Digo esto porque me importan un bledo las
personas que ahora se escandalizan de que se pite al himno y a la bandera, las
que creen que las cosas se arreglan de hoy para mañana, y las que no se dan
cuenta de que todo problema insoluble nace siempre muy muy muy atrás. ¿Y ahora
qué? Pues un bledo, así de gordo.
¿De qué nos escandalizamos? ¿A qué hablar
de suspender partidos o de cerrar campos? Cuando un cretino pita a una bandera
se le manda para casa; cuando son cien mil cretinos los que pitan, al que hay
que mandar a casa es al responsable de que eso haya llegado a producirse.
El problema de las pitadas, como el de la
crisis, y como tantos otros en este país de la pandereta, es que nos damos
cuenta de que viene el toro cuando ya nos ha atravesado media carótida. “A
buenas horas, mangas verdes”, decían en el Renacimiento, haciendo alusión a los
manguitos verdes que portaban los guardias de la Santa Hermandad y cuya
principal virtud era no llegar nunca a tiempo cuando se producía un delito, o
eso decía el pueblo sabio.
Si me preguntan qué solución daría yo a la
pitada, les confieso que no sabría dar una que me hiciera estar satisfecho, y
es que este tipo de problemas tienen mala solución una vez nacidos. Por eso
mismo la solución es “impedir que nazca el problema”. A mí, qué quieren, no me
preocupan los 50.000 del Manzanares –que ya sé lo que puedo esperar de ellos,
pobrecicos-, me preocupan o me enfadan los restantes 46.950.000 españoles que
han permitido que lleguemos a este sarao.
Yo soy de los poquitos raros que pensaba
que la solución estaba hace muchísimos años, cuando empezó a incumplirse y aún
se sigue incumpliendo la ley de banderas; cuando se habla de las banderas
usando la palabra trapo; cuando se admiten quemadas de banderas y nadie hace
nada a pesar de haber policías al ladito y a pesar de haber fiscales y Garzones
para todo; cuando a los delitos se les llama libertad de expresión; cuando a
los delitos se les llama performance; cuando a los delitos se les llama
pluralismo (¿qué es un Código Penal?); cuando durante decenios se viene
malbaratando la bandera de España haciendo que la bandera fashion sea la
republicana como si la de ahora fuera provisional o fea o cutre, o incluso
ilegítima; cuando en todas partes se alude a la bandera con el águila como la
bandera del “aguilucho fascista” sin saber o sin querer recordar que ese
símbolo es originario de los Reyes Católicos y cuando se critica el uso de esa
bandera por inconstitucional y sin embargo la misma gente aplaude a otras
banderas igual de inconstitucionales (si así nos ponemos, o todas o ninguna)
como la republicana (pues la Constitución establece la monarquía), o la
cuatribarrada estelada (pues es independentista y la independencia va contra
una Constitución que establece la unidad de España); cuando se decidió que
todos los antiespañoles del mundo pudieran educar a sus niños y a todos los de
los demás en el antiespañolismo y que esos niños fueran los veinteañeros de hoy
y los treintañeros de mañana que a saber qué enseñan a sus hijos; cuando los
que pensaban que les gustaba “España” no podían ni decirlo, o si lo decían
quedaban jibarizados a ser fachas o patrioteros o neanderthales casposos;
cuando se decidió por los mayoritarios de España pactar siempre con los
Chiquilitristas periféricos para sostenerse los de Madrid en una poltrona a
costa de retirar recursos judiciales, ceder Estatutos y regalar fotos que lo
único que fomentaban era un goteo de continuo chantaje llamado sarcásticamente
“apoyo a la gobernabilidad del Estado”; cuando los que hemos apostado por el
prulalismo intelectual y local hemos sido arrollados por el rodillo de los
profetas del pluralismo excluyente; cuando por todos los políticos y
periodistas y profesores y demás gentes de guardar se acogió el servilismo de
admitir la ambigüedad permanente que hacía aparecer a las comunidades parciales
como las únicas naciones reales y trataban a la nación española como si fuera
el Gregorio Samsa de “La Metamorfosis” (Samsa: hombre convertido en escarabajo
que había que ocultar por vergüenza); cuando hemos permitido falsificar todos
los libros de Historia para que parezca que fueron históricas todas las
comunidades que no lo fueron, y que no lo parezcan las que sí lo fueron... y
etecé, que me cansa escribir tanto en alta mar. Claro que Franco tiene también
mucha culpa de esto, pero si tengo que admitir que la culpa de todo la tiene un
señor que se murió hace ya más de 35 años entubado en la cama, y que en todo
este tiempo han pasado dos generaciones de españoles sin saber qué hacer con el
rebaño, es para echarse a temblar.
