El DIVORCIO SOCIAL entre ciudadanos
y política en España ya no tiene marcha atrás. La REVOLUCION sí se parará a
tiempo. La RENOVACION vendrá en pocos años, pero no tendrá nada que ver con
quienes están ahora ni con lo que hacen ahora.
No digo que me guste nada de lo que
voy a decir, simplemente lo digo, porque está de moda decir que “nadie veía
venir tal cosa o tal otra”, y yo creo más bien que todos vemos siempre todo
menos los que mandan. Lo malo es que además de mandar tienen los micrófonos y
entonces parece que llevan razón.
Aviso que no personalizo ni
generalizo, pero me rindo ante una evidencia: en el sistema socio-político,
basta la influencia de unos pocos para hacer descarrilar el tren, así que
aunque la mayoría sean almas franciscanas no tienen la capacidad de volver a
poner el tren en la vía, ni de cambiar las agujas para arreglar el rumbo. Como
dije una vez a una amiga de la política, los partidos son como grandes árboles
en los que hay un tronco duro y seco por el que apenas puede correr la savia
nueva, inmutable y es el único que se reserva el monopolio del contacto con el
suelo a través de sus propias raíces, un tronco que se va extendiendo en ramas también
duras e inamovibles que tienen vetado el contacto independiente con el suelo,
sólo permitido a través del tronco principal, apenas pueden aspirar a que nadie
las corte y a servir para que de ellas nazcan otras cada vez más pequeñas a las
que les pasa lo mismo en su escala; los últimos militantes, afiliados,
simpatizantes, políticos de a pie, son las hojas, que por su juventud o su
novedad tienen aún ganas de tocar la tierra y contactar con el suelo, pero para
eso la única alternativa que les queda no es a través del árbol que ya tiene
todas sus ramas anquilosadas, sino dejarse caer como hoja abandonando el árbol,
lo que les propicia un momento hermoso de estancia en la tierra que sólo durará
unos minutos hasta su extinción, mientras las hojas que restan en el árbol se
precipitan para ocupar su lugar.
El DIVORCIO SOCIAL entre los
ciudadanos y la llamada “Casta Política” es un hecho tan evidente como la
propia existencia de la casta, y ambas evidencias se alimentan recíprocamente.
Lamento hablar de casta, quizá no la hay, pero para el 99% de la población la
casta es como Evita: “se siente” aunque no se la vea. Podemos cambiarle el nombre,
pero habrá que ponerle entonces otro a eso que se compone de: “nos ponemos de
acuerdo para subirnos los sueldos, nos tapamos las corruptelas, nos indultamos
entre nosotros, nos retiramos los recursos, nos hacemos las leyes electorales
que nos convienen, nos aprobamos las subvenciones que nos da la gana, nos
repartimos como queremos los tribunales, nos transfugamos para seguir todos en
el juego, nos zampamos como queremos las cajas de ahorros, nos vamos de copas
en aviones privados en lugar de vigilar lo que hacen los bancos con la pobre
gente al firmar las hipotecas o al cogerles los depósitos para estafarles o al
subirles las comisiones ilegalmente o al introducir cláusulas que a los 20 años
anula un juzgado o al meter párrafos en los contratos con tamaño de letra que
no leería ni Gulliver o al meter fórmulas que nadie comprende o etc etc., nos
equivocamos y luego lo pagan otros subiendo impuestos y nunca nosotros, nos
aprobamos contratos para los amigos y nadie protesta, nos miramos para otro
lado cuando todos hacemos lo mismo, nos apuntamos al y tú más como forma de
conseguir el y nosotros menos, nos pasamos la información contra periodistas y
banqueros y profesionales y fiscales y jueces y empresarios, nos subimos los
impuestos a todos menos a nosotros, rebajamos las pensiones a todos menos a
nosotros, incumplimos nuestras promesas y nos olvidamos en el bar, nos
reservamos privilegios para que sea más difícil llevarnos a un juzgado que a cualquier
otro, nos revestimos de presunción de veracidad en todo lo que hacemos y hoy
por ti mañana por mí, somos los únicos que tenemos las armas legales para corregir nuestros defectos o para denunciar nuestros vicios y no hacemos absolutamente nada porque nos va mejor así…”. No es una casta, pero espero que en “comentarios” me
diga alguno de Ustedes cómo llamarlo entonces.
Pues bien, cuando una ”casta” se
enriquece pero hace también un poquito ricos a los demás, es posible que
incluso caiga simpática o se la tolere como un mal menor. Cuando la casta cruza
el río subida en los hombros de los demás que no hacen pie, la cosa empieza a
sonar a Titánic y barcas de salvamento para vips, y entonces la cosa se tuerce.
