sábado, 24 de septiembre de 2011

EUSEBIO ARBONA, SUPERVISOR DE NUBES, FRANCISCANO.

 “Al caer la tarde, subo a la azotea del convento y me quedo un rato observando las nubes. Es grandioso todo lo que ocurre; es como ver una obra de teatro.”

Así describía su emoción un supervisor de nubes verdadero. Eusebio Arbona, con su hábito marrón oscuro, cíngulo color hueso y sandalias de hebilla, subía todas las tardes a la terracita del convento de los Franciscanos de Benisa, que es un pueblecito frío de la costa alicantina rodeado de sierras, uva moscatel y bancales al mar. Allí observaba y tomaba notas, y más notas, que recogía en unos cuadernillos sin copia.

De vez en cuando, sonaba el teléfono en el convento: “-¡Padre Eusebio! Le llaman de Madrid, del Ministerio!”. Era frecuente que los del Centro Nacional de Meteorología le consultaran para preguntarle sobre algún índice pluviométrico de tal semana o de tal día de los años cuarenta, cuando aún no se tomaban medidas o habían desaparecido. Los exactos cuadernos del franciscano servían entonces para sacar de un apuro a los meteorólogos del Estado.

Todo esto lo contó muchos años después Don Ramón, amigo de Don Rafael, en una mañana en que ambos tomaban café y uvas junto a Don Adolfo, Doña Matilde y Don César, allá por las orillas del río Jalón tan próximo al convento de Franciscanos. Yo me enteré a mi manera. También relató cómo el Padre Eusebio pasó larga parte de su vida en aquél convento benisero de la cuesta de franciscanos, donde hizo acopio de pluviómetros, manómetros, termómetros, y no sé cuantas cosas esdrújulas que servían para medir cosas. Allí hacía sus observaciones de la lluvia, la humedad, la salida de los astros... la gente venía de todas partes a hacerle preguntas sobre cultivos, las señoras venían desde pueblos de más de veinte kilómetros para confesarse con él y sólo con él, las mujeres del pueblo le consultaban sobre plantas y aderezos nutrientes. El gustaba mucho de la ciencia y la botánica, y compartía ese placer con el señor boticario, Don Matías Luz López el de la calle Padre Melchor, tertulias de rebotica y pastitas, el mundo en un rizoma.

Fue profesor de Física, Química y Ciencias Naturales en el Instituto del pueblo. Sus apuntes, sus instrumentos, la colección de muestras naturales que con tanto celo recogía... todo eso está, o debe estar, detrás de unos muros que nadie visita, al otro lado de un pozo y una capilla. Lo que entonces se decía “un sabio”. Personajes como el Padre Eusebio Arbona cundían en aquella España denostada como rancia, ágrafa y cainista. Como florecillas en una acequia, nuestro país siempre alumbraba personajes barojianos de este tipo, a veces religiosos, a veces anticlericales, allí caciques y aquí poetas, bergaminianos, delibescos, salidos de Galdós o de Pereda, queridos todos por Cunqueiro... en los paisajes alicantinos de Gabriel Miró. ¡Qué grandes tipos, señora mía! ¡Y qué desconocidos, que parece que todo se ha inventado ahora y que antes en España sólo leían los gusanos al comerse un pergamino!

Para la gente de Benisa, el Padre Eusebio estuvo allí toda la vida, decenios, hasta los años 80 en que murió muy mayor. Hasta el último día seguía supervisando las nubes y tomando notas. Todo eso lo siguió contando Don Ramón.

Por curiosidad he mirado en Internet, y he visto algo más. Resulta que el franciscano tiene una calle en Ontinyent (Valencia). También he visto su cara y unas líneas. La foto es de ésas en blanco y negro, con gafas estilo Segunda República (o sea redondas como las de Azaña o Andreu Nin). En la página del Colegio de San Antonio de Padua, de Carcaixent (Valencia), aparece como Rector del colegio en los años 1939-40, y descrito como “Maestro y meteorólogo. Superior de los conventos de Cargagente y Santo Espíritu. Creador del jardín botánico y del observatorio meteorológico del Colegio.” 

Adjunto íntegra otra reseña más amplia:P. E. Arbona

“El P. Eusebio Arbona Guitart (1939-40) nació en Pego (Alicante) el 12 de mayo de 1896. Desarrolló su apostolado en Carcaixent y Santo Espíritu como guardián; en Benissa, pero prolongadamente en Onteniente, en el Patronato de la Juventud obrera; en la Iglesia de San Francisco; como profesor en el colegio La Concepción y como experto meteorólogo. Fue creador del jardín botánico del colegio y del observatorio meteorológico del mismo. Alma sencilla, dotado de una gran sensibilidad y amor a la naturaleza, alegre y humilde, fue de todos admirado y querido. Falleció en Benisa, a los 85 años de edad, 69 de profesión religiosa y 61 de sacerdocio, el 28 de febrero de 1982.”


NOTA DEL EDITOR: Seguramente echan Ustedes en falta que el Señor Corsario aluda a otro personaje que recientemente se ha autoproclamado Supervisor de Nubes. El Señor Corsario me comentó que ser supervisor de nubes le parecía incompatible con estar tumbado en ninguna hamaca, mirando el cielo, una vez que había conocido al Padre Eusebio y lo que de verdad hacía este hombre: alguien trabajador, entregado en cuerpo y alma a los demás, observador para servir y enamorado de todos los seres de la naturaleza, incluidas las hamacas, a las que de vez en cuando miraría de reojo pero que, por madrugador y entregado, nunca pudo atender debidamente. Me pidió que le excusara por ser “caballero tan inactual”; le dije que no se preocupara, pero que Azorín ya se le había adelantado.

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