lunes, 28 de octubre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
LA DESAMORTIZACIÓN DE MONTORO Y LA REVOLUCIÓN VENIDERA
Aunque la palabra “desamortización”
suena a siglo XIX, creo que estamos de lleno en una ídem. Al estar en el mar se
ve todo de muy lejos, como si uno ya no viviera. Y yo miro a España y veo un
proceso que empezó hace unos años, está en trámite y será llamado “La
desamortización de Montoro”.
La culpa no es de Montoro, pero
será él quien se lleve la fama, como se la llevaron Godoy, Mendizábal o Madoz,
a pesar de que éstos no hicieran sino continuar la inercia o intentar paliar la
ineptitud de sus predecesores. Lo mismo le pasa al Señor Ministro de Hacienda del
Gobierno de España Don Cristóbal Montoro, último en llegar al esperpento del
siglo y que aun así será él el recordado por arruinarnos, perdón, por
desamortizarnos.
¿Qué es una desamortización? En el
siglo XIX se entendió por tal el llevar al mercado muchas propiedades que
estaban fuera de él, entendiendo a su vez que eso era bueno, era el progreso.
Había muchas fincas que no se movían, no se podían comprar, porque pertenecían
a la Iglesia,
o eran bienes comunes de los pueblos (pastos, bosques…), o estaban sujetos por
herencia a las familias (mayorazgos…) o a fines particulares (fundaciones,
capellanías, beneficios eclesiásticos…). A todos esos estados especiales se les
llamaba “manos muertas”, y por eso cuando un bien estaba en una mano muerta,
decían que estaba “amortizado”; por el contrario, “desamortizar” sería sacar
los bienes de ese estado de parálisis, devolverlos al mercado.
El Estado pensaba que era preciso
que esa propiedad pudiera ponerse en CIRCULACION (NO VOLUNTARIA, SINO POR LEY),
pues de esa manera podría conseguir dos FINES: 1) cobrar impuestos por las
ventas y la riqueza creada previsible, y con ello mejorar su tesorería para lograr
el bien común, y 2) los ciudadanos podrían adquirir terrenos donde desarrollar
agriculturas extensivas y generar industria. La idea era buena, aunque tenía
una PEGA: provocaría la desaparición de las clases sociales que vivía bien en
el sistema anterior. Esas clases eran dos, la primera la Iglesia a la que se le
quitaron inmensas riquezas, y la segunda la clase pobre y rural, que subsistía
gracias a esas riquezas de la
Iglesia y a esos aprovechamientos de los bienes comunes de
los pueblos.
Sin embargo, la desamortización
fue perversa, porque ninguna de las dos finalidades era limpia. La finalidad de
dotar de ingresos al Estado sólo sirvió para paliar los gastos de corrupciones
y guerras civiles (dinásticas-carlistas, ideológicas-constitucionales) o exteriores
(imperialistas) para lucimiento de nuestras dos Españas en su lucha por el
poder. La finalidad de hacer circular la propiedad sólo sirvió para que la
adquirieran los más ricos, los que podían pujar en las subastas. Eso hizo que
la propiedad se concentrara aún más que antes, en manos de unos pocos, que para
colmo a partir de entonces ya no dejaban a los más pobres pastorear, recoger
leña, forrajear, etc., viéndose obligados muchos de ellos a emigrar a las
ciudades o al extranjero siendo pasto del capitalismo más crudo.
Por descontado, detrás de cada proceso de este tipo vino una revolución
y mucha sangre.
Hoy estamos en otro proceso desamortizador, aunque no se le llama así
porque el palabro tiene mala prensa. Veamos, se dan todos los elementos que he
citado antes:
Se están poniendo muchos bienes en CIRCULACION, y de forma NO VOLUNTARIA.
Esos bienes, en nuestro tiempo, son las propiedades e industrias de la clase media.
