Estoy en el mar porque aquí los descerebrados nunca duran más de diez
minutos.
En tierra, muchas personas se conducen de manera pasmosa, dañina. A medida
que se sube en la escala política, económica o social, parece que se va
perdiendo masa cerebral, de forma que las estupideces que hacen los humanos están
en proporción directa con la mayor altura que alcanzan en la pirámide. En el
mar eso es también posible, pero -a diferencia de lo que ocurre en tierra-
nunca podría perpetuarse.
Las Leyes del Mar respetan la Separación de Poderes, pues éstos existen de
manera diferenciada. Pero, a diferencia de tierra, no exigimos en la teoría que
sean ejercidos por diferentes personas. Es el Mar el mismo Legislador que hace
leyes, el Ejecutivo que las aplica y el Juez que castiga a quienes las
incumplen. En el Mar no importa que estén los tres poderes en un mismo sujeto,
porque dicho sujeto no es humano. En tierra, como los poderes los tienen los
humanos, hay que rogar que estén en manos diferentes, lo que tampoco se cumple.
En el Mar se insertan algunos hombres; nos insertamos, y hacemos también
Leyes, Códigos Marítimos. Pero hay también una diferencia con las leyes de los
hombres de tierra: las Leyes humanas del Mar están supeditadas a las Leyes de
la Naturaleza, de otra forma serían inviables. En tierra, los hombres dictan
sus leyes y las imponen sobre las Leyes de la Naturaleza.
Y acabarán con todo. Malditos sean.
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