viernes, 24 de agosto de 2012

EL MILAGRO DE BORJA




Voy a adelantarme para parecer listo. No sé si me adelanto a los informativos de Ana Pastor (para cuando vuelva, espero que pronto) o al programa de Iker Jiménez, pero estoy seguro de que más pronto que tarde otros empezarán a decir lo mismo que yo.

Va del Eccemono de Borja, como España lo ha bautizado. Y perdón por la irreverencia que no lo es, en ese nombre no hay demérito alguno como no lo hay en llamar Miguelete al campanario de San Miguel de Valencia, es una forma de humanizarlo y apadrinarlo, convirtiéndolo en un primo más de la familia al igual que se hacía con los cañones y con las torres de asedio dándoles un nombre. Quien tenga otro mejor que lo proponga, porque lo que está claro es que el desdoro sería seguir llamando Ecce-Homo o Cristo a lo que ha perpetrado Cecilia, aunque lo haya dejado como un idem. Como diría Peñafiel, “¡no pue ser!”

Bien, pues ahora diré lo políticamente incorrecto, para seguir la costumbre. Señores, yo creo que en Borja ha ocurrido un milagro. Es tan imposible que en cabeza humana se pergueñe lo que ha ocurrido, que sólo la inspiración divina podría haberlo maquinado. Lo de Cecilia debe ser un complot de sacristía para dar cuerpo a una leyenda y que parezca humano lo divino. Igual que en otra cara religiosa portadora de un mensaje, la de la Verónica, surgió una leyenda universal de lo que es el hecho en sí (Verónica viene, simplemente, de Vero Icono, o sea verdadera imagen, y de ahí un nombre), aquí hay otra cara icónica que va a conformar una leyenda que ya está dando la vuelta al mundo, y lleva su mensaje.

Ha ocurrido en Borja, de donde salió en su día la familia que, trasplantada a Xátiva (Valencia) dio al mundo dos Papas españoles (Calixto III y Alejandro VI) y un apellido de fábula. Serán criticables por quien los critique (el libro de Apollinaire es demoledor) pero lo cierto es que gracias a ellos la “Mano de Dios” Dieguito habla español y no portugués, y lo mismo pasa con Messi que habla castellano y no catalán, todo sea porque en su día hubo un papa valenciano que desde Roma partió el mundo dando una mitad a España (sí, ahora vendrán los que dicen que España no existía, y tal y tal, cuando quieran nos lo jugamos a los chinos)

Pues bien, lo del Eccemono es una segunda entrada de Borja en la Historia de España para dar protagonismo a nuestra Iglesia, como ocurrió con los Papas en el siglo XV. En el siglo XXI el mensaje es otro y lo digo resumido: “Esto es el síntoma de lo que está ocurriendo con la Iglesia de España”.

El asunto inmediato consistiría en que la Iglesia tiene atribuidas –por pura tradición, o status quo- una infinidad de situaciones, esferas de la sociedad, hábitos, presencia, que vienen de siglos y que hasta hace poco podía sobrellevar, incluida la conservación de un maravilloso patrimonio histórico-artístico que, según dicen, es el segundo más importante del mundo. Ahora, la conservación de ese patrimonio está en peligro, en parte por el acoso que está sufriendo la Iglesia en España.  

Ese patrimonio, aunque les fastidie a muchos, es de la Iglesia porque la gente lo ha ido donando con su mayor amor durante siglos, ha sido otorgado en testamento, ha sido comprado con limosnas porque a la gente le gustaba tenerlo en sus ermitas, ha sido conservado con grave riesgo de la vida en épocas revolucionarias (en todos los pueblos se conocen historias de este tipo, en el que las gentes del pueblo incluso de ideología anticlerical han salvado cuando han podido sus imágenes por ser un resto del alma popular que merecía ser respetado, como los olmos de la plaza o los caños de la fuente). Y lo han donado no a la Diosa Razón ni al Estado ni a la Ley ni a la Constitución ni a la Diputación Provincial o a la concesionaria de Basuras; lo han donado a aquello que les hace sentir algo, que les aporta algo de carácter moral, trascendente. En su momento nadie se planteaba si eso era de la Iglesia o si es de España, si la Iglesia tiene derecho a disponer de ello o el Estado tiene un derecho preferente, si debe incluirse en la contabilidad vaticana o en la de Montoro… porque daba igual, todo formaba parte de una unidad, antes de que los Estados decidieran que ser Estado significaba ser laico (ojo, me parece bien que lo sean, pero siempre que sepamos lo que significa ser laico y que entre laico y maoísta hay muchos grados).