Muchos pequeños propietarios (o sus abuelos) que habían invertido en viviendas
las están perdiendo por desahucios hipotecarios, quiebras, ventas a pérdida en
caso de inversión en varias, etc., más la imposibilidad de adquirir nuevas para
los más jóvenes pues nadie les da un crédito. La presión fiscal hace además
imposible mantener muchas de las propiedades que igualmente van cayendo en
manos del fisco, los subasteros, los bancos, los trapicheos o las ventas raras a
favor de especuladores inmobiliarios. En cuanto a las industrias, también están
circulando, todas hacia el mismo sitio, hacia la desaparición, se van
vendiendo, cerrando, se traspasan por cuatro duros…
Antes, esas propiedades e industrias eran, hasta cierto punto, “manos
muertas” como las del XIX aunque no nos demos cuenta, y lo eran porque los
padres no querían venderlas (es decir, eran manos muertas no porque la ley impidiera
venderlas sino porque sus dueños las querían para poseerlas y rentabilizarlas
en lugar de liquidarlas) intentaban
pasarlas a los hijos de generación en generación, las industrias se fundaban
para mantenerlas, vivir de ellas y pasarlas a los hijos como empresa familiar…
ni los inmuebles ni las industrias estaban pensados por la clase media como
objeto de venta sino como medio de vida, y nadie vende su medio de vida, salvo
los piratas. La perversión empezó cuando a los inmuebles se les empezó a
aplicar eso de que debían entenderse en todo caso como elemento de mercado
(cuando no lo era), para así aplicarle más impuestos (y por ello empezó a
tributar en renta la propiedad de vivienda aunque no estuviera alquilada, pues
se presumía que Usted puede alquilarla aunque no lo haga y si no lo hace es
tonto); o empezó a aplicarse al valor catastral el criterio de acercarlo al
valor de mercado, como si uno fuera a vender siempre su vivienda e irse debajo
de un puente a residir, y lo mismo en cuanto a las herencias aplicándoles el
valor de mercado cuando lo cierto es que gran parte de los bienes de herencias
no se quieren vender pues tienen valores sentimentales y familiares de carácter
diferencial o sencillamente no se pueden vender porque no se puede prescindir
de ellos… Pero no, nos empezaron a aplicar el cuento de que todo lo que no queríamos
transmitir era “potencialmente transmisible”, y al final hemos llegado a que
sea “obligatoriamente transmisible”, se está vendiendo o cerrando a la fuerza,
porque nos obligan a ello con el sistema que se ha fomentado, de modo que toda
una clase social se está quedando sin propiedad, o la perderá en los próximos
cinco años.
Los FINES también son los mismos: el primer fin era obtener ingresos
para el Estado que necesita buscar el bien común, pero que realmente lo único
que ha hecho es sangrarnos a todos para poder tener más dinerito con que
financiar sus guerras civiles, que ya no se
hacen con fusiles pero se hacen con votos, con jueces, con amiguetes y
amigotes, enchufados y toda la
Corte de los Milagros que lleva viviendo 30 años a cuerpo de
rey a costa de descalcificar a la clase media vendiéndonos el rollo del
bipartidismo necesario. El segundo fin era ofrecer los bienes circulantes a los
inversores, pero en este caso han hecho lo mismo que hicieron los del XIX: se
lo están quedando todo los mas ricos, los bancos, los inversores, los del IBEX,
los millonarios ésos que son cuatro gatos pero están dejando pobres a más de 12
millones de españoles y aún los que caerán. Los bienes que han arrebatado a
toda una clase social no se están aplicando al bien común o a enriquecer al
conjunto, sino que se lo llevan a las islas Barbados, lo invierten en Brasil,
lo deslocalizan en Marruecos o lo declaran en Andorra, cunado no lo usan para
comprar deuda del mismo Estado que les consigue el dinero en los foros europeos
para así salvar ambos la cara.
Con eso pasamos a la PEGA: Nadie en la clase media
ni baja está progresando, y para colmo ambos segmentos se están quedando sin la
posibilidad de recuperar su terreno en dos o tres generaciones pues están
perdiendo su medio de producción, como diría Marx. Se les está privando o
mermando en sus inmuebles, sus ahorros, industrias, actividades, su formación,
su sanidad, su ilusión, su salud, su cultura… El conventito del XIX es la
cooperativa del XXI; los pastos comunales del ayer son los colegios
profesionales y las guarderías y las universidades del hoy. Lo único que le está
quedando a esa clase que ya era propietaria, es volver a los tiempos del
proletariado que sólo tiene su capacidad de trabajar, cada vez más cansada y
menos “plusvalizada”, más indefensa y menos culta, más desconectada y más
idiotizada, para acabar pareciéndose a la masa de Metrópolis o de los cuentos
de Dickens.
Exagero, claro, porque en otros países están mucho peor. Bendito
consuelo para dejar de protestar contra el asalto a un modelo que nos hemos
dejado arrebatar por cuatro banqueros, cuatro brokers y cuatro mil ladrones con
coche oficial, que ni siquiera son ya de aquí.
Ah, y la Revolución,
que se me olvidaba.
lunes, 14 de octubre de 2013
EL HERMOSO AHORCADO Y LA FEA JUEZ
Se cuenta que, cuando el Rey José I entró en España e iba camino de
Madrid en su carroza, dos mujeres le observaron y una dijo a la otra: “¡Qué
hermoso ahorcado haría!”
Para quien no lo sepa, hablamos de José Bonaparte (el llamado Rey Intruso,
Pepe Botella, Rey Plazuelas, y un largo etcétera peyorativo derivado de que la
gente lo odiaba al venir impuesto por su hermano Napoleón, a quien también llamábamos
de todo -Napoladrón entre otras cosas-).