Es posible que al final venga alguien (diferente, por supuesto) a rescatar a
los pobres, pero éstos no olvidarán jamás quién les dejo tirados. El divorcio mental
está servido, y en España son ya cinco años de ver cómo se echan culpas y son
incapaces de aunar, de explicar, de rectificar con diligencia, de darse prisa
en ver lo importante, de ahorrar primero de todo en lo suyo, de dar ejemplo
ellos primero de todo, de bajarse del burro ellos antes que todos los demás, de
venir con los deberes hechos antes de pedirnos el voto y la ilusión… Nada de
todo eso se hizo cuando era tan necesario. La decepción ha hecho cayo, y eso
ya no lo arregla ni César Millán. Ahora puede que incluso nos salven (por supuesto,
de la basura de descontrol, ineptitud y corruptelas en la que todo su sistema y
su negligencia y su ambición nos habían metido previamente, porque este
desastre no es culpa de las amas de casa ni de los domingueros del Marca), pero
es demasiado tarde para que la población entienda ya la política como parte de
la resistencia, más bien se la verá como parte de los colaboracionistas a los
que, por piedad o por aburrimiento, se les dejó quedarse en el sistema una vez
pasado lo peor.
Lo que sí es posible que evitemos a
tiempo es la REVOLUCION. Entiendo por Revolución un estallido violento, agrio,
con comisión de delitos y todo, o quizá sin todo eso pero con una agresividad
mucho más evidente que la latente que ahora nos corroe. La furia de Calibán que
Shakespeare constreñía a la cueva de La Tempestad y Wilde se limitaba a citar
en el prólogo al Dorian Gray, no puede estar demasiado tiempo constreñida o
sólo citada, llega un momento en que se hace mayor de edad y actúa porque, como
la maldad en el escorpión del cuento, el estallido forma parte de su naturaleza.
Es posible, digo, que no lleguemos a
eso a pesar de los 6.000.000 de parados, de los cientos de miles de
desahuciados, de arruinados, de emigrados, de abandonados, de estafados, de desclasados,
de excluidos… bastarán unas cuantas apariciones de la Merkel diciendo que
España va bien, unos cuantos créditos a los sindicatos para que éstos se queden
en casa, unas cuantas concesiones a empresas graciosas como la del juego o la
del IKEA donde vayan la cámaras en día de rebajas, que España gane el Mundial
de Brasil y Alonso el de Fórmula 1, y todo empezará a bajar como un souflé mal
hecho, entonces saldrá Sopena diciendo que los empresarios no estaban tan mal y
saldrá Verstringe a decir que todo era una conspiración de Corea del Norte, y
si no es suficiente aparecerá Iker Jiménez con una psicofonía de Azaña e Iker
Casillas con su propio Milán. España irá bien dentro de poco, y la duda es si
la medalla se la pondrá Rajoy o Patxi López.
Pero lo que no espere nadie es que
las cosas vuelvan a ser como eran. Muchos de los políticos que ahora están no
tendrán (no deberían tener) la caradura de aparecer como los artífices de la
salvación, porque la gente ya se ha dado cuenta de que para ver actores se va
mejor al teatro. ¿Qué pasará entonces?
Pues que poco a poco se impondrá un
nuevo tipo de político. La gente exigirá una RENOVACION bastante rápida de
caras en los partidos. Eso no significa que sean jóvenes los renovadores,
porque éstos pueden ser tan inservibles o tan poco fiables como sus mayores. La
gente pedirá que se le dé la vara de mando al que durante todo este tiempo haya
demostrado algo, la gente tiene memoria y en los momentos difíciles mucha más.
Es HOY la gran ocasión de los políticos, porque aquéllos que de verdad
demuestren sentido común, honestidad real, compromiso aun a costa de sí mismos,
valentía, amplitud de miras, serán recompensados con la confianza para mucho
tiempo. No creo que venga ninguna removida de ésas tipo 15-M, ni que aparezcan
partidos radicales de uno u otro extremo, ni militares, ni tecnócratas, ni
hombres de negro, ni que desaparezcan los partidos actuales (PP-PSOE), ni las
instituciones habituales, ni tan siquiera la monarquía, y todo ello gracias a
que (creo) no va a haber (por poco) ninguna revolución. Pero el divorcio social
sí hará su labor y demostrará que todo lo anterior se ha corroído y ya no
sirve. La crisis puede que nos dé esa nueva generación de políticos de verdad,
algo que España se merece desde hace mucho tiempo. Dentro de unos 3-4 años
espero que los veamos recoger lo que en estos años están haciendo, así que si
yo fuera político empezaría a mirar a los ojos a la gente y a escuchar mucho,
estudiar más y dar la cara a todas horas.