Todo eso del patrimonio histórico-artístico no tiene nada que ver con que la religión sea verdadera o no, ni con la historia buena y mala de las religiones y de la católica en concreto y de la de España más en concreto… tiene que ver con seres humanos a los que, al igual que a muchos les ha destrozado la vida la religión por la presión de los más talibanes, hay otra multitud que tan sólo pide que los más anticlericales también les dejen vivir en paz su mundo espiritual sin que les llamen todo el día carcamales, torquemadas o comeniños.

La Iglesia tuvo en su momento ingentes riquezas, en bienes y también en dinero. Y todo eso ocurrió mucho antes de que existieran los Estados, la Iglesia ya estaba ahí y tenía todo eso porque la gente se lo había hecho llegar (algunos más voluntariamente que otros, seguro). Los Estados modernos del XIX le quitaron a la Iglesia casi todas sus propiedades, con la tonta excusa de que eran para repartirlos al pueblo cuando lo que de verdad se pretendía y ocurrió es que fueron cuatro capitalistas enchufados los que pudieron acceder a la subasta patatera y amañada de todas las riquezas de la Iglesia. Muchísimas de esas fincas daban de comer a muchísima gente de las zonas rurales, allí trabajaban, comían, pastoreaban, recogían leña… por supuesto que no era un mundo idílico, pero sí lo era mucho más que el que dejaron “los representantes del Estado”, y cuya intervención significó miles o millones de personas que quedaron en el campo sin subsistencia y tuvieron que emigrar a América, Africa o ser pasto de las nuevas chimeneas de Cataluña o el País Vasco -convertidos en proletariado ahumado-, o de los cementerios directamente.

El Estado se lavó las manos con unos acuerditos o simulacros de concordatos, en los que tras muchos tira y aflojas se comprometían a mantener a los religiosos. Qué menos, dirían éstos. Qué exceso, dirían los que consideran que todo lo que se haga a favor de la Iglesia es una aberración y un robo al Estado, sin tener en cuenta que eso no es un favor sino compensación en la décima parte –quizá- de lo que el Estado le robó a la Iglesia previamente, quitándole todas sus fuentes de financiación. Los concordatos, además, se cumplieron de forma parecida a los acuerdos de E.E.U.U. con los Indios, vamos, canela pura.

Tras muchas vicisitudes, llegamos a hoy, y se exige a la Iglesia que sea autosuficiente. Muy bien. Eso es lo más fácil después de quitárselo todo. Pero la Iglesia entra al engaño y ahí está aguantando el tipo porque sabe que los tiempos pintan bastos y no está el horno para leyes. Ahora la atacan por todas partes; que pague su IBI, que no inscriba nada en el Registro, que no tenga bienes, que no tenga sociedades ni empresas pero que tampoco nos pida dinero ni aparezca ni que hable ni que tenga una radio para decir lo que piensa ni salga de su guetto ni eduque a niños por si acaso ni anule con su caridad la misión protectora del Estado ni reconforte a enfermos ni presos ni desahuciados ni perseguidos ni marginados ni nadie así porque el Estado Orwelliano ya tiene muchísimo interés y dinero para hacerse cargo laicamente de todos esos sectores, etc.etc.etc.

