¿Qué ocurriría si, en lugar del programa “Tengo una pregunta para Usted”, juntaran a un político con cincuenta personas y éstas pudieran decirle a la cara: “¿Tiene Usted una pregunta para mí?”.
El programa, tal cual lo conocemos ahora, tuvo audiencia en sus inicios, pero ignoro si la mantiene una vez visto que, con independencia de lo que se pregunte, la respuesta siempre es la misma. En estos días se ha emitido para las elecciones catalanas (comicios que en potencia son tan apasionantes como aburridos van a ser en la práctica). Confieso que no lo he visto porque no esperaba oir nada nuevo, y quizá no sea yo el único.
Sin embargo, la audiencia arrasaría en el “shaaaaare” si la gente pudiera poner en un compromiso a los políticos de turno comprobando lo poco que ellos saben de nosotros. ¿Se imaginan? Ya estoy viendo a Rubalcaba, a Camps, a Carod, Mas, Soraya… delante de un señor mayor con cazadora del rastro, peinado con raya al lado y gota de colonia, zapatos de rejilla marrón, esperando que aquéllos le preguntaran algo.
Tan acostumbrados a que les digan, les insulten, tan hechos a remitirse al programa o al echar balones fuera, tan a gusto en el “y tú más”, en el 11-M o en el GAL, o al socorrido “eso no es mi competencia”… Qué bonito sería ver a un político que no se pone a la defensiva esperando que llegue el intermedio, sino al que se regala todo un primer plano para ver qué se le ocurre a él sobre mí, cómo me pregunta por mi familia, comprobar si baja la mirada al cuestionarse qué pensión cobro, si me llega el paro, si me han devuelto ya las retenciones, si mis primos del pueblo reciben la ayuda para su madre dependiente…
Estoy seguro de que ningún político se atrevería a ir a ese programa, por no saber qué preguntar que no generase irritación. Muchas veces la gente no espera –sería milagro- que un político le resolviera un problema; se conformaría con que el otro se enterara de que lo tiene. En los juzgados se usa la palabra “audiencia”, que viene de audio, oir. La gente muchas veces sólo quiere que se la escuche, pero para eso hace falta preguntarle primero, si es que alguien se atreve.
Pasaría que un equipo de asesores le habría preparado las preguntas.
ResponderEliminarDe todas formas, creo que los problemas personales -lo que gana uno, su pensión , etc.- no son lo que en realidad un político puede resolver -puesto que esto depende de muchos factores, del tipo de pensión que uno reciba según sus cotizaciones etc.-, un político se ocupa del bien común, en teoría, en la práctica no se sabe.
lo primero es muy bueno, no se me había ocurrido.
ResponderEliminarDe lo segundo coincido batante, pero si un político preguntara sobre su materia debería poder dar respuesta a todo, o al menos dar la cara, que es casi más importante. lo del bien común no puede alejarse deo bien individual: el médico le pregunta a uno por su enfermedad, y no por la sanidad en general; Pero lo importante, sobre todo, es dejar claro cuál debe ser el centro de la política, el ciudadano y no el político: Si consiguiéramos eso...
Pero el político sabe lo que ocurre. La mayoría de los políticos no provienen del medio privilegiado de las grandes fortunas sino de familias medias, algunos de orígenes muy modestos, incluso, y conocen lo que ocurre a su alrededor. No se trata del típico sultán de las leyendas que se tiene que disfrazar de pordiosero y salir del palacio para saber qué le ocurre a su pueblo.
ResponderEliminarPero el tema es mucho más complejo, por una parte está lo que en realidad pueden hacer los políticos, que no son médicos -tomando tu ejemplo- sino directores de hospital, y por otra parte el hecho de por qué uno es político. La gente corriente no desea dedicarse a la política, es un medio duro, de tragarse sapos continuamente, de recibir críticas constantes, de desdecirse contínuamente, de estar en la cuerda floja de la honestidad y la contradicción, de ser odiado, de estar amenazado de muerte, de estar investigado hasta el último céntimo y de no tener vida privada.
¿Quienes se dedican a ello qué ganancia obtienen? ¿Por qué están ahí? ¿por qué gastan su vida de esa manera tan, aparentemente, poco satisfactoria? Yo creo que tienen una inmensa atracción hacia el poder de forma que ponen todo su esfuerzo en obtenerlo.
La gente corriente, la de la cola del paro, de la panadería, pide que le solucionen los problemas, pero habitualmente no desea implicarse en una descarnada lucha por el poder, tiene una actitud pasiva. Y delega en estos tipos, muy criticados, muy odiados, pero que son, al final, quienes deciden simplemnte porque son quienes quieren decidir y se toman el trabajo. Al final no decide el más válido, ni el más preparado, ni el más inteligente, ni el que tiene mejores sentimientos, sino el que ha sabido llegar al poder, que no tiene por qué ser el mejor. Y éste, normalmente, sabe lo que ocurre, pero no es el típico político paternalista tipo sabio de los cuentos que se preocupa realmente por los demás, sino que su principal objetivo es mantenerse en el poder. A veces, incluso, los asesores -suelen tener asesores que son profesionales y saben lo que hacen- les dan cifras reales de lo que ocurre que no toman en cuenta porque no les convienen. Son muy escasos los políticos que están ahí porque realmente lo valgan. Algunos hay, pero no abundan.