lunes, 9 de abril de 2012

MIS GAFAS DE 3-D



   Tengo en mi camarote una vitrina donde pongo las cosas que nunca más usaré. En ella conservo mi cédula caducada de corsario, mis medallas y la llave de una casa. Ahora añadiré unas “Gafas de ver cine 3-D”.

   O sea, para los más modernos: no pienso volver a ver una película 3-D.

   Soy mayorcito, pero no debe ser ésa la razón por la que la tecnología me espanta. De hecho no me espanta, o no sólo por eso; adoro cada nueva tecnología porque me hace enamorarme más aún de quienes usaban la antigua. La técnica es como el Doctor Jekyll y Mr Hyde, como Dorian y su Gray, o como Vincent y Theo Van Gogh, tiene un lado interesante y uno prescindible, no digo cuál es cuál. En el caso del cine 3-D, me temo que lo prescindible es tan irritante que se convierte en nocivo, así que deduzcan Ustedes.

   Cuando un nuevo aparatillo se pone al servicio del arte todo es una fiesta de la creatividad. Pero cuando es el arte el pretexto del aparatillo, para lucimiento de tres cerebritos de la Play, me dan ganas de pedir que me devuelvan el dinero porque yo he ido al cine a dar consuelo a mi alma y no a violentar mis neuronas. Me venden la asna de que me dan más, pero yo creo que me dan menos que antes.

   Digo esto desde un heroico esfuerzo de empatía, que es el arte de ponerse en el lugar del otro. Pues bien, me he puesto en el lugar de un director de cine al que encargan una Peli-3D, y en seguida he sacado las siguientes conclusiones:

1)  me van a pedir que quite minutos de diálogos y de cosas a la medida del hombre para meter cosas totalmente fuera de lo normal, sustos al público, piedras que se van hacia las butacas, caras que gesticulan mirando al público como en la familia de Carlos IV pero sin cristal en medio, bombas que estallan hacia las palomitas y la pepsi provocando espasmos en la fila de los mancos, velocidades que nunca se han visto para cosas que nunca se han visto...

2) me van a obligar a filmar las escenas de diálogos con tomas por separado para cada personaje, porque cada uno debe estar en un plano diferente para justificar la necesidad de la dichosa gafa y eso hará que los personajes no puedan mirarse y que yo no pueda poner a los actores abrazándose ni tocándose ni mirándose a las pupilas y renunciar al plano-secuencia, o sea más cartón y más vacío que en una huevera de docena;

3) me van a obligar a poner permanentemente cosas grandotas en primer plano que me coman la mitad de la pantalla para seguir demostrando que ha valido la pena pagar un pastón a los listos del 3-D, o sea bye-bye panorámicas;

4) me van a obligar a prescindir de Shakespeare y de todos aquellos que metían el teatro dentro del teatro y el espectáculo dentro del espectáculo en una caja de tres paredes en la que nosotros éramos la cuarta, porque ahora todo será como en la Fura dels Baus en la que la cuarta pared está tras nosotros y el director juega con nos en lugar de nos con su historia.

   Aparte de eso, por supuesto, mi inutilidad, mi amor al vinilo y al papel de calco, mi pasión por los libros de otros con notas a lápiz, mi afecto por los perros sin raza esto es de más de una, mi gusto por el olor a alquitrán y a cáñamo de vela y a aguardiente malo y a ancla oxidada, qué le voy a hacer si para mí 3 Dimensiones es lo que tiene un delfín y no una gafa.

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