La dimisión de Camps es como perder una torre en el ajedrez. Pero cuando esa torre se cambia por la reina, caballo y alfil del contrario, la pérdida puede resultar brillante. Lo que ha hecho Camps puede significar el fin del principio para el cambio en Valencia, o el principio del fin para el cambio en España. Dependerá de quién sepa jugar mejor su papel en esta tragedia shakespiriana que tanto recuerda al Julio César.
Los ya mayorcitos tuvimos la suerte de que en la tele de antes se pusieran películas buenas. Yo ví varias veces el Julio César de Mankiewicz, tan buena obra que cada vez que se ve gusta más que la anterior, como todo Shakespeare. De la misma me interesan ahora los siguientes elementos: el acoso de unos políticos (Bruto y Casio) que se consideran a sí mismos honrados contra un político (César) acusado de corruptor del sistema; la marea contra éste arrecia hasta destruirlo, y el pueblo embriagado aplaude la caída; todo parece resuelto, pero entonces aparece Marco Antonio, y con un discurso magistral consigue dar la vuelta a la opinión popular, convenciendo a la masa de que el derrocado era mucho mejor que sus enemigos y que éstos son los que merecen ser perseguidos; así se hace, de forma que los vencedores finales son los partidarios de César, aunque sin César.
Paco Camps ha dimitido. Con ello le ha cambiado el discurso a todos, y quizá ha ganado la iniciativa para dos o tres turnos, como en el ajedrez. Pero ello no lo convierte en inocente si no lo es, ni le evita un juicio si la dimisión no se acompaña de otros actos procesales. No me gusta que los Marco-Antonios del PP salgan ahora a ensalzarlo como si hubiera andado sobre la aguas, porque realmente nada de su culpa o su inocencia ha cambiado desde anteayer, y no sería correcto que, al igual que con Julio César, su sufrido final ocultara sus defectos si los ha tenido.
Pero también es claro que, si el PP tuviera entre sus filas a un Marco Antonio, o mucho mejor un Octavio, podría llegar a utilizar el episodio contra sus propios autores. Los Bruto y Casio de ayer son los Rubalcaba, Chaves y Bono de hoy. La misma acusación verdadera o falsa de corrupción y delito que se ha vertido contra Camps es aplicable a estos otros del PSOE por los Faisanes, las decoraciones y mobiliarios de amistad, los coches, los diez millones más diez millones de los hijos concedidos antes de haberlos pedido y las tres etcéteras de Don Simón, la misma protesta de haber mentido porque al menos en eso ya se les ha pillado, la misma cuantía de Camps o la misma multiplicada por docenas de veces... nada de lo que se imputa a Camps deja de tener su paralelo o su múltiplo en el otro lado, tan juez es Flors como Ruz y tan gris es el cerebro de la gente de izquierdas como el de la gente de derechas para que todos tengamos la capacidad de reconocer la proporción entre los casos, la justicia de cada acusación, las varas de medir, la coherencia intelectual...
La torre sacrificada que es Camps puede servirle a Rajoy como boomerang para ganarse la Reina (Rubalcaba), un caballo (Bono) y un alfil (Chaves) del PSOE en esta partida si tiene la habilidad suficiente y consigue avergonzar a este partido poniéndolo ante el espejo del Camps valenciano. Por desgracia para Rajoy creo que no tiene esa habilidad, y una primera muestra es que, según parece, el sucesor del señor Camps como Molt Honorable no va a ser Marco Antonio sino Fabra. El debate por tanto va a continuar con el culebrón del señor Fabra, sus familias y sus perros que le ladren, aunque no sea Fabra el ínclito sino el nuevo sin áurea. No había otro más prestigioso, así que en lugar de pedir la justicia del cielo el PP va a dedicar todas sus energías a defender al Señor Fabra de los mismos que han acosado y derribado al señor Camps. Creo que la falta de vigor de Rajoy para resolver esta cuestión va a ser también shakespiriana, pero no tanto por el Julio César, sino por Hamlet y su duda lábil.
El y tú más cada día se impone más. Siempre que se habla de corrupción de un bando, se tiene que hacer referencia al otro, y viceversa. El gran Cthulhu me libre de ser un indignado con tienda de campaña, pero una cosa. Son iguales. No hay virtuosismo en el poder, en los coches oficiales, en la crapulencia del gobernante. Precisamente, si lo comparamos con la Antigua Roma -sin el tamiz ni de Mankiewicz ni de Shekespeare- vemos que el zoon politikon, aparte de corrupto es criticón. Mejor ser criticón, que corrupto, que duda cabe, pero es que los más criticones son los más corruptos. Quien tenga un carguillo debe ser en este país una persona muy íntegra -pocas hay- para no caer en la tentación del robaperas. Solo chulear de cargo para mí es repugnante.
ResponderEliminarMe da igual que dimita Camps o su bendita madre. Los partidos mayoritarios, tanto estatales como periféricos (son nacionalistas, pero el nacionalismo español es igual de nocivo) deberían disolverse por higiene, no ya política, que eso me la trae al pairo, sino por higiene mental para con los ciudadanos. El ostracismo debería implantarse, porque no es nuevo en democracia. Pero es que la democracia es un estigma en este país de pícaros. No tenemos autocontrol. Ya sea por dineros o por poder, o lo que es peor, por márketing cara a la galería, los políticos hacen aberraciones, obras faraónicas, tonterías y sobre todo celebran. Celebrar cuando se gana, como si hubiese ganado un equipo de fútbol -cosa que tampoco comprendo demasiado, pero es más baladí- es constatación del ansia por mandar, por tener la sartén por el mango. Es repugnante, ya sea en Génova o Ferraz. O en las sedes de los otros partiduchos.
Sé que es más utopía que realidad, más deseo que otra cosa, pero deberían ilegalizar la propaganda electoral, los mítines y si me apura hasta las elecciones generales.
Que lo elijan por sorteo cada cuatro años, total, las mismas tonterías van a hacer.
Mientras menos importancia le demos menos poder tendrán. Al menos en nosotros, como individuos.
No es que les demos impotancia, es que ellos nos la quitan (porque nos reducen a idiotas votantes o abstencionistas, y pagadores de sus gastos).
ResponderEliminarLo de la lotería me recuerda a un relato de Borges donde todo se hacía por sorteo, y creo que poco cambiaba la cosa, así que igual me apunto.
Ah, yo no uso el "y tú más", que me parece de cretinos, pero sí el "¿Y tú ahora qué?", porque anima la escena.
un analisis brillante y certero, esperemos que va a pasar con la jugada de ajedrez en estos proximos meses.
ResponderEliminarImagínate el desenlace más cutre posible...y es el que ocurrirá.
ResponderEliminar