lunes, 7 de enero de 2013

DEPARDIEU Y NUREYEV





   Depardieff. Así habrá que llamarlo, por su bravura el temido. Qué cosas tienen la Historia del Hombre y la Historia del Arte, que casi son lo mismo.

   Hace 50 años y un pico que un genio ruso -Rudolf Nureyev- escapó de Rusia para refugiarse en Francia. Hoy, un genio francés –Gerard Depardieu- escapa de Francia para refugiarse en Rusia. No me negarán que se merece una entrada de blog. Tampoco sé si alguien más ha hecho esta comparación, como estoy en el mar...

   El 6 de Enero de 2013 se cumplían veinte años desde la muerte del glorioso bailarín ruso Nureyev. En la prensa publicaron una reseña, la he buscado para usar algún dato pedante pero no lo encuentro, búsquenlo Ustedes y queden bien con algún enemigo pedante. Me da igual, diré lo que pienso y no lo que sé, y pienso que es muy llamativo que a los 50 años de aquella bofetada que Occidente dio a Oriente (no otra cosa es Rusia, que hace frontera con Japón y con EEUU por el patio trasero) o lo que era entonces Capitalismo contra Comunismo, nos la devuelvan ahora los exsoviéticos acogiendo a nuestros mejores artistas perseguidos por el capitalismo.

   Aquellos huían de los gulags y del frío. Estos huyen de Hacienda. Al final es casi lo mismo, libertad y ganas de vivir. “Espacio vital”, algo a lo que sólo los Estados creen poder aspirar.

   Arrieritos somos. La cosa no deja de ser una ironía con aires de revancha, una más de ésas como la del tren del bosque de Compiegne donde se firmó la derrota alemana de la Primera Guerra Mundial y luego la derrota francesa en la Segunda, o como aquél “Dios ha muerto, firmado Nietzsche” del Mayo del 68, y el posterior “Nietzsche ha muerto, firmado Dios”. Seguramente Vladimir Puttin, entre cinturones negros, maletines grises y extraterrestres ha tenido tiempo de sonreírse (orden de su coach) recordando a tantos genios, artistas, científicos, huidos de su país para refugiarse en las mullidas colchas de la meretriz Europa o en su defecto América. “¡Ya era hora!”, habrán pensado la momia de Lenin y las gafas de Trotsky, Yuri Gagarin en su mausoleo o la perra Laika (definida en Wikipedia como ”perra espacial soviética”, no me digan que no sugiere) en el suyo aunque ella fuera heroína a desgana.

   Depardieu ha obtenido la nacionalidad rusa. Ello se añade, supongo, a la residencia belga que acaba de estrenar. España podría ofrecerle algo, no sé, hacerle de alguna Comunidad Autónoma que de eso no hay ni en Francia ni en Rusia ni en Bélgica, podría hacerse castellano-manchego, o hacerlo miembro del Tribunal de las Aguas, o de Bankia…  En fin, todo será por dejar de pagar millones al estado solidario francés. El cielo me libre de juzgar lo que ha hecho, ya hay mucha gente haciéndolo y estoy seguro de que muchos que ahora le critican le alababan ayer como un cerebro y corazón divinos. Que se aclaren.

   Nureyev, por su parte, escapó en una gira por Francia a la que no estaba llamado en principio. Acudió sustituyendo a otro bailarín, y no se lo pensó dos veces, era consciente de su valía y no quería hacer de Stajanov. Un saltito del bus, como el del Vopo de Berlín sobre la alambrada, y a ganar pasta.

   La cosa da que pensar por cómo se trata a los genios en sus respectivos países; por cómo unos países presumen de avanzados y luego quedan avergonzados por otros países supuestamente más atrasados; por cuál es el poder cultural de los países capitalistas actuales; por cómo endiosamos a personas sin ser conscientes de la fragilidad de su fama, capaz de multiplicarse por tres o de reducirse a cenizas por actos puramente personales…

   Si Depardieu fuera un caso aislado podríamos ignorarlo, pero hay muchos como él. Mi tentación fácil sería hacer un discurso sobre el trato igualitario que hay que dar a todos, o bien el plan B sobre la fuga de cerebros o de artistas… Pero al final me voy a algo mucho más primario: cómo trata el Estado a los que no son genios. Si un genio se va, cómo será con los demás. Dicho de otra manera: cuál es la relación del Estado con los hombres –sus súbditos-. El Estado, una cosa imaginaria e invisible con vocación de eternidad que se inventó como tal allá con Hegel hace menos de 200 años, el Hombre, algo que existe desde hace un millón de años con caducidad y obsolescencia programada por natura, visible y sufriente, amante, carente, alegre, nuestro… y allá a su frente Leviathán. ¿Por qué los hombres huyen del Estado, y el Estado nunca huye de los hombres?

No hay comentarios:

Publicar un comentario