianos y musulmanes durante todos los años de reconquista y durante los siglos posteriores. Baste decir ahora que dicha relación pasó por muchas etapas, en las que hubo momentos más benignos y otros más difíciles. La esclavitud, por su parte, no debe ser mirada de una forma excesivamente dramática pues, atendiendo a las circunstancias de la época, era una alternativa más que apreciable frente a la de la pura ejecución –como ocurrió en fases más o menos crueles donde incluso la ciudad de Valencia compraba prisioneros berberiscos capturados en las costas para efectuar castigos ejemplarizantes en la capital, como método de reforzar la moral guerrera de la población-.



   Sin embargo, lo que más nos interesa del caso de Gaspar Sanz no es el hecho de que el esclavo se venda sino que el beneficiario del precio sea el mismo capitán español. En los casos habituales de venta de esclavos o prisioneros, el producto obtenido era para el Reino sin perjuicio de los premios que correspondieran a los captores. Así pues, el episodio de Gaspar Sanz no deja de tener algo peculiar.



   Lo cierto es que, en ocasiones y de forma más o menos excepcional, se permitía a los apresadores quedarse con el producto de sus capturas. En ese sentido, nos encontraríamos con una forma hasta cierto punto primitiva de defensa, propia de momentos de verdadera crisis o debilidad, o incluso de lejanía del poder. Con este tipo de acuerdos, el oficial actúa más como un “caza-recompensas” que como un “empleado a sueldo”. De ello podemos colegir que quizá fuera preciso ofrecer un incentivo importante –y el precio del esclavo lo es- para que un militar aceptase asumir el riesgo de defender Benidorm. ¿Fue ésa la explicación de que Gaspar Sanz permaneciera como garante del castillo del Canfali durante al menos nueve años? ¿Recibió Sanz una especie de “concesión” de la defensa de Benidorm a cambio de quedarse con el producto de todos los enemigos que apresara?



   No tenemos datos suficientes para responder a todas estas preguntas, pero lo cierto es que el Pergamino 4.975 nos abre unas alternativas dignas de seguir su pista, las cuales habrá que colocar al lado de otros datos que nos ayudan a centrar la cuestión.



   Así, por ejemplo, no hay que olvidar que en esos años precisamente no era posible disponer de fuerzas suficientes para defender el territorio valenciano. Las fuerzas de tierra estaban comprometidas por causa de las ya aludidas guerras de Europa que sostiene Carlos I y que le llevarán a la victoria de Mülhberg en ese mismo año 1547 (24 de Abril), batalla en la que el ejército imperial agrupa 20.000 hombres y 6.000 caballos. Las fuerzas del mar tampoco están en su momento más disponible: el 28 de Junio de ese mismo año 1547 la armada imperial está ocupada en un ataque a la costa tunecina, concretamente a la ciudad de Mehedia, en expedición al mando de Andrea Doria. Precisamente ese ataque cristiano a la costa africana va a dejar desguarnecida la parte levantina y ello va a propiciar que Dragut y su lugarteniente Uluch Alí efectúen una correría de contraataque por las orillas de Génova y acto seguido por Valencia, Alcira, Sueca y Cullera.



   Así pues, la costa de La Marina había sido dejada a su suerte en esos años como escenario menor mientras las fuerzas principales del Imperio se centraban en dar un golpe más definitivo a las potencias enemigas atacándolas en su mismo núcleo, ya fuera en Centroeuropa o en el Norte de Africa. Martí de Viciana nos ha dejado algunos datos interesantes al respecto, recordando que el 24 de Marzo de 1546 merodearon 6 galeotas por el Cap Negret, las cuales fueron atacadas por los pobladores (referencia especial a Villajoyosa) de la costa haciendo 78 presas aparte de las bajas, e indicándonos que “el virrey les hizo la merced de la presa y entre ellos se la partieron”. Nos cuenta también que en el año siguiente, 1547, armaron dos barcas y en las Peñas del Albir “tomaron a Leliz Arraiz una galeota de 18 bancos, cautivaron 35 turcos y mataron a los otros…”.



   ¿Es posible que el agareno Alí, capturado y vendido por el capitán Gaspar Sanz, fuera uno de esos 35 hombres de Leliz Arraiz apresados en las Peñas del Albir, tras haber obtenido un permiso de venta semejante al otorgado para las presas hechas el año anterior en el Cap Negret?