Respecto al patrimonio histórico-artístico. Es ingente la riqueza, es tanta que aun a pesar de todos los destrozos que la agresividad humana ha desplegado contra ella sigue siendo grande, especialmente porque allí donde desaparece una pieza surge un voluntario que la renueva, y no un ladrón que la repone como dicen muchos (la prueba la tenemos en la propia Borja, donde la familia del autor del Cristo original ha ofrecido ceder otro Cristo a la misma parroquia). Cuando se dice que el Obispado tal o cual es muy rico, es cierto pero ello no significa que el Señor Obispo coma todos los días gamba roja, (que eso ya queda reservado al asesor del asesor del subsecretario del diputado provincial garante de la ley, y de ahí para arriba), el Obispo y tantísimos religiosos llevan una vida de austeridad de libro, y decir otra cosa es conocerlos poco o querer estirar las denuncias de Lutero varios siglos más acá. Miedo da entrar en algunos seminarios, conventos u obispados, no por el lujo sino por la escasez de comodidades, aunque tengan un Zurbarán en la pared. “Pues que lo vendan” y lo repartan a los pobres. A los pobres ya se reparte lo que sacan con la exhibición del Zurbarán, y si lo vendieran sacarían mucho menos. Otro tema es si hay corrupción en la Iglesia con los beneficios de su patrimonio artístico y todo eso, que ahí habrá de todo como en todas partes, que aquí Santos los justos, pero elevar casos o casitos a categoría general es tan injusto como decir que todos los políticos son corruptos o todos los maestros me tienen manía.

Y llegamos a Borja. Una capilla como tantas, no tengo ni idea de quién paga las restauraciones, ni si hay ayudas, subvenciones autonómicas o conciertos con Ganímedes. Pero lo cierto es que el equilibrio que antaño había se ha roto. Parece que ahora es fashion meterse con la Iglesia y hacerlo además como si fueran apestados, microbios prehistóricos tan nocivos como en la Alemania de Hitler se hablaba de “los judíos” o como en la España de la postguerra se hablaba de “los rojos”. No tenemos sentido de la mesura (y a mí me da pena especialmente porque meterse con una Iglesia debilitada me parece ahora lo más fácil en lugar de meterse con los que de verdad están arruinando el país y nos arrebatan la vida). Decimos que España es aconfesional y nos recitan de memoria el artículo 16.3 de la Constitución donde dice que España no es católica ni nada; y yo sólo pido que si tan bien saben leer sigan leyendo el artículo porque luego dice que el Estado cooperará con la Iglesia Católica y con las demás confesiones y que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias de la sociedad española.

No sé si fue Rouco quien ya avisó de que la campaña para que la Iglesia pague el IBI se resentirá en otras cosas. Eso era una frase nada más, pero con su fondo de verdad. Nadie en la Iglesia se opone a pagar el IBI si lo dice la ley, pero los españoles que le imponemos esa ley deberemos asumir que la Iglesia no tiene un pozo de dinero sin fondo y que cada cosa que le pidamos significará una cosa menos que puede hacer de sus funciones tradicionales por nosotros. Las cosas suelen tener sus equilibrios forjados durante siglos, y de vez en cuando hay revoluciones o leyes que lo remueven todo; ésta época puede ser una de ellas.

Para muchos aún debe hacerse mucho más contra la Iglesia porque se considera que su mera existencia es nociva o que al menos aún le quedan muchos pecados que purgar. Bueno, puede que lleven razón, estas cosas sólo se saben cuando ha pasado un tiempo, es como si uno decide cortarse el pelo pensando que va a estar más guapo y luego resulta que queda más feo y le toca esperar un año para volver a tener su melena. El tiempo nos pondrá a todos en su sitio, pero para mí que durante ese tiempo pasarán más cosas como las de Cecilia y Borja,  habrá más chapuzas y más robos de Códices, y luego criticaremos a la Iglesia porque no pone 500 cámaras de seguridad en Santiago y porque no contrata a los restauradores del Prado y porque además no paga el IBI de Borja y… señores, todo no se puede hacer.

Ese es el mensaje milagroso del Eccemono: de aquí a poco veremos proliferar Eccemonos por toda España, porque como país no damos para más.

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