Lord Byron se marchó al rescate de Grecia un 13 de Julio de 1823. Andre Maurois nos cuenta que en tal día se embarcó en el “Hércules” camino del Egeo, llevando consigo ocho criados, cinco caballos, armas, municiones, dos cañones pequeños y -lo que más me gusta- cincuenta mil duros españoles. ¿Se imaginan? ¡Se suponía que el dinero español era el mejor para rescatar a Grecia! Como han cambiado los tiempos, Señor.
Los europeos, aunque sabían que debían apoyar a Grecia contra los turcos, no fueron rápidos ni uniformes en la acción, y por eso el rescate de Lord Byron fracasó por aislado, los turcos retuvieron la iniciativa con el apoyo de Egipto y aún fue necesario más de un lustro para que Grecia “se salvara”.
Parece que Julio es un buen mes para rescatar a Grecia... sin mucho éxito. Tenemos varios ejemplos. En Julio de 1096, llegaron a Grecia las milicias europeas de la Primera Cruzada. Aunque ésta pretendía liberar los Santos Lugares, para los griegos se planteó realmente como una forma de salvarse ellos mismos de la presión oriental sobre el Imperio Bizantino. Los reinos cristianos asumieron el apoyo a los griegos, pero de inmediato mostraron sus divisiones internas; la maravillosa Ana Comneno, hija del Emperador Alejo, lo captó en seguida y lo describió en “La Alexiada”, libro exquisito donde los haya. Por esas divisiones se tardó mucho más en conseguir el objetivo, y cuando se obtuvo se consolidó mal.
Tras el ejemplo ya citado de Byron de 1823, tenemos otro “Rescate-Griego-de Julio” muy clarificador en 1943. En plena Guerra Mundial, los aliados habían conseguido que los alemanes se retiraran de Africa. Se planteó entonces cuál debía ser el siguiente paso para derrotar al Eje en Europa. Churchill quiso empezar por Grecia y los Balcanes, y dedicó kilos y kilos de papel en llenar cartas e informes dirigidos a sus aliados; están referidos en su monumental crónica de la guerra y a mí me convencen como todo lo que decía Winston. Pero no se le hizo caso. Eisenhower tenía otros planes y otros miedos, y Stalin otras ambiciones, por lo que se desechó el plan griego-balcánico de Churchill en beneficio del plan italiano (aparentemente fácil pero que luego se atascó en Montecasino). El 10-11 de Julio de 1943 se inició la invasión aliada de Sicilia, que debía haber sido la de Grecia y Yugoeslavia. Los occidentales querían salvar a los helenos pero dudaron, se dividieron, y eligieron el camino más largo... una vez más. De haber seguido el liderazgo de Churchill, el mundo habría sido muy distinto en los setenta años siguientes.
Hoy, 13 de Julio de 2011, los europeos salen una vez más al rescate de Grecia (y de los otros) por medio del Banco Central Europeo, que apuntala a los que deben apuntalar a los helenos. Los europeos, como en 1823, están también divididos pues saben a dónde quieren llegar con Grecia pero no se aclaran en el cómo. Al final, las dudas parecen hacer más fuertes a los enemigos que a los amigos, y todo apunta a que la salvación –si la hay- llegará más tarde, mal y fea.
Son dos las lecciones que saco de todos estos ejemplos. La primera es la ya expuesta: salvar a Grecia suele significar salvar a Europa, y no apoyar a Grecia se vuelve al final contra los de más acá, será por el mapa o por el alma. Europa es de cabeza romana pero de espíritu griego, y abandonar a Grecia es casi tanto como hacer apostasía. Hay que estar con ella siempre, y puestos a estar hay que hacerlo pronto pues cuanto más se tarda resulta peor para todos.
Ahora bien, la segunda lección es la que aún no hemos citado: Grecia también debe poner de su parte. El desencuentro entre los griegos y el resto de europeos suele ser recíproco. Grecia desconfió de los francos en la Cruzada y los traiccionó cuando pudo; en 1823 se dividió a sí misma y se esfumó en pirateos aburriendo a los anglofranceses... y en nuestros tiempos ha engañado a la Unión Europea en beneficio propio, parece que nada ha cambiado en mil años. Grecia debe ser ayudada, tanto como ser leal. Es la única lección que nos presenta la Historia para este Rescate de Julio Griego.
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