viernes, 14 de septiembre de 2012

¿DE QUÉ SIRVE ENDURECER LAS LEYES SI LOS QUE MANDAN NO CUMPLEN NI HACEN CUMPLIR LAS QUE YA HAY?






Anuncia el Ministro de Justicia un endurecimiento de las leyes penales. Esto ya parece el guiñol de Valle Inclán, pero los privados como servidor tendremos que seguir reaccionando para que no digan encima que somos los culpables de no achuchar a “la llamada casta” (vaya aburrimiento de vida, sufrimos sus errores, los pagamos de nuestro bolsillo y encima nos echan la culpa de no haberles frenado a tiempo).

Gallardón quiere hacerse la foto con el Código Penal de Chindasvinto. A mí me cae bien, conste, -Gallardón, y Chindasvinto- pero si quiere gastar energía en arreglar los problemas penales de España yo tengo una idea mejor: ¿por qué no se esfuerza en que se cumplan las leyes flojitas que ya hay, en lugar de endurecerlas para tampoco cumplirlas?

Yo lamento casi en carne propia el dolor de algunos amigos políticos que tengo cuando se saca el tema de “la llamada casta”, y no sé si de verdad existe la susodicha pero lo cierto es que hay diversos criterios que dividen a los españoles en dos, y uno de los más dramáticos es el de "los que están sujetos a la ley y los que no". En el primer grupo estoy yo con mi burro delante y todos aquellos a quienes nos pueden multar por pasar 5 km de velocidad, por tardar cinco días más de la cuenta en pagar la basura o por caerle mal a un funcionario de ésos cuyas actas tienen presunción de veracidad.

En el segundo grupo están los políticos y no sé si alguno más. Vamos, los aforados, los privilegiados por sus tipos penales, los que nunca pagan lo que deben y nadie les persigue, los que pactan entre sí para no recurrirse ilegalidades ni para investigarse corruptelas ni para retirarse sus favores ni sus clientelas, los que siempre tienen quien les deba un favor o quien les tenga miedo, los del hoy por ti mañana por España, los que eligen a los jueces y a los jueces de los jueces y a los constitucionales que corrigen a los jueces… los que deciden de un día para otro qué es legal y qué no y casualmente siempre se salvan ellos por su propia campana que también acaban de aprobar, los que pueden convertir mis tesoros en basura y su basura en tesoro con una varita de BOE, los que hacen las leyes y amparan con ellas al poder para la supuesta eficacia de una mano diabólica, los que pueden hacer retroactiva al pasado una obligación mía pero nunca cumplen las que mejorarían mi futuro y me mandan a una caja llamada urna para llorar un voto, eso sí, de cuatro en cuatro años…  No es una casta, seguramente, o mejor, no es casta, no sé qué otra cosa sea. Por supuesto, dentro de eso que no es una casta hay de todo como en botica, pero concédanme que si el boticario tuviera que guardar, por sistema, su multicolor variedad de productos en frascos lacados de cianuro, alguien se sentiría legitimado para proponer: “oigan, ¿y no podrían usar frasquitos lacados de azúcar?”

Un buen Ministro de Justicia –y creo que Gallardón tiene mimbres para poder ser el mejor de la democracia- debe preocuparse de hacer cumplir la ley antes que de cambiarla. Y es que, si su pensamiento es que hace falta cambiar una ley porque la que hay no basta, lo primero que debe pensar es “¿por qué no basta la que ya hay?” “¿Por qué hay que agravarla para que la gente entienda que debe cumplirla?”. Eso debe llevarnos a otra pregunta: “¿Por qué la gente no cumple la ley?”

Obviamente, nada obedece a una sóla causa, y menos en las ciencias sociales. Pero –al igual que a la fuerza ahorcan-, a la fuerza nos centraremos en una de las causas principales: el malísimo ejemplo de los gobernantes.