  En cuanto al carácter relativamente excepcional del permiso para quedarse con el producto de las ventas lo deducimos también de otros casos cercanos. En 1520, el virrey Mendoza dio órdenes de confiscar en beneficio de la Corona algunos berberiscos capturados en Oliva pues sus captores querían lucrarse con ellos, viéndose obligado el virrey a recordar la ”real preminència”. Precisamente hacia el año 1547, y ante la insuficiencia acreditada en las defensas de costa para resistir los ataques piratas, se llegó a hacer posible este tipo de acuerdos por los que los captores podían apropiarse del importe de las ventas de los cautivos. No obstante, se exigían ciertos trámites para determinar que la captura era “legítima”, y además debía detraerse un impuesto del 20% sobre el botín de guerra. Las Cortes de 1547 van a exigir que se eliminaran los arduos trámites para la declaración como “legítima” de la presa y que se abarataran esos procesos, además de solicitar la exención del quinto para el rey. El entonces príncipe Felipe (futuro Felipe II) accedió a que el asunto del quinto dependiese en cada caso de la decisión del virrey, quien podría autorizarlo o no. ¿Fue esto lo que ocurrió en el caso de Gaspar Sanz, capitán nombrado en su día por el virrey?



  Hay que destacar además que no todos los prisioneros musulmanes cabían en este tratamiento, reservado en principio a los enemigos extranjeros. Así, en el mismo 1547, el virrey reclamó para el rey unos moriscos de Murla que el señor de Oliva Don Miguel de Centelles había capturado cuando pretendían escapar; el virrey dejó claro que a éstos no alcanzaba la posibilidad de venta. Tampoco regía esta posibilidad de manera clara para los moriscos no valencianos (pues recordemos que se trataba de unas disposiciones emanadas o tuteladas por las Cortes Valencianas), lo que determinó que en ese mismo 1547 otro morisco aparentemente rebelde de origen aragonés que fue capturado en Murviedro fuera ejecutado.



  Hay un dato que resulta interesante al respecto de estas ventas, y que nos acerca a la causas económicas del conflicto: en la crónica de Boronat se alude a un fenómeno muy interesante que afectaba precisamente a Benidorm. A raíz de un expediente inquisitorial tramitado contra los agentes del conde de Oliva en Murla, va a salir a la luz una trama de evasión clandestina de moriscos a través de Benidorm, en la que al parecer participaba la pequeña aristocracia local. En dicho expediente prestó declaración el mismo Gaspar Sanz, el cual reveló la participación en esta trama de los oficiales del conde de Oliva ubicados en Murla, trama en la que también estarían implicados Jalón y Polop. No sabemos si esta red ilegal tiene vínculos con aquélla otra referida por Antonio Sánchez-Gijón en su estudio sobre la defensa de costas de Valencia, cuando indica que en Polop se traficaba con “Guiatges” para residir en dicho pueblo, y todo ello como forma de estar más próximo a la costa para intentar la evasión en momento propicio.



   Por los datos de que disponemos, cabe aventurar la hipótesis de que las autoridades valencianas necesitaran encontrar soluciones al doble problema de la deficiente defensa y la corrupción en la emigración clandestina, y contaran para solventarlo con personas de lealtad probada, como ocurría con el capitán Gaspar Sanz. No obstante, conscientes del riesgo de que estos capitanes o adalides cayeran en la misma tentación de la corrupción o de la desidia en la defensa, debieron arbitrar un modo de recompensa que supliera las deficientes dotaciones de sueldo, y qué mejor para ello que otorgarles el producto de las presas que capturaran. Si el capitán Gaspar Sanz podía enriquecerse capturando enemigos, no tendría necesidad de dejarlos escapar fraudulentamente para obtener la misma suma. Este sistema, además, permitía ahorrar en salarios regulares y así poder reorientar los pocos fondos de que se disponía hacia otra de las vías de solución del problema de los cristianos nuevos: la dotación de iglesias y campañas de predicación por toda la geografía morisca, como así se promovió precisamente por estos años, sin que podamos aquí abordar cuestión tan interesante y que tan sólo dejamos anotada para los más curiosos.



  













Fuentes principales



- Pergamino 4.975. Archivo Catedral de Valencia.



- 1538. Crónica del día de Santa Marta. Vicente Márquez Galvañ, Bubock Publishing, Villajoyosa 2010.



- La guerra i els cavallers. Els Centelles, el Comtat d´Oliva i la defensa del Regne de València. Juan Francisco Pardo Molero. Alfons el Vell, Gandía 2011.



- Defensa de Costas en el Reino de Valencia. Antonio Sánchez-Gijón. Generalitat Valenciana, Serie Minor, 1996



-  Los soldados del rey. Los ejércitos de la Monarquía Hispánica 1400-1700. Enrique Martínez Ruiz. Actas, S.L. Madrid, 2008.



-   Mühlberg 1547. Mario Díaz Gavier. Almena. Madrid, 2011



- La guerra del Turco. Fernando Martínez Laínez. EDAF, Madrid 2010.






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