lunes, 21 de enero de 2013

LA ESPAÑA DE SOBRE






   Cuando en una casa española se oye de pronto “¡Hoy comemos de sobre!”, en el 99% de los casos se responde con un “¡Otra vez, qué miseria!”. Pero hay un 1% de las casas en las que se responde: “¡Otra vez, bieeeeen…!”. La explicación de esta diferencia está en que se trata de dos sobres distintos.



   Los partidos políticos de España se están manifestando ahora como sobre-salientes. A mí ni me preocupa ni me escandaliza ni me deja indiferente. Simplemente no creo que haya nada nuevo que no hubiera antes, ni que habrá después, ni que haya habido en otros sistemas políticos españoles, ni que no haya en otros países.



   ¿Cuál es la novedad? La novedad es lo triste de una situación en la que, ahora que más adhesión hace falta entre la población y sus gobernantes, más parece quebrarse esa (confianza no, qué iluso) tolerancia y cohabitación entre unos y otros.



   Decía La Rochefoucault, Chateaubriand, Maupassant, Beaudelaire, Apollinaire, o uno de esos franceses de 3 o más sílabas, que todo poder por despótico o inútil que sea tiende a crear adhesiones y se mantiene gracias a ellas. Aplicado a España y a nuestro hoy ahora, yo diría que ningún gobierno por bueno que sea puede sobrevivir si no crea adhesiones. Lamentablemente, la bala de plata que tenía el PP para sacarnos de ésta puede ser inútil si la pólvora se le moja con las lágrimas de los ciudadanos. Creo que el PP está mucho más capacitado que cualquiera de los restantes partidos para arreglar la situación (una situación a la que los otros del PSOE nos abocaron con un 66% de culpa horrible, siendo el 30% restante culpa del PP y un 4% culpa del exterior), pero nunca lo lograrán si actúan tan torpemente a la hora de buscar adhesiones.



   De hecho, no lo están haciendo; se han autoproclamado mártires de la crisis, y han asumido la buba de gobernar para perecer, cuando nadie les pedía eso sino que hagan lo que tengan que hacer sin creerse los únicos listos, y que nos dejen ilusionarnos a los demás con la capacidad conjunta de alcanzar la Tierra Prometida. Rajoy se cree Moisés, al que se le encargó llevar a ésta a su pueblo pero bajo prohibición a él mismo de entrar en esa misma Tierra. Pero podríamos entrar todos, Don Mariano, si nos dejaran participar, especialmente de la ilusión de lograrlo, en lugar de marcarnos a fuego la depresión de pensar que estamos en un país en el que, incluso las buenas noticias, estarán manchadas de chapapote.



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