No puede ser que en un Estado donde, por definición, se establece el monopolio del Estado en el ejercicio y cumplimiento de la ley, sea el Estado el primero que la incumple; y no sólo eso sino que exhiba garbosamente su incumplimiento, es como si el torero quisiera hacer a la vez de espontáneo.

Tenemos un sainete de país, donde los de Izquierda Unida y sindicatos asaltan fincas y se lanzan a las piscinas, roban en supermercados y vejan a las cajeras, los presidentes de autonomías se niegan a aplicar las leyes fiscales, declaran independencias, engañan con sus cuentas, estafan con sus subvenciones, los alcaldes y concejales queman banderas, no las colocan donde se debe, arrasan en los puticlús o se suben los sueldos por encima del primer ministro, los amigos de todos estos se colocan en las cajas y en las concesionarias y en las empresas públicas y tal y tal y se despiden con millones después de arruinarnos, los del PSOE se apuntan a todas las pancartas y a todas las acampadas y ahora a los muros del silencio mientras se bilocan mentalmente como Santa Ludwina para estar a la vez en el Estado y contra él véase PSUC, PSE y demás retratos de Dorian Gray. Y el PP, amigos, el PP observando todo eso y sin hacer nada, yéndose a Delfos a preguntar al oráculo si la quema de la bandera que acaba de ver por la tele pooodríiiiaaaa tener indicios de delito, o si el “podrá” de un tercer grado es un “deberá” en la Utopía de Moro, o si la independencia de Mas es un Te Quiero coqueto, o si la marcha de los gremlins por Andalucía merece descolgar el teléfono o si es mejor no invocar al fantasma de Casas Viejas porque a Aznar le gustaba Azaña… todo por el temor a prevaricar (uuuuhhhh, susto), cuando el ministro del Interior debería saber que igual de prevaricación en una autoridad es hacer algo ilegal como no hacer lo que la ley le obliga a hacer.

Una cosa que nunca entenderé es cómo los gobernantes no asumen el EFECTO DEMOLEDOR que tiene en la sociedad el mal ejemplo de los que mandan Y cuando digo “los que mandan” lo digo en sentido superamplio, es decir, incluyendo a todos los designados para cargos públicos, más sus compañeros de partido que se enteran de todo, más sus compañeros de otros partidos que también se enteran de todo pero se encubren por corporativismo, más sus asesores y beneficiarios y paniaguados y consejeros delegados y liberados y demás aspirantes a matar al padre… todos esos que se consideran siempre a salvo del Incendio del Borgo, con derecho a bote del Titánic, y que poseídos de su impunidad aprovechan todo lo que pueden antes de que den las doce y se conviertan en calabaza.

Los partidos han sido sobredimensionados en muchísimas cosas, y una entre ellas es la sobreprotección que ellos mismos se han propiciado. Las vacas de la India no son una casta, pero seguramente ellas a sí mismas se deben considerar así viendo la sobreprotección de que gozan, y es comprensible que la utilicen pues, al fin y al cabo, deben haber llegado a convencerse de que “ser diferente es lo normal”.

Hay muchísimo que cambiar, señor Gallardón, pero ya le aviso de que son muy pocos los delincuentes que se echan atrás por un endurecimiento de las penas. Al revés, los que se suelen echar atrás en tal caso son los jueces, que acaban diciendo: “pobrecico éste, como le voy a condenar, si en tal caso me veo obligado a meterle doce años en prisión…”. Esto que digo no es ninguna tontería, y les pongo un ejemplo: en la supuesta protección del medio ambiente, la configuración de los delitos ambientales en lugar de su consideración como falta administrativa no ha supuesto apenas mejoría, pues cuando algo es penado como delito actúan muchas más garantías a favor del supuesto infractor, y además los jueces tienen muchísima más cautela antes de condenar, con lo que al final el resultado puede ser contraproducente.

Por eso, señor Gallardón, piense mucho antes de cambiar la ley, y no se lo piense dos veces antes de exigir a los suyos y a sus colegas que cumplan las que ya hay.

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