Los elefantes del ejército de Aníbal fueron un arma temible. Dotados de gran potencia y poder psicológico, su sóla presencia permitía a los cartagineses vencer a ejércitos más numerosos. Cada elefante llevaba a la grupa un jinete que dirigía aquella fuerza bruta contra el enemigo. Mientras nada fallara, el arma era imbatible. Pero...
Existía un riesgo: que el elefante se descontrolara en sus propias filas antes del ataque. Los enemigos conocían varias formas de lograrlo: mediante un estruendo que lo asustara, mediante otros animales que lo distrajeran con sus movimientos u olores, o simplemente abatiéndolo por múltiples heridas de lanza o flechas. En tales casos, el elefante enloquecido o herido se convertía en un torbellino mortal que desbarataba sus propias filas. Para afrontar ese riesgo, los jinetes del elefante portaban un martillo y un clavo, con el que le daban un golpe seco en el cráneo y lo mataban, evitando daños mucho mayores.
Todo este rollo es para decir que el jinete Rubalcaba ha ido subido durante años a la grupa del elefante ZP. La marca de la ceja ha sido una garantía de éxito durante todo el tiempo en que los españoles han querido carnaval; nadie quería poner fin a las bodas de Camacho, y el pueblo aplaudía y votaba lo que el aprendiz de cero le ofrecía como pan y toros. El Vicepresidente aspiraba a que el elefante le llevara victorioso hasta la escalinata de palacio, para allí bajarse del monstruo y sentarse como un humano en el trono que siempre llevó su nombre.
Con lo que no contaba el jinete es con que, antes de su triunfo, el elefante ZP se volviera loco... o vengativo. El olor del fracaso, el estruendo de una crisis que espanta, y las flechas de Merkel y Sarkozy, han hecho que el Presidente se niegue a seguir y gire sobre sí mismo. Se siente herido y destrozado y parece querer llevarse consigo a muchos de los suyos a los que –quién sabe- parece hacer corresponsables de su caída, incluido el jinete Rubalcaba. Si el trono no ha de ser para el elefante, tampoco será para la infantería. Convocar para el 20-N, bajar al 4% lo que subió al 8 el año pasado, más etcétera y etcétera, y ahora cambiar la Constitución en aquello en lo que Rubalcaba casi tocó a Castelar, han puesto muy claro que está dispuesto a morir matando... a los suyos.
Rubalcaba ya se está dando cuenta de que el peligro va contra él, y no hay más que ver la carita con la que ayer, en los pasillos del Congreso, decía “el Presidente me ha convencido” para salir del paso entre focos y grabadoras y justificar la marcha atrás. El elefante se ha vuelto loco entre sus propias filas, y lo único procedente sería tumbarlo cuanto antes mejor. El problema es que, según parece, Rubalcaba se olvidó el martillo y el clavo en el bar Faisán, y no sabe cómo abatir al monstruo. Está subido a su chepa y no se puede bajar, con lo que va a meterse en todos los avisperos a que le lleve el paquidermo desquiciado.
Decían que Rubalcaba era muy inteligente, pero no es de inteligentes despreciar la venganza del tonto. Ahora, sólo puede esperar a que ZP se pare y le deje bajar, cuando ZP quiera, y donde ZP quiera. Yo, que creo en el estoicismo del otrora Vice, y que lo suyo tiene difícil arreglo, me limito a aconsejarle “Relájate y disfruta”.
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