jueves, 13 de octubre de 2011

12 DE OCTUBRE DE 2011. LIBIA, VIETNAM Y LA HISPANIDAD.




Les invito a un paseo.

Ayer fue 12 de Octubre. Dicen que de 2011, lo cual es accesorio. Era el día de la Virgen del Pilar, de la Hispanidad, de Zaragoza, de la Guardia Civil, de las Fuerzas Armadas...

Ayer también se informaba de que España comienza a retirar sus tropas de Libia (los cuatro aviones F-18, de momento). Dejamos así el terreno libre para que los europeos fuertes, dígase Francia y de rebote Inglaterra, empiecen a cobrarse en la paz lo que otros les han facilitado en la guerra. 

No sé qué le quedará a España de la intervención en Libia, y vaya por delante el desprecio que todo corsario profesa hacia las guerras primero, más si están hechas por otros, y más aún si las hacen por el aire y con botoncitos, sin poner la vida en la borda. Pero al punto: ¿Saca algo España con esta operación? Nos hemos vuelto tan militaristas ahora, tan en la OTAN, tan cooperadores para pegar tiros en misiones de paz... El cielo me libre de juzgar si estamos debidamente en tanto fregado o si la tierra es del viento. A este respecto sólo digo dos cosas: 1ª, que las guerras no hay que hacerlas, pero si se hacen es para ganarlas, y 2ª, que no hay que participar en ellas, pero si se participa hay que poner no sólo el mazo sino también el rogando, lo que significa que si es tonto el que hace la guerra más tonto aún es el que la hace y no saca ningún provecho.

En eso somos especialistas, tanto que llevamos siglos practicando por si acaso, con Francia especialmente. Me viene a la cabeza la Guerra del Vietnam Española que fue cien años anterior a la estadounidense, y por eso se la llamó entonces “Guerra de la Cochinchina”. Reinaba en Francia Napoleón III, y en España Isabel II. Los franceses tenían ganas de poner el pie en aquellas tierras, y aprovecharon cierta matanza de religiosos españoles y un obispo, para declarar la guerra a los asiáticos. Pidieron la ayuda de España, que la dio en tropas y sobre todo en logística por la cercanía de Filipinas. Con las tropas hispanas se conquistó Saigón la de Apocalipsis Now, pero entonces los comisionados galos despacharon al general Palanca para su casa y nos dejaron fuera de los tratados de paz, donde por supuesto los franceses se quedaron con Vietnam, y de ahí Camboya y Laos. A España le dieron unas pequeñas concesiones religiosas para instalar sus misiones, lo habitual y necesario para realimentar nuestra leyenda negra. La guerra duró entre 1858 y 1862, y si España hubiera hecho sus deberes la película Indochina no hubiera contado la historia de Catherine Deneuve y su pamela sino la de Conchita Piquer y su mantilla.

Poco antes ya habíamos dado el cante de igual forma en la Guerra de la Independencia Estadounidense. Estoy seguro de que EEUU no se hubiera independizado en aquél momento sin la colaboración española, pero ahí están las crónicas donde sólo Francia aparece llevándose la gloria si la hay. En la película “El Patriota” aparece un francés de muchas plumas junto a Mel Gibson que enseña la nuez, pero yo me pregunto qué fue de José de Gálvez, de Miguel de Eduardo y tantos otros, de Juan Miralles que era de Petrel (Alicante) y fue gran amigo de Washington llegando a convalecer en casa de éste cuidado por su médico personal... los colores azul y blanco de los uniformes de las tropas norteamericanas lo son porque desde Alcoy se les mandaron miles de varas de paño de lana de esos colores. También se les mandaron los botones para sus uniformes, se les mandó la pólvora de México que quedaba en La Habana, dinero... con las conquistas de Mobile y Pensacola los españoles distrajeron a los ingleses que no pudieron remachar su cerco sobre los rebeldes cuando los tenían a su merced... Lo que pasa es que Carlos III quiso mantener discreta su ayuda para no enemistarse demasiado con la Inglaterra, y así nos fue, no sirvió para casi nada. Francia se llevó la medalla, y enhorabuena por ellos que lo supieron hacer bien para sus intereses. Poco tiempo pasaría para que la Francia nos pidiera la flota para hundirnos en Trafalgar, o reclamara tropas y ayuda para invadir Portugal, o Dinamarca, o directamente las usara con permiso o sin él para su campaña de Rusia. Y no olvidemos a los ex-combatientes españoles de la Guerra Civil que formaron la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada Lecrerc y a los que éste concedió el honor de ser los primeros en entrar en París para liberarla de los nazis. Pocos franceses hablan de ello, a diferencia de los españoles que nos deshacemos en elogiar la ayuda que franceses y tantos otros prestaron a la II República en las Brigadas Internacionales.

