Depardieff. Así habrá que llamarlo,
por su bravura el temido. Qué cosas tienen la Historia del Hombre y la Historia
del Arte, que casi son lo mismo.
Hace 50 años y un pico que un genio ruso
-Rudolf Nureyev- escapó de Rusia para refugiarse en Francia. Hoy, un genio
francés –Gerard Depardieu- escapa de Francia para refugiarse en Rusia. No me
negarán que se merece una entrada de blog. Tampoco sé si alguien más ha hecho esta comparación, como estoy en el mar...
El 6 de Enero de 2013 se cumplían
veinte años desde la muerte del glorioso bailarín ruso Nureyev. En la prensa
publicaron una reseña, la he buscado para usar algún dato pedante pero no lo
encuentro, búsquenlo Ustedes y queden bien con algún enemigo pedante. Me da
igual, diré lo que pienso y no lo que sé, y pienso que es muy llamativo que a
los 50 años de aquella bofetada que Occidente dio a Oriente (no otra cosa es
Rusia, que hace frontera con Japón y con EEUU por el patio trasero) o lo que
era entonces Capitalismo contra Comunismo, nos la devuelvan ahora los
exsoviéticos acogiendo a nuestros mejores artistas perseguidos por el
capitalismo.
Aquellos huían de los gulags y del
frío. Estos huyen de Hacienda. Al final es casi lo mismo, libertad y ganas de
vivir. “Espacio vital”, algo a lo que sólo los Estados creen poder aspirar.
Arrieritos somos. La cosa no deja de ser una ironía con aires de
revancha, una más de ésas como la del tren del bosque de Compiegne donde se firmó
la derrota alemana de la Primera Guerra Mundial y luego la derrota francesa en
la Segunda, o como aquél “Dios ha muerto, firmado Nietzsche” del Mayo del 68, y
el posterior “Nietzsche ha muerto, firmado Dios”. Seguramente Vladimir Puttin,
entre cinturones negros, maletines grises y extraterrestres ha tenido tiempo de
sonreírse (orden de su coach) recordando a tantos genios, artistas,
científicos, huidos de su país para refugiarse en las mullidas colchas de la
meretriz Europa o en su defecto América. “¡Ya era hora!”, habrán pensado la
momia de Lenin y las gafas de Trotsky, Yuri Gagarin en su mausoleo o la perra
Laika (definida en Wikipedia como ”perra espacial soviética”, no me digan que
no sugiere) en el suyo aunque ella fuera heroína a desgana.
Depardieu ha obtenido la
nacionalidad rusa. Ello se añade, supongo, a la residencia belga que acaba de
estrenar. España podría ofrecerle algo, no sé, hacerle de alguna Comunidad Autónoma
que de eso no hay ni en Francia ni en Rusia ni en Bélgica, podría hacerse
castellano-manchego, o hacerlo miembro del Tribunal de las Aguas, o de Bankia… En fin, todo será por dejar de pagar millones
al estado solidario francés. El cielo me libre de juzgar lo que ha hecho, ya
hay mucha gente haciéndolo y estoy seguro de que muchos que ahora le critican
le alababan ayer como un cerebro y corazón divinos. Que se aclaren.
Nureyev, por su parte, escapó en una
gira por Francia a la que no estaba llamado en principio. Acudió sustituyendo a
otro bailarín, y no se lo pensó dos veces, era consciente de su valía y no
quería hacer de Stajanov. Un saltito del bus, como el del Vopo de Berlín sobre
la alambrada, y a ganar pasta.
La cosa da que pensar por cómo se
trata a los genios en sus respectivos países; por cómo unos países presumen de
avanzados y luego quedan avergonzados por otros países supuestamente más atrasados;
por cuál es el poder cultural de los países capitalistas actuales; por cómo
endiosamos a personas sin ser conscientes de la fragilidad de su fama, capaz de
multiplicarse por tres o de reducirse a cenizas por actos puramente personales…
Si Depardieu fuera un caso aislado
podríamos ignorarlo, pero hay muchos como él. Mi tentación fácil sería hacer un
discurso sobre el trato igualitario que hay que dar a todos, o bien el plan B sobre
la fuga de cerebros o de artistas… Pero al final me voy a algo mucho más
primario: cómo trata el Estado a los que no son genios. Si un genio se va, cómo
será con los demás. Dicho de otra manera: cuál es la relación del Estado con
los hombres –sus súbditos-. El Estado, una cosa imaginaria e invisible con vocación
de eternidad que se inventó como tal allá con Hegel hace menos de 200 años, el
Hombre, algo que existe desde hace un millón de años con caducidad y
obsolescencia programada por natura, visible y sufriente, amante, carente,
alegre, nuestro… y allá a su frente Leviathán. ¿Por qué los hombres huyen del
Estado, y el Estado nunca huye de los hombres?
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