jueves, 23 de febrero de 2012

EL 23-F Y BORGES.

  
El señor de Singapur que a veces entra en el blog quizá no sepa qué significa “23-F” para un español.

No se lo voy a contar todo, no crean, que iría para largo. Pero sí puedo decirle algunas cosas para que nos conozca (no he dicho entienda) mejor.

- Ese día, 23 de Febrero de 1981, hubo un intento de golpe de Estado en España.
-  El golpe fue, esencial y visualmente, militar, si bien han quedado sin aclarar (o no de forma unánime) las posibles tramas civiles y/o políticas que pudieron haber estado detrás del mismo, o a su lado.
- Los motivos principales que parecían esgrimir los golpistas fueron la debilidad frente al terrorismo vasco, el separatismo creciente (en Cataluña y otras zonas) derivado del desarrollo constitucional, y lo que ellos entendían como degradación de la sociedad heredada del franquismo.
- La imagen del Teniente Coronel Tejero entrando en el Parlamento Español y secuestrando a Gobierno y Diputados dio la vuelta al mundo, y sumó un eslabón más a la leyenda negra de la España de pandereta y palo.
-  En toda la geografía española, sólo hubo una Región Militar que se incorporó efectivamente al golpe, la de Valencia, emitiendo un comunicado en nombre del Rey y llenando Valencia de tanques.
- El Rey de España compareció ante la televisión, rechazando cualquier complicidad con el golpe, y ordenando a los militares el respeto a la Constitución de 1.978.
- Todos los militares, incluyendo los dubitativos y los ya alzados, acataron la orden del Rey, que a partir de entonces fue considerado el salvador de la Democracia.
-  Cada español recuerda qué le ocurrió ese día, al igual que muchos recuerdan donde estaban cuando mataron a Kennedy, o cuando el atentado en New York contra las Torres Gemelas.
-  Desde el 23-F, los militares no volvieron a tener protagonismo alguno en la política, salvo algún pequeño posible amago en el año siguiente. Tampoco el gobierno de entonces (partido de UCD, mandado por Calvo Sotelo, durante apenas un año) hizo nada para resolver el malestar de los militares, cuya falta de cauces de expresión abocó a algunos de ellos a simpatizar con el golpe. El Gobierno siguiente, socialista (PSOE 1982, con el ministro de Interior Barrionuevo), mostró mucha mayor sensibilidad hacia el malestar militar, quizá por la falta del complejo franquista que había atenazado al gobierno anterior. Mostró mucho mayor interés en resolver el problema terrorista y se acercó de forma más humana a los agentes, subió algunos sueldos a las fuerzas del orden y promovió una ley antiterrorista finalmente corregida. En el ámbito regional promovió un intento centralizador a través de la llamada LOAPA, (Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico) que en parte fue tumbada por el Tribunal Constitucional, si bien casi nadie se ha leído la sentencia porque todo el mundo dice que la sentencia fue una victoria autonómica cuando en realidad vino a decir que centralizar era mucho más fácil de lo que todos pensaban.

  Hasta ahí un resumen frío del golpe. Yo no pude estar porque es el futuro, pero alguna vez he soñado que tenía un examen de matemáticas al día siguiente, y que los tanques pasaban por la puerta de mi casa, en la radio sólo se oía un bando militar que ordenaba estar en casa y amenazaba a aquellos que formaran un grupo de tres o más en la calle. Todo en nombre del Rey de España. Estaba con mi hermana, y mis padres se hallaban a 500 kilómetros. La gente, al oir las primeras noticias, se iba corriendo a los supermercados a llenar el carrito, algunos se ponían a cantar emocionados en medio de los pasillos del súper, otros echaban a correr espantados, la gente desapareció de las calles y dejó paso a las tanquetas. A la mañana siguiente se veían en el asfalto las marcas de las orugas de tanque chafando el betún.

   He metido a Borges en el título porque en aquél entonces mi hermana me había hablado de él, y me había pasado Ficciones. No sé qué cambió más mi vida, si Ficciones o el 23-F, pero vinieron prácticamente juntos. En Ficciones había un relato llamado “El jardín de senderos que se bifurcan”, y es ese título el que me sirve hoy.

   Antes del 23-F, muchos españoles de edad corta no habíamos sentido nunca el soplo del peligro o de la incertidumbre. Hasta entonces, muchos mayores habían evitado hablarnos de las guerras, los odios. La evolución de la democracia nos parecía como algo lógico, de Franco al Príncipe Juan Carlos y del príncipe a Rey, de Rey a Suárez y con Suárez la Democracia y Europa. Claro que oíamos en la calle protestas, y comentarios, algunos despreciativos hacia los cambios, otros impacientes, los nostálgicos y los utópicos aparecían cada uno por una esquina de la misma calle, a veces hasta se pegaban, pero parecía que todo iba a discurrir por una línea marcada por un dedo sordo y sabio, de nada servía oponerse al cambio ni intentar forzarlo porque íbamos a acabar, irremisiblemente, siguiendo la misma línea.

   Así pensaba yo, y muchos más que recién nos habíamos pasado del pantalón corto al campana, y del blanco y negro al color. Entonces llegó el 23-F y nos enseño que los senderos se bifurcan, que nada sigue un continuo si no hacemos algo para que se mantenga en la dirección adecuada. Aprendimos que la vida democrática es un tren sometido al capricho de infinitos guardabarreras que a la mínima te cambian el rumbo y te llevan a su hangar. Hizo mucho bien a la sociedad aquella experiencia tremenda, una vez superada, pues nos hicimos mayores al ver que no podíamos dejar de estar pendientes entre bifurcación y bifurcación.

   El señor de Singapur –si no se ha dormido ya- debe saber que en aquél 23-F muchos se dieron cuenta de cuánto valía lo que teníamos, y de qué fácil era perderlo. Ese día  muchos aprendieron a amar algo que ya conocían sin pasión: la Pluralidad. 

  Han pasado 31 años desde entonces, y no quiero hacer un discurso lacrimógeno de nostalgia ni de máscara antidisturbios. Mi única queja frente a la sociedad española de hoy es que parece haber perdido la sensación de que saber elegir en el camino es importante. Parece darle igual el seguir una ruta que otra, porque piensa que en cualquier caso va a llegar a buen puerto, pero eso no es tan evidente cuando los senderos se bifurcan cada vez más o cuando, como en el caso de Borges, la bifurcación permanente está enmascarando un verdadero laberinto. Hoy no es el día de dar lecciones ni de dejarse caer a un lado u otro de la valla, no somos Humpty Dumpty ni tampoco el muro. Sólo me quedo con algo de entonces, dedicado al Señor de Singapur porque los españoles todos ya lo saben: aquél día fue el día en que el Jefe del Estado (que es el Rey de España) pidió acatamiento de todos a la Constitución (que es ante todo una Ley), en lugar de ir por otro camino.

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