Pero sigamos con La Guerra de la Cochinchina y la Hispanidad. No toda la culpa de lo ocurrido fue francesa. También España tuvo gusto en meterse al lío. Y es que mandaba por entonces Leopoldo O´Donnell, liberal raro de gen conservador según la hora del día, que había promovido un golpe de Estado junto a Espartero, y al cual ya había apartado tras un bienio progresista poniéndose aquél como primer ministro aburrido de ocupar sólo la cartera de guerra. O´Donnell era un tipo complejo, que yo creo que quería devolver a España las glorias militares de antaño, y en parte quitarse las espinitas familiares que arrastraba de su generación anterior. En efecto, su padre y sus tíos habían sufrido diversas humillaciones durante la Guerra de la Independencia (el padre Carlos fue uno de los encargados de la rendición de Valencia siendo quien entregó al francés Suchet, por ejemplo, la documentación sobre los cercos sanitarios de las zonas recién perdidas, que habían sido asoladas por la fiebre amarilla; su tío José fue el perdedor de la batalla de Castalla en 1812, y con esa lacra precipitó la caída del otro tío, Enrique, que formaba parte del Consejo de Regencia de Cádiz y dimitió por la vergüenza de la derrota de su hermano). Después, habían sufrido diversos avatares por su lealtad al bando fernandino durante el trienio liberal, o al carlista durante la primera de sus guerras. Leopoldo O´Donnell debía estar deseando servir por fin al bando ganador y labrar su gloria en ello restaurando el apellido. Sus antecedentes familiares también le debieron inculcar el sentido de ultramar de cuando mandaron en Canarias, o de cuando fueron asignados a las tropas que debían someter América tras los pasos de Morillo.

La cuestión es que Leopoldo O´Donnell embarcó a España en diversas guerras aparte de la de Vietnam. Una fue la de Marruecos, dando lugar al refuerzo de las plazas de Ceuta y Melilla o la toma de Tetuán, lo que le valió el ducado de tal. Otras guerras, que tienen más que ver con la hispanidad, fueron la de México (iniciada en 1862, y que fue más bien una guerra de Francia, otra vez) y la del Perú, que empieza hacia 1864. Tanta guerra de O´Donnell tenía que terminar mal, y así pasó cuando se cansaron Prim y otros y mandaron a Isabel II a la frontera francesa; entonces como ahora, los gobiernos de España parecieron querer resolver sus defectos distrayéndonos con el exterior, y les salió mal.

Con Perú lo hicimos fatal, porque no se nos había perdido nada por aquellas tierras una vez independizado el continente, era impensable que España intentara recuperar su hegemonía pasada, pero aun así se empeñó en un rosario de gestos que terminaron por enganchar en un conflicto a nuestros barcos y a los peruanos, y tras ellos a los chilenos. Bombardeamos la indefensa Valparaíso, nos replicaron en Callao... bonita forma de exportar la hispanidad, y cuánta pérdida de tiempo y vidas y dinero.

Atrás habían quedado los intentos de la Metrópoli, mejor o peor llevados, y por supuesto lamentablemente tardíos, por incorporar a los americanos a la toma de decisiones sobre España. Se cuentan ahora los doscientos años (1811-2011) de los trabajos de la Constitución de Cádiz (1812), cuando entre las Caletas y la Carraca se intentaba agrupar en un papel a toda la Nación Española del universo, “entendida como la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. En esa ciudad revoloteaban hasta 63 diputados americanos, que fueron el 21 por ciento del total; también se nos cuenta que 10 de los 37 presidentes que tuvo el Congreso en esos tiempos fueron americanos. Empresa vana; los lazos de la ruptura ya estaban echados, y aunque se proclamara la igualdad de derechos entre todos los hispanos de uno y otro lado, sonaba tan raro y oportunista como cuando Caracalla concedió a todo el Imperio la ciudadanía romana en el 212, a buenas horas mangas verdes que dirían a los de la Santa Hermandad. Los hubo en Cádiz respondones como el diputado Liperguer, suplente por Buenos Aires, que llamaba “bárbaros y ladrones” a los españoles, o los había cándidos y jóvenes como él quiteño José Mejía Lequerica, que cuando murió en 1813 tenía 27 añitos, y que allí residía en la Calle Ahumada nº 18. Hoy Mejía Lequerica tiene su propia calle, en Madrid, y en ella hay un edificio precioso de la Sociedad General de Autores donde un tipo ha sido acusado de gastarse 40.000 euros en 7 meses de vicio... ¡si Mejía levantara la cabeza! Nunca antes ni después tuvieron tanto tiempo los hispanoamericanos para conversar, echarse en cara sus cuitas, y redactar un sueño común, allí encerrados entre cuatro calles con todo el Imperio Napoleónico mirando; por no faltar no faltaban ni los animadores de las discusiones, como el caso del Cojo de Málaga, vocinglero liberal que debió ser el antecedente del cojo Manteca de doscientos años después.

