Aunque el Presidente Español considere discutible lo de “nacional”, sí ha entendido lo que es “Lotería”.
Menos mal, y se lo agradezco. No sé si será porque había ya un recurso de inconstitucionalidad sobre loterías presentado por el PP, o por la advertencia de este partido sobre un posible delito de malversación de fondos públicos. También cabe que, sencillamente, a ZP le haya entrado por la oreja el aire del sentido común, de igual forma a como el Espíritu Santo hubiera entrado en María, según explicaban algunos en la Edad Media. Las incertidumbres pueden no afectar a un Gobierno catatónico, pero espantan siempre a un comprador que piensa gastarse unos 7.000 millones de euros.
La Lotería no se vende. El orgullo nacional ha aparecido y el voraz extranjero habrá de esperar mejor ocasión, pues no podemos malbaratar nuestra joya más querida por un plato de lentejas. Es como si, cuando vino el Príncipe de Gales Carlos de Inglaterra a casarse con nuestra infanta, se la hubiéramos dado a pesar de que él no se hiciera católico, faltaría más (no me refiero al Carlos de Lady Di y la Infanta Elena, sino a Carlos Estuardo, futuro Carlos I, que viajó a España con el duque de Buckingham en 1623 para matrimoniar con la Infanta María Ana). En aquél momento el obstáculo para el negocio del siglo estuvo en la religión, y hoy está en el precio ofertado.
Lo cierto es que sería una pena que la Lotería Nacional se vendiera, como prueba de sumisión a Europa, cuando precisamente fue un símbolo de nuestra Independencia y nació para preservarla. Hace 200 años. En Cádiz.
En 1811, España era Cádiz y Alicante. El resto estaba ocupado o a merced de los franceses. Lisboa era la tercera ciudad marítima que salvaba la península de las garras de Napoleón. La Guerra de la Independencia se libró en tierra pero se ganó en el mar, gracias a que unas pocas ciudades portuarias mantuvieron el tipo cuando todo lo demás era como la tela de Penélope, haciéndose y deshaciéndose según la hora del día. Cádiz se había salvado en 1810 por el acierto del duque de Alburquerque (sin olvidar los trabajos previos del capitán de navío Don Diego de Alvear y Ponce), que no vio futuro en la defensa terrestre de Sevilla y sí en la marítima de Cádiz, y hacia allí se encaminó corriendo con sus tropas para sellarla ante el avance irresistible de los franceses por Andalucía, tras la debacle española de Ocaña.
Cádiz fue el San Juan de Acre español, o su Stalingrado, cuando en el resto de España la “tierra quemada” no era una táctica sino un impuesto. Los franceses del Mariscal Victor aparecieron una mañana por las orillas de Sancti Petri y los gaditanos temblaron cuando desde sus azoteas, catalejos en mano, vieron aproximarse una nube de polvo y de entre ella salir las chispas del brillo de los coraceros imperiales. Los vecinos solían asomarse a esas terrazas para mirar el mar esperando la llegada de los barcos, pero esta vez miraban hacia tierra, las defensas aguantaron y los soldados del rey intruso hubieron de acamparse como un lobo a la puerta de un corral (lo del brillo de las corazas es del Padre Coloma citando a Fernán Caballero, y lo de mirar al mar o a tierra es mío, porque cuando vas a Cádiz lo entiendes en seguida.)
El Cádiz sitiado nos dio grandes herencias para el futuro, madres de tres expresiones que aún hoy siguen vivas: 1) La Constitución de 19 de Marzo de 1812, que dio lugar al “Viva la Pepa”, 2) la “tortilla a la francesa”, que resultó de cuando los gaditanos sitiados no podían salir a sus huertas a por patatas y tuvieron que hacer la tortilla sólo con huevos, y 3) el “gordo de la lotería”, que allí se inventó y se sorteó por primera vez.
El primer “Gordo” de la lotería, sorteado el 4 de Marzo de 1812, le tocó a Don Bernardino Nueve-Iglesias “en compañía de tres individuos”, como publicó el periódico Redactor General, de 7 de Marzo (citado por Ramón Solís). El sistema había sido creado por las Cortes de Cádiz para obtener ingresos con que mantener la guerra sin necesidad de crear un nuevo impuesto. El Redactor General publicó las condiciones del nuevo juego el 16 de Febrero: se emitieron 20.000 billetes, a 40 reales cada uno. Los billetes premiados podrían reclamarse durante dos años.