España está pasando de ser un pollo sin
cabeza a una cabeza sin pollo, a poco no nos quedará ni cuerpo, gracias a la
inteligencia suprema de mis congéneres, a la anorexia espiritual de mis
conciudadanos y a la bulimia de mis gobernantes. Así que ahora se traguen su
pitada, sus gritos y muecas, pongan trescientas cámaras a pie de campo para que
en Europa nos suban aún más la prima de riesgo y para que Moody´s nos baje aún
más la letra, hagan tertulias para María Antonia Iglesias y para Paloma
Zorrilla, y encuestas de Intereconomía... Yo me voy con el barco, y mientras
Ustedes ven la Final de la Copa, yo me estaré tomando la Copa Final, muy lejos
de España, con mi tripulación.
De fútbol no entiendo nada de nada, pero sobre nacionalismos varios, aunque no es que entienda, leo bastante. Es cómodo mantenerse en un victimismo constante y por eso funciona políticamente, otra cuestión es que haya razones territoriales, étnicas, históricas y culturales para los nacionalismos, que también las hay, pero si en realidad, tal y como es el caso en España, los derechos fundamentales de las minorías se respetan no veo por qué tiene que haber esa actitud tan cerril, porque es cerrilismo. La víctima minoritaria nunca es responsable de nada, haga lo que haga, aunque la víctima sea cien veces más violenta que el supuesto opresor. Eso funciona así no sólo en España, sino en muchos otros sitios y es una especie de romanticismo paranoico muy alimentado por la izquierda y que se sale del sentido común. Hasta tal punto se ha visto salpicada la antropología por ello que da igual una gran civilización que la civilización más perdida y remota que no haya salido de la edad de piedra. Si bien, hay que entender que los importante son los derechos humanos y se deben respetar por igual sea este un refinado francés o un indio de una remota tribu del amazonas, no es lo mismo lo que aporta a la historia de la humanidad y al conocimiento una civilización que otra. Pero da la impresión de que eso no se puede decir no vaya a ser que alguien se ofenda porque su lengua sólo se habla en tres pueblos y no en 18 países. Y en esta sinrazón de no ofender por decir la verdad seguiremos, no sea que nos confundan con nazis.
ResponderEliminarCreo que a España le ha perjudicado particularmente esa idea y que se ha usado de la peor manera posible. Ahora, cuando haría falta unión nacional ante los problemas para enfrentarse a la crisis lo que hay es unión regional e ideológica. Ser español está mal visto.
Hace unos meses los valones, hartos de que los flamencos se quieran independizar todo el rato y estén menospreciándolos comenzaron a cambiar de discurso y ya no abogan por la unidad. Unos dicen de unirse a Francia como provincia, otros de unirse a Alemania y otros de ser un estado independiente. Holanda ya dijo lo de unirse con Flandes, aunque en Holanda desprecian a los flamencos y los flamencos dicen que no tienen nada que ver con los holendeses. Las guerras lingüísticas están a la orden del día. Por suerte, yo me libro bastante de todo eso, pero no hace fácil la vida de la gente de aquí. Lo que me gustó de esto fue que los valones recuperaron su orgullo y dejaron de ir detrás de los flamencos abogando por un reino de los belgas unido.
Creo que no hay que ir detrás de los nacionalistas alimentando su victimismo. Igual que ellos sienten orgullo por lo suyo yo lo siento por Castilla -mi lugar de adopción-, por el castellano, por Andalucía y Alicante, que son mis raíces, no por ellos. Puedo pasarme perfectamente sin el catalán y sin el euskera, sin embargo, sin el castellano no, entre otras cosas porque son cientos de millones de personas los que lo hablan y porque en cualquier parte del mundo (y en el país más poderoso, USA) te encuentras a alguien que habla castellano -aunque sea dos palabras-, que conoce el flamenco y sabe qué es la paella. Lo siento, pero a mi mi orgullo de raíces no me lo quitan por mucho que griten, yo también lo tengo no sólo ellos.
Tu post muy bien, y comparto lo que dices, pero es el signo de los tiempos en todas partes, o al menos, en muchas. Tampoco yo veré el partido.
Saludos
Cicero
La verdad es que en España se sabe muy poco del asunto de flamencos y valones, no estaría nada mal que se hiciera un buen reportaje y nos ilustrara a todos, porque aquí la tendencia es a contarlo por cada parte simplemente como un ejemplo más de lo que se pretende en España, y es un caso totalmente diferente (como todos)
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