domingo, 14 de agosto de 2011

¿TASAS JUDICIALES EN VALENCIA? (II)



 Suelo leer con agrado lo que publica el Presidente de la Audiencia de Alicante sobre temas judiciales. Me gustan sus reflexiones por su buen talante y porque demuestra tener los pies en el suelo. Pero pisar el suelo no significa siempre pisar la calle, y eso le ocurre en su última reflexión sobre las tasas judiciales: estará pisando la tarima de parquet, el mármol o una alfombra roja, pero no la calzada llena de baches y jeringuillas que es hoy el suelo de los mortales. Ha dicho algo así como que puede ser bueno implantar tasas judiciales porque la gente se ha acostumbrado a acudir a la justicia tantas veces como quiere. (¡!)

Mire, hoy no ha estado fino, y no pasa nada, pero reléalo y verá. A mí me da igual porque me rijo por la ley del mar que sólo ordena sobrevivir, pero claro, si esto lo lee un pobre ciudadano... Se pensará para sus adentros: “si esto es lo que se atreve a publicar el juez de más arriba, qué pensará y no dice; y si eso piensa y no dice, qué pensarán los de más abajo...”. Porque, vamos a ver, Usted lo que está queriendo decir es que, de cada diez veces que uno va a un juzgado, unas cuatro o cinco son por placer, ¿no? o por aburrimiento. Vamos, que cuando los jueces ven entrar a los humanos por la puerta de la sala de juicios se piensan para sus adentros: “¡otro dominguero!”.

Recuerdo la obra “Príncipe y Mendigo”. El príncipe cambió sus ropas con su doble y salió a la calle para descubrir lo que había en el mundo; allí sufrió en sus carnes lo que era la justicia del rey. Eso podrían hacer muchas autoridades para comprobar lo que ocurre “al otro lado”, el lado oscuro de la calle, ése que nadie quiere pero que afecta al 98% de los epsilones, que son casi todos menos los del coche oficial y vado. Algunos podían dejarse por un día las puñetas, las corbatas, los escoltas, las VISAS, los botellines cerrados de agua mineral y todos los “punto.org”, y vestirse de tergal roto, zapato de rejilla con agujero y aftershave Deliplus (y gracias). Sniff...

A los que piensan que a la Justicia se acude “tantas veces como se quiere”, yo les diría algunas cosas. De momento, hay muchos sectores de gente que nunca pisarán un juzgado, ni aun queriendo, porque se sienten “persona non grata”; y no me estoy refiriendo a los traficantes de drogas, los tironeros, los etarras, etc., que esos se sienten muy a gusto. Me refiero, por ejemplo, a los maridos y padres, que saben que llevan todas las de perder en un pleito de familia, separación, divorcio, modificación de medidas, pensiones alimenticias, custodia y visitas a los hijos... toda vez que el padre o marido es siempre –como se sabe- un ser abyecto. Me refiero a los empresarios, a los que nunca se les verá demandar contra los trabajadores en un juzgado de lo social, porque ya se sabe que todo empresario es por definición un desalmado ladrón de plusvalías y que un empleado o un piquete jamás incurre en deslealtad, robo, absentismo, daños... y también me refiero a los trabajadores que nunca van a poder probar sus quejas porque a nadie interesa buscar testigos entre sus asustados compañeros de trabajo. Me refiero a los sin papeles y otro tipo de ilegales que nunca acudirán a un juzgado a denunciar haber sido víctimas de ciertas coacciones, proxenetismo, violencias, etc., porque tienen miedo de ser expulsados, o en su caso represaliados por la falta de protección contra las redes denunciadas. Me refiero quizá a los discriminados por la Administración que no se atreven a demandar porque la tendencia del poder judicial es hacer piña con el poder ejecutivo y presumir que éste lo hace todo siempre bien a menos que el mortal muerto haga maravillas para probar lo contrario. Me refiero a los varones que nunca denunciarán a una mujer por malos tratos físicos o psíquicos, o a tantas mujeres adineradas que nunca denunciarán los malos tratos porque las llamarán pijas, o a tantas mujeres menos adineradas que tampoco denunciarán porque el denunciado las buscará a la salida del juzgado.

¿Sabe Usted cuánta gente prescinde de acudir a un juzgado para obtener un desahucio, y se limita a pactar con el inquilino el que éste se vaya renunciando a las rentas adeudadas? ¿O sabe que incluso a veces no sólo se renuncia a esas rentas sino que se les paga a los ocupantes para que dejen la casa? Y eso no es por filantropía, sino porque la gente no confía en el sistema para obtener justicia, ya que el reloj de ésta parece de arena y tumbado. ¿Sabe cuánta gente acepta una conformidad en el campo penal aunque sea inocente, todo con tal de asegurarse una condena de menos de dos años de prisión y así al menos evitar el riesgo de entrar en la cárcel si el juicio se tuerce? (previa petición muy calculada por las acusaciones de una pena de algo más de tiempo, para incentivar esa conformidad y ahorrar a la justicia el coste de un proceso). ¿Sabe Usted cuánta gente se ve obligada a ir a un juzgado por el nefasto funcionamiento de la administración y los privilegios de los políticos? ¿Es a esos a los que Usted se refiere al decir que van al juzgado tantas veces como quieren? Quizá no sabe Usted que cada día que un kiosquero, un taxista o un fontanero va al juzgado, le cuesta mucho dinero porque deja de hacer caja, y se le tiene quizá dos horas esperando su turno, o le dicen que vuelva otro día, o que aún no hay nada de lo suyo y que no moleste... O que si en lugar de ser un autónomo es un trabajador por cuenta ajena, tampoco va al juzgado por si le echan del trabajo por las horas perdidas en ir y venir a por justicia.

Parece que, además de por diversión de dominguero, a veces la gente tendría motivos para querer ir a un juzgado y aun así se abstiene. No hablemos de los motivos económicos (la justicia no es gratis sino para los pobres), las incomodidades, la vergüenza de reconocer ciertas cosas, los prejuicios sociales, etc. Yo sé que Usted es hombre de bien y que bastante hace ejercitando la reflexión y acertando en muchas cosas (ojalá todos hicieran la mitad de ese esfuerzo), pero hoy era el día de ejercitar no sólo la cabeza sino el corazón y probar con la empatía, que es ponerse en el lugar del otro. Por eso no quiero personalizar ni simplificar los problemas, pero sí recordar esa famosa expresión del castellano que dice: “más guapo callado”.

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