El pueblo había cogido una aversión especial a los franceses ocupantes
por múltiples motivos que no son del caso; sin embargo, esas dos mujeres aún
sabían tener el gracejo castizo de la asesina amable, la verdugo compasiva.
Desearía ver ahorcado al rey, pero no por ello dejaba de reconocer que era –pues
lo era- un hombre agraciado, apuesto y con encanto personal.
Por mi parte, me parece una de las anécdotas más deliciosas de toda la Guerra de la Independencia.
Hoy, doscientos años más tarde, tenemos democracia, Ministeros de Cultura,
enseñanza obligatoria, estamos globalizados y sabemos cómo saludan la Reina de Inglaterra y Sharon
Stone, tenemos tutoriales en Youtube para la mayor nimiedad y nos educan para
la ciudadanía por si falla la tele. En definitiva, se supone que somos la España más preparada de la Historia y que nos hemos
gastado un pastón en campañas de Igualdad, Feminismo y Democracia. Y ahí los
tenemos, a los más preparados de la
Historia llamando FEA a una juez.
Sólo saben de ella que es una profesional, técnica, trabajadora, callada,
jueza, funcionaria, autoridad. Pero la insultan llamándola FEA. Ah, y HORTERA.
Además de PEPERA.
Creen que lo que más le puede doler es que la ataquen en lo que creen
que para ella es lo principal: su estética, su belleza, su apariencia física.
Es más curioso aún que quienes así la insultan sean parte del sector ideológico
que más dice haber batallado por la dignidad de la mujer. Y más curioso aún, e
indignante desde el punto de vista político, es que nadie desde la cúpula de
esos sectores haya reprobado a sus “bases” o “fieles” el orientar de esa manera
su protesta.
Por descontado, a nadie se le ha ocurrido –para defenderla- reaccionar
como se debe frente a lo que son unos verdaderos delitos de insultos y de
coacciones. Tampoco a nadie se le ha ocurrido –para atacarla- recusarla si es
que es verdad que se deja llevar por su peperismo. Para qué recurrir a cosas
tan aburridas como una denuncia o una recusación, eso pasaría en países
civilizados pero no en España.
No esperaba yo una denuncia ni una recusación, pero sí una nota –mínima,
en la página de contactos de un periódico, o en las noticias de la Sexta de ésas que ponen al
volver de la publi una vez al mes contra la izquierda para presumir de
periodismo-. Pero ni eso.
La única que ha dicho algo es Susana Díez, que está queriendo demostrar
que hay cerebro más allá de ZP y Rubalcaba, y no lo está haciendo mal si además
de cerebro para pensar demuestra tener manos para actuar. Pero se ha quedado
muy pero muy cortita en su “protesta”, pues ha dicho aquello tan peneuvista de “condeno
todos los ataques o insultos a los jueces” (más o menos). NO, Doña Susana: ya
que se pone Usted a condenar, hágalo bien o quedará peor aún. No diga eso de “todos”,
porque aquí lo que ha habido es un ataque muy FEO Y HORTERA a una juez en sus
propias calles de su Sevilla, en sus Juzgados, a la puerta de su casa prácticamente.
Lo que hay que decir es “Condeno los ataques e insultos a la
Juez Alaya, por ilegales y por
injustificables, y además condeno todos los demás ataques semejantes”. Hay
veces en que, cuando uno quiere ser valiente, debe serlo de verdad o no serlo.
Pero en fin, Doña Susana es lo más a mano que teníamos para quedar bien,
ya que Bibiana está con Caperucita en Manhattan.
Ya lo ven, en la España
inculta y navajera la gente tenía más gracejo para aludir a un rey, y lo del
Hermoso Ahorcado ha pasado a los libros. No creo que ninguno de los gritos vulgares,
twitteados y “predictivos” de los manifestantes de los ERES y las gambas de UGT pase a ningún anal
–va sin segundas-.
Y es que antes, en España, hasta la incultura era sagrada. Ahora sólo es
sagrado el aborto.
miércoles, 9 de octubre de 2013
LOS SALARIOS DE DON MONTORO
Ha dicho el
Señor Montoro,
Ministro de los Erarios,
que han subido los salarios
en la vieja Piel de Toro.
Piensa el ministro que el oro
vuelve a manar de la fuente
rebosando alegremente
por las nóminas de España,
y yo digo que se engaña,
o que el espejo le miente.
Señor
Montoro, salarios
ya no quedan entre nos,
ni queda un duro, ni dos
con que alegrar los osarios
de este reino de incensarios
que antaño tuvo dinero.
No se ponga jaranero,
que sólo quedan subsidios
para pagar los presidios
de su viejo tesorero.