La nueva lotería vino a sobreponerse a la Lotería de Números, luego llamada “Primitiva” por contraposición a la Lotería Nueva o Nacional. La Primitiva había sido creada en 1763 por Carlos III a iniciativa del Marqués de Esquilache, y tenía un funcionamiento semejante al actual.
La nueva lotería, o Lotería Nacional, tuvo gran éxito inicial: salvo en el segundo sorteo (en que quedaron números por vender), lo normal era que se agotara la oferta y que incluso funcionara la reventa con ganancia de un 33% para los revendedores. El billete no era barato: 40 reales. Para comprender la magnitud de este precio podemos decir que el sueldo de un soldado era de 4 reales diarios en 1808 (por ejemplo, en el alistamiento de Zamora, o en los somatenes del Bruc aparte de comida y bebida, aunque podía variar de unas zonas a otras), 8 reales era el de un suboficial (nos lo cuenta el francés Sebastién Blaze, prisionero en Cádiz); en los mismos días de inicio de la lotería, el precio en Cádiz de una hogaza de pan era de 9 reales (en Puerto Real), en Jerez la fanega de trigo (saco grande) costaba de 280 a 300 reales, precios con los que había muertos de hambre cada día, al menos en Sanlúcar. El tabaco estaba a 80 reales la libra, según el Diario Mercantil de 23 de Febrero de 1812, y el café se vendía el 8 de Marzo a 5 reales una libra de peso al por mayor, y a 6 al por menor, si se acudía a comprarlo al Café del Correo.
Los gaditanos podían también dedicarse a otras rifas y juegos. Abundaban las rifas benéficas -como la del Hospital de San José de la Isla de León-, o patrióticas. Alcalá Galiano nos cuenta que el juego favorito del Cádiz sitiado era el “juego del monte”, que él sabrá qué era. Y el prisionero Blaze nos cuenta cómo los presos franceses de Cádiz se jugaban a sus mujeres, como fue el caso de un marido que antes de ver cómo su mujer le ponía una corona decidió darla en lotería por billetes de 2 reales la apuesta. Se la llevó un marinero y, según cuenta, la historia fue famosa hasta en París, dando lugar a un vodevil que fue llamado “La Bella Sorteada”.
Yo no sé, pero para mí la Bella Sorteada es, hoy por hoy, la propia Lotería Nacional. Es bella, antigua, nuestra, y la van a sortear al peor postor, no quiero ni pensar cómo cantarán los niños de San Ildefonso cuando esto sea propiedad de Moody´s, o si nos traerán a los pitufos cantores de Mordor, ni qué hablar de a dónde irá nuestro dinero. Tampoco entiendo que nadie quisiera pagar un céntimo por ella: ¿Quién garantizaría al nuevo titular que los españoles, otra vez patrióticos y con ansias de Independencia, no decidiéramos dar la espalda a la lotería vendida y creáramos otra nueva con la que empezar a jugar? No sé, podríamos llamarla “La Zetapería” o, mejor, “Lotería Estatal” así matábamos dos pájaros de un tiro: salvábamos la lotería española y le ahorrábamos a ZP la angustia de pensar en el concepto de “nación”, ahora que tendrá tanto tiempo libre entre nube y nube. Cosas de Chirigota.
Se llama Lotería Nacional, y ya. Y es de todos los españoles.
ResponderEliminarYo soy más de Primitiva, por una cuestión de réditos.
Como decía un profesor de matemáticas que tuve las loterías son "el impuesto sobre la ilusión", pero es que no solo de pan vive el hombre. La idea de ser obscenamente rico engatusa incluso a los eremitas, estilitas y ermitaños del s. XXI, jajaja...
Bueno, ya se puede comentar en tu blog, aunque no como "Anónimo". Lo intenté ayer varias veces pero no hubo manera. No me lo publicaba y me decía que mi mensaje estaba vacío de contenido, lo cual, aunque es un opinión de blogger muy respetable, no se atenía a la estricta realidad puesto que lleno de letras, tildes, puntos y hasta espacios estaba.
ResponderEliminarLa buena nueva ha sido ver la respuesta de Mameluco y ver que sí, que se puede comentar.
Luego te comento que ahora no tengo tiempo.
Saludos
Cicero
Mameluco, ya sea con Primitiva o con Nacional, jugar la lotería te obliga a bajar y subir de la columna una vez por semana, eso es bueno.
ResponderEliminarCicero, no había que hubiera problemas para comentar, ya me informarás.
salu2 a los dos y a la Merkel que siempre me lee.