Hace falta
entrar en la Catedral de Valencia y acercarse al altar mayor en un día de
diario. Eso ya descarta al 98 % de los españoles. Para el resto, y para los
extranjeros normales, les propongo una experiencia para entender qué significa
realmente “apócrifo”.
Rajoy ha
metido la pata sin saberlo al aludir a los papeles de Bárcenas como “apócrifos”.
La suerte que tiene es que sus contrincantes, en lugar de dedicarse a leer,
prefieren salir a la calle en invierno y se les congelan las sinapsis entre
grito y litrona. Lo que no hizo la LOGSE lo hará el entusiasmo demócrata.
Rajoy ha
querido decir que los papeles que publica El País son falsos. Pero apócrifo no
significa “falso”.
Vuelvo al
principio: la Catedral de Valencia. En el crucero de la Catedral quedan algunas
obras de arte que no se llevó por delante la alegría legítima de 21 de Julio de
1936. Entre ellas figura un conjunto de 12 imágenes de óleo sobre tabla, y entre
ellas una de Yáñez de la Almedina de 194 x 227 centímetros (supuesto alumno de
Leonardo) titulada La Dormición de la Virgen. Alude al episodio en el que la
madre de Jesús quedó dormida para poder ascender a los cielos, pues la muerte
no la alcanzó.
El cuadro
tiene algo maravilloso. Aparentemente se trata de una escena ordinaria dentro
de lo extraordinario que rodea a cualquier concepto religioso. Vemos a una
mujer recostada en su lecho mortuorio, y a diversos personajes que la acompañan
en su final terrestre, discípulos, evangelistas… hay cuatro de esos personajes
que portan o leen un libro en posiciones espontáneas; se trata de los cuatro
evangelios llamados canónicos (Mateo, Lucas, Marcos y Juan). Uno puede mirar
ese cuadro docenas de veces y no fijarse en una cosa que yo les diré ahora y
que hace falta que se la digan a uno porque si no puede uno morirse o dormirse
mil veces si descubrirlo: debajo del almohadón de la Virgen hay otro libro, del
que apenas vemos los bordes. ¿Qué significa?
Significa que
ese libro es el texto donde aparece relatada la Dormición. Como tantas cosas de
la imaginería cristiana, hay muchos relatos que no figuran en los cuatro evangelios
principales sino en otros textos, o incluso en la tradición oral. La Dormición
de María no es narrada en ninguno de los cuatro evangelios “canonicos”, sino
que aparece concretamente en los textos de Juan el Teólogo, el Evangelio de
Bartólomé, el Tránsitus Latino, y la narración de Juan, Arzobispo de Tesalónica.
El momento
clave para todo esto fue el año 325. Constantino el Grande quiso rentabilizar en
beneficio del Imperio el ímpetu de una religión cristiana que se negaba a
desaparecer, así que encerró (con sello, de ahí lo de Con- silio) a todos los
obispos en Nicea para obligares a adoptar una serie de medidas, de unidad
institucional, de unidad contra el arrianismo, de unidad doctrinal… todo para
instrumentar un nuevo arma para perpetuar la gloria de Roma ya fuera en Roma o
en Constantinopla. Una de las consecuencias fue que la Iglesia debió reducir
todos sus relatos sobre la vida de Jesús a cuatro, descartando todos los demás. Los evangelios salvados fueron llamados canónicos simplemente porque los cuatro actúan como un "canon", siguen un mismo orden (que tampoco es tan cierto, pero no entraremos en esto).
Los textos “descartados”
fueron los “apócrifos” (apokryphos no significa falso, sino oculto u ocultado).
Los evangelios apócrifos fueron, simplemente, los que no cupieron en el saco de
cuatro que se decidió proclamar como mensaje oficial de la vida de Jesús de
Nazaret.
Con el tiempo,
y por la aureola de disidencia que podían fomentar, se fue pasando de la
connotación de “ocultado” a la de “oculto”, y de esta a la de “falso”. Es cierto
que la nota de oculto podía hacer referencia también a ciertas partes de los
textos que parecían más dirigidas a un grupo de iniciados que a una audiencia
heterogénea y no selectiva; pero eso son matices que la propia Historia de la
Iglesia fue adquiriendo a veces a favor y a veces en contra de su voluntad. En
estas Navidades hemos tenido otro ejemplo de esta riqueza con la polémica sobre
la mula y el buey del Belén o sobre el origen hispano de los Reyes Magos; se
trata en muchos casos de datos que revolotean en los textos y en la tradición y
sobre los que la Iglesia ha basado muy poco la trascendencia de su mensaje, al
revés de lo que hacen sus detractores que se entusiasman cada vez que se dice
en voz alta que muchas de estas referencias tienen un valor más tribal que
trascendente. Allá cada uno con lo que busca.
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