Aunque quizá
se refiera
con tamañas mejorías
a Ustedes, las Señorías
de política carrera,
pues a Ustedes la cartera
sí les engorda y les crece
y a todo el que les parece
merecedor de favores…
¡Ay, Montoro, echando flores
mientras el pueblo perece!
jueves, 3 de octubre de 2013
LOS HOMBRES DE ROJO Y EL PAPA
Ocho hombres sin piedad,
junto al Papa. “C-8”
lo ha llamado alguien y con razón, como paralelo al G-8 que analiza las cosas
del mundo; aquél las almas. El Papa se ha reunido con 8 cardenales, hombres de
rojo que han auditado la Iglesia Católica
como los hombres de negro auscultan la España Caótica. Y ahora a
esperar.
En el grupo -que con el Papa
son 9- hay tres que hablan castellano aunque ninguno es español (si lo fueran,
tendrían que entenderse con pinganillo), así que un tercio de la reforma de la Iglesia se decidirá con un
relaxing café con leche. El obispo de Solsona no ha sido invitado, lo cual es
lógico pues el Pontífice quiere gente interesada en el futuro del mundo y no en
el pasado de una pista de tenis.
Pero ahí están, dispuestos ahora
a licuar todas las propuestas que les han remitido desde allende las diócesis.
Ojo y cuidadín, porque las recogidas generales de propuestas han sido a veces
el preámbulo de revoluciones, y si no miren lo que pasó con los “cuadernos de
quejas” promovidos en Francia para los Estados Generales de 1789.
Dicen que dijo Napoleón eso
de que “si quieres aparcar un tema, nombra una comisión”. El Papa ha nombrado
la suya no tanto como órgano sustitutivo de la Curia sino como grupo de consejeros (con ello,
por cierto, apunta maneras en cuanto a desmontar el dogma de la “Infalibilidad
del Papa”, tradicionalmente malentendido por otro lado). Lo que habrá que ver
es si, tras su trabajo, la comisión de cardenales va a ser una forma de aparcar
los conflictos o una forma de afrontarlos. La presunción debe ir a lo segundo
si miramos la composición del grupo, o sea que parece que va en serio, lo que
tampoco significa que el Papa se vaya a vestir ahora de Elvis.
El suplemento del ABC de hoy
es una pequeña joya que cuenta muchas cosas al respecto. Incluye una entrevista
con Eugenio Scalfari -fundador del diario italiano La Repubblica- que es una
pieza maestra de periodismo y que podría representarse en los teatros como un
diálogo olímpico entre un creyente que es Papa y no creyente que no es
anticlerical; un punto más de ciencia y parecería sacado del San Manuel Bueno
Mártir de Unamuno. Incluye un buen puñado de frases de Bergoglio que si fueran
del Che Guevara o de Gandhi estarían en los posters de media juventud pero como
son del Papa no servirán ni para envolver bocadillos, allá cada uno, Ehret wen Ihr
auch wollt (admirad a quien queráis) que dijo Goethe en las Elegías de Roma y sólo
yo sé quién me lo escribió en una dedicatoria, que la otra ni se acordará.
El Papa, en este momento en
que sabe que se juega a cada fotograma un lustro de oxígeno, ha programado una
visita a Asís, la cuna de Francisco el otro, el que amansó al lobo, el
franciscano y no jesuita. Ha recordado la ineludible llamada que sintió el
italiano cuando, estando rezando en la iglesia derruida de San Damián, una voz le dijo “restaura mi iglesia”, y así lo
hizo con unos cuantos iluminados como él, mientras en el convento del mismo San
Damián quedaba su espejo Santa Clara para fundar las Clarisas; ha recordado también
el Papa como guía a la clarisa Santa Teresa de Lisieux, cuyos únicos méritos
eran la bondad y la ternura, y ha recordado también el ABC el libro de Sergio Gobulin La lista de Bergoglio, donde cuenta las veces en que el entonces obispo se jugó
la vida para salvar a tantos perseguidos por la dictadura argentina, aunque
habrá muchos que prefieran desde su sofá de sky warholiano hablar de un Papa-facha.
Claro, no es lo mismo lo políticamente correcto que lo políticamente correcto
(no es una errata, si acaso un error).
A lo dicho, “Francisco,
restaura mi Iglesia”, y trabajo tiene. El Papa Francisco está abriendo una caja
de Pandora en los tiempos del Panduro, la lista de Malaquías hablaba de
antipapas y las listas de espera le obligan a hacer cola como a casi todos, él
ha formado su comisión y la Noche
de los Capelos Largos está servida aunque aún no sepamos cuáles serán ni si serán
rojos o púrpuras… o blanco. Habemus Papam, y ojalá que no se quede en un mero
Habemus Fumatam.
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