miércoles, 20 de abril de 2011

LOS CIEN MIL MILLONES DE SAN LUIS

Hace unos 190 años (en 1823) vinieron a España los Cien Mil Hijos de San Luis, que ni fueron tantos ni tan de San Luis. Los mandaron las potencias europeas, para rescatar a España de sus propios problemas una vez visto que nosotros éramos –desde su punto de vista- unos incapaces.

Hoy, casi repitiendo la Historia, se dice que Europa nos tendrá que rescatar, con unos cien mil… millones de euros, que tampoco serán tantos, ni tan euros. A la vista de las últimas subastas, las noticias de Grecia, el raquitismo de Portugal y nuestras propias declaraciones (Zapatero y China, el Titánic, Aznar, los sindicatos, etecé), los mercados perciben que España sigue en un tris de peligro. Como vamos presumiendo por ahí, hey, de que ya no necesitamos más reformas, y aquí sigue siendo necesario un lifting público más radical que el de Marujita y una reforma laboral más profunda que la garganta del Watergate, los inversores han vuelto a poner cara nuestra deuda y los bancos han vuelto a leernos el cuento de los Morosos Amorosos.

La pena de todo es que la Historia se repite, y nunca aprendemos. Cuando Europa vino a nuestro rescate en 1823, España se hallaba inmersa en una nube flower-power de liberalismo, tras el golpe de Riego de 1820 y su restauración de la Constitución de 1812. No seré yo quien critique a la Pepa, a la que guardo todo mi cariño, pero tampoco caeré en lo facilón y políticamente correcto de hablar maravillas de aquél trienio liberal y desechar todo el resto, porque el tirón liberal también fue el de una minoría burguesa que sólo miró a sus libros y no al pueblo al que decía salvar. El levantamiento de Riego dividió al país tanto como lo había dividido Fernando VII, y echó al traste la posible recuperación de España tras la ruinosa Guerra de la Independencia contra Napoleón. Las tropas alzadas en Cabezas de San Juan eran las que iban a pacificar las ya bastante controladas sublevaciones de América, que así se perdió. América se hubiera independizado igualmente, era su destino y hoy les felicito por ello desde España como hermanos que somos, pero mucha sangre derramada en esas campañas podría haberse ahorrado, ya se habían iniciado reformas y reconocimientos que, durante las Cortes de Cádiz, podían haber encauzado el ánimo libertario hacia un sistema organizado de soberanías coordinadas que culminaran en una especie de Commonwealth hispana, al estilo de la que luego ensayó la Gran Bretaña. El sueño de Miranda podría haber sido también el de Bolívar, San Martín y Santander, y no tanto la guerra sin cuartel que despellejó los Andes y las llanuras venezolanas. Si la independencia americana hubiera llegado una o dos generaciones más tarde, de forma ordenada, hubiera encontrado a una España más recuperada y menos dependiente de Europa. Fernando VII se amparó en Europa, pero no sólo él sino amplios sectores de la población que abrieron los brazos a los mismos franceses a los que diez años antes perseguíamos con navajas.

Vinieron a rescatarnos porque éramos tan absurdos que preferíamos la ruina global antes que ceder el mando al otro; vamos, tal cual ahora. Eramos tan soberbios que llevamos la ideología hasta la ruptura social, y así nos fue, lo perdimos todo, nos intervinieron los europeos, trajeron aquí a sus jefazos de compañías navieras, mineras, ferroviarias, lo dimos todo en concesiones y acuñamos el “que inventen ellos”. El fútbol español sabe mucho de eso: el decano de nuestros equipos es el Huelva, porque los ingleses que habían abducido las minas de Rio Tinto y el Jerez nos enseñaron al menos algo divertido. No sé si dentro de otros 190 años habrá otro corsario echando pestes de la desunión y la ruina.

1 comentario:

  1. Genial Corsario Zarafín la reflexión sobre las colonias de América,; Siempre caemos en los mismos "Horrores",un antepasado mio _imagino porque somos muy pocos- era diputado en las Cortes de Cádiz por la rama liberal (Mejias Lequerica) y representante por Nueva Granada (Venezuela,Colombia,etc) todo un simbolo de la oportunidad perdidade acabar bien algo que habia empezado mal, la conquista del nuevo mundo.

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