No voy a criticar a las redes sociales, ni a alabarlas. Mucho menos a dar lecciones. Me limitaré a contarles lo que el otro día me dijo el Ciudadano Tallien sobre este tema. Coincidí con él en un puerto que no debo revelar por si hubiera espías de la Inglaterra. El ilustre revolucionario regresaba a Francia desde Alicante, donde ha sido cónsul hasta que la terrible fiebre amarilla le ha hecho perder un ojo.
Saben Ustedes que Tallien fue quien, hace unos años, acabó con el Terror en las jornadas de Termidor cuando se atrevió a enfrentarse al sanguinario Robespierre, y que lo hizo por salvar de la guillotina a la española Teresa Cabarrús, con la que luego se casó (hoy ya están divorciados). Tallien me dijo que las personas que están en las redes sociales le recuerdan a los que, como su Teresa, habitaron las prisiones del Temple, la Bastilla, o la Conciergerie.
Contaba que los prisioneros de París eran gente ya sentenciada, y que otros esperaban ser juzgados, pero que ninguno tenía esperanza porque era insano tenerla. La vida que disfrutaban allí era una vida descontada, no servía porque no era la suya propia, se limitaban a hacer de sí mismos, o de otros si en ello encontraban placer. Nadie sabía realmente quién era el preso de al lado; algunos sí se conocían de los tiempos previos pero muchos eran desconocidos, un marqués podía estar en ropas de mendigo, y un asesino en las de conde, era el lugar ideal para jugar a ser quien no se era, y nadie lo censuraba porque eso formaba parte del juego. La mentira no se reprochaba pues era inevitable, y por ello todos jugaban a creer a los demás.
Decía Tallien que sólo las personas que tenían aparcadas sus vidas podían encontrar placer en conformar esa vida paralela y en entramar una relación ficticia. Yo le contesté que ello no era tan cierto, pues allí mismo había estado la mujer que eligió para casarse, y que en la cárcel se habían tratado también muchos negocios, salvamentos... muchas amistades se habían forjado en ese tiempo de purgatorio, y quizá con mayor autenticidad, belleza y afecto que las que se formaban en la vida real. Me dijo que llevaba razón, pero que eso no convertía las prisiones del Terror en algo deseable, y que nunca había conocido a un preso de aquéllos que no hubiera preferido, en aquellos momentos, dedicar su tiempo a su vida de fuera si le hubieran dejado; el que hubieran sabido sacar partido de aquella pesadilla no convertía su encierro en un sustituto honesto del mundo real.
Me despedí del Ciudadano Tallien. No quise contradecirle, pues parecía avejentado por las experiencias vividas. Quizá el no sabía, o no quiso recordar, que la mayoría de las personas que se habían conocido despojadas en aquella prisión del Temple al calor de la familia real, o las que se vieron cortar el pelo en la Conciergerie, o hasta las que aún conocieron la Bastilla y tantas otras, habían rehecho perfectamente sus vidas, y que incluso gustaban de volver a esos recintos y organizaban verdaderas fiestas –algunas totalmente inmorales- basándose en los recuerdos de aquella vida que no era vida. Quizá Tallien decía que la vida de prisión era una falsedad pues la mujer que allí salvó y creyó real le engañó en la vida posterior a la cárcel.
Yo no sé, ciertamente, cuál de las dos vidas es más real, porque vivo en el mar que es a la vez libertad y prisión. Pero aún sigo reflexionando sobre aquéllas palabras del francés.
Usar un nick es mentir, pero de otra manera me temo que no podría comunicarme y no aprovecharía las ventajas que tiene este medio, como conversar contigo en este blog recóndito, pero de gran calidad. Nunca uso mi nombre real en internet, ni siquiera en las redes sociales. Es mantener la privacidad como se puede, para mí algo importante porque soy de natural extremadamente discreto. Pero a cambio de esta libertad anómima cumplo a rajatabala con la disciplina de mantener la dignidad siempre, de no insultar nunca ni usar el "poder" que te da el anonimato para malmeter o molestar. Soy una especie de ente inofensivo. Ente de todas formas, algo intangible, sin nombre, que no se sabe muy bien qué es y asumo que sea complicado confiar en algo así. Simplemente uso las ventajas que me da el medio para conversar, aprender, informarme, pero tampoco pido nada a cambio. Llevo tiempo en este mundo virtual que tan bien has descrito con la comparación revolucionaria y sé que bien usado trae beneficios y mal usado problemas. Como adulto inteligente que eres (y con una gran intuición que te supongo) sabrás discernir entre lo que te traerá beneficios y lo que te traerá problemas, al fin y al cabo esto es como la selva de la vida, igual que si fuerámos topos, ciegos, pero con otros sentidos.
ResponderEliminarUn saludo
Cicero
Tu comentario es bonito, Cicero, y estoy de acuerdo.
ResponderEliminarEl símil de los topos es muy acertado, todos vamos por aquí buceando bajo tierra como topos, a veces hurgamos una ruta nueva, a veces aprovechamos las de otros y tropezamos a ciegas con terceros. También me lo imagino como un baile de máscaras, en el que no todo lo que ocurre es mentira.
Ayer estaba filosófico sobre lo que ocurre en este medio, y sobre el sentido que tiene dedicar más o menos tiempo a este ámbito, que es en el fondo un juego y que, como todo juego, tiene sus propias reglas y puede generar unas deudas difíciles de asumir.
Por el momento, si todos son como tú, viva la red y los bloggs.
Otro saludo
Zarafin.