No me busquen hoy la ironía porque
voy a hablar de un crimen, y de una sentencia, la de José Bretón condenado
finalmente a 40 años de prisión.
Tampoco esperen un juicio sobre el
juicio, ni mi opinión sobre lo ocurrido, no me alejo de la mayoría sea cual
sea.
Ahora sólo me interesa destacar
una cosa muy llamativa: lo que más interesa a todo el mundo en estos momentos
es saber “¿Cuándo estará en la calle?”
Es decir, nuestro sistema se ha
ganado a pulso la fama de que, por mucho que se condene a un criminal, éste
nunca cumple, siempre sale antes ya sea porque está (falso) terminal o porque
ha trabajado o porque le han indultado o porque le han dejado prescribir no sé
qué o porque le revisan el juicio o porque a alguien le da mucha pena o porque
cambian la ley y se cuela por la rendija o porque combina las churras con las
merinas y le computa a devolver o porque lo que sea…
Miren la confianza que tiene la
población en el carácter de las penas, que todo el mundo sabe que NUNCA SE
CUMPLEN. Y si alguien piensa que no se cumplen las sanciones, el paso siguiente
será perderle el miedo a cometer la infracción, lo cual por cierto a mucha
gente le parece maravilloso.
Llegará algún tiempo en que, en
los mentideros (véase la etimología de “mentira” para referirse a las
tertulias), la gente se interese por saber qué medidas de educación le van a
permitir recibir en la cárcel, qué riesgos tiene de contraer otras enfermedades
o adicciones o dolencias en prisión, qué compañeros va a tener, qué atención
psicológica va a quedar en la familia, qué responsabilidad va a esperarse de
otros posibles encubridores, qué consecuencias puedan tener las filtraciones
habidas, qué lecciones debemos sacar sobre el jurado que ahora es bueno cuando
coincide y ahora es malo cuando no coincide –léase conmigo-, qué reformas deberían
promoverse o no promoverse en la legislación para evitar estos casos, qué
capacidad tiene la sociedad de evitar que estos casos se repitan o bien son un
porcentaje inevitable en toda sociedad humana, etc.
Ahora mismo, lo único que tiene a
la gente preocupada –y con razón, ojo- es si cabe la posibilidad de encontrarse
a Bretón mañana por la calle como se ve a los etarras, verlo cruzarse por la
calle con la madre de sus víctimas como ocurre con los etarras, verlo poner sus
fotos y sus falsos partes médicos y su club de fans como hacen los etarras y
verlo en comisiones parlamentarias de derechos humanos como ocurre con los
etarras… Aquí tampoco me estoy dejando llevar de la ironía, sino directamente del
sarcasmo, y voy a parar porque créanme que para sarcasmo cuando me pongo me
pongo…
Algo muy grave falla en nuestro sistema
de Justicia si lo primero que preguntamos es: ¿Y cuándo permitirá la Ley a este señor burlarse de la Justicia? Está claro que
la pena debe tener una finalidad rehabilitadora por definición, pero eso no
significa que por definición haya que largar en todo caso a los presos a la
calle con controles de la Señorita Pepis para gastar menos en ranchos y ahorrarse gasto en prisiones, como si las
cárceles fueran hospitales, colegios, albergues… o quizá es que sí son iguales.
Eso es lo que ahora mismo piensa la mayoría de ciudadanos, mi opinión no importa.
Pues eso, que a ver cuándo sale.
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