miércoles, 24 de julio de 2013

CUESTA ABAJO







Mi barco es capaz de navegar cuesta abajo. Perdió las velas, rotos sus mástiles, el timón llevado por una ola y el timonel y todos los demás no están. O sí. El agua entra por ranuras, brechas, bocanadas, y aun así navega mientras veo flotar entre el agua entrante mis astrolabios, sextantes, compases, cartas marinas y las propias y mi patente vieja… pero nadie está herido.


En un momento mi barco es lustroso y está nuevo, viaja a tres metros sobre el mar y otras se hunde como un invitado. La tripulación se subleva y me arroja, de pronto me aclama y de pronto se esconde pero no pienso hacerles preguntas.


La noche es más fácil y el día no es. Los círculos en el mar delatarían de qué mar se trata, es mejor arriar y que la corriente compita con la ingravidez de los desesperados. Cuanto menos se entiende más se vive, y a este barco no lo entiende nadie porque es como un fantasma hecho sólo de voluntad.


A la Tortuga, a Corfú, Goa. Un dolor en cada puerto, y un puerto en cada enemigo, esperándome. ¡Pues que espere!

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