Cuántas cosas en un día de la Hispanidad, y de retirada de Libia. Yo, señores, me quedo con lo de los uniformes azules de Alcoy que sirvieron a George Washington. Hay un cuadro muy famoso de Emanuel Leutze, de “Washington cruzando el Delaware” en medio del hielo y el frío. Pues sepan que las prendas azules y blancas que lleva y las de los otros fueron fabricadas en unos ingenios de la montaña alicantina, a unos 40 kilómetros de la costa mediterránea, en unos barrancos impresionantes formados por la unión de los ríos Bartxell y Serpis, en cuyas alturas se colgaban las fábricas y en cuyos lechos se volcaban sus molinos, allá por el siglo XVIII. Las balas de paño se montaban y llevaban al puerto de Valencia, y de allí a pasar por Gibraltar, pelearse con los bajeles de la Inglaterra y llegar a Caracas, Veracruz, La Habana o Nueva Orleáns. La ciudad más industriosa de España, que dijo entonces sobre Alcoy el joven Carlos de Beramendi. Hoy puede uno dejarse caer  aún por esos barrancos, y ratear entre la maleza y las zarzas de las ruinas de los molinos, oyendo el goteo de los charcos que no ríos que quedan, y ver algún tapial e imaginar qué fue de aquellos uniformes, aquellas norias y grúas llenas de tricornios y chupas y de secretarios anotándolo todo a tinta; no hay que mirar arriba, porque entonces uno se ve vigilado por las gigantes pilastras de autovías que han arrollado el paisaje como en Avatar, rompiendo la magia, el barranco ha sido convertido en trastero y el soñador en multable por cualquier cosa.

No se apuren, que si me multan por los paños de Alcoy aún me queda otra bala: el papel. En Alcoy también se fabricaba el papel de fumar, y en América se elaboraba el tabaco que en ese papel se liaba. España hacía el papel y América lo rellenaba. Uno de aquí o uno de allí se lo fumaban, y soñaban cada uno con viajar al otro lado. Hoy hay que pedir perdón de todo eso, porque queremos heredar el dolor que allí causamos. Toda herencia es ambigua porque es de familia, y en las familias ya se sabe, el perdón y el olvido son raros; pero hay algo que no se inventa y raras veces se hereda: la emoción, y yo brindo por ella.

2 comentarios:

  1. Está muy bien, Corsario, sólo que históricamente es denso por lo cual para digerirlo hace falta tiempo. Y sabes que en estos tiempos de internet vamos muy rápido, tus post son como esos sofisticados platos cocinados a fuego lento - el fuego de años de libros y documentación- y los internautas estamos acostumbrados a la fast food.

    Un sólo apunte. Hace años conocí a la hija de uno de los republicanos exiliados en Francia que luchó en la Segunda Guerra mundial antes de acabar en Rusia viviendo bajo el régimen soviético. Según me dijo, en los campos de concentración a los que fueron los españoles llegados a Francia que huían de la Guerra Civil, el trato fue humillante y espantoso. Imagino que no fue nada fácil para los españoles ganarse un puesto de gloria en la llegada a París. Aunque también hubo sus más y sus menos entre Eisenhower y De Gaulle por el protagonismo, así como por parte de la resistencia de París. No se sabe si hay que ser mejor estratega en la batalla o en la intriga.

    Por otra parte, el 12-O para mí es una fiesta sin el significado autoflagelante que le quieren dar estos últimos años (que parece que por tener una vida mejor que la de nuestros abuelos somos culpables de lo que ha pasado en el mundo durante milenios y de lo que pasa en otras galaxias, el pecado original debe ser..., algo tan cristiano, pese a que somos muy rojos, mucho, anti ICAR y ateos a más no poder). El descubrimiento de Colón fue algo grande, un hito histórico, otra cosa es lo que hicieron otros después, que no sólo fueron españoles, precisamente. De todas formas, los pueblos amerindios también tenían costumbres crueles -sacrificios, canibalismo, que de santitos tenían bien poco- y si hubieran sido más fuertes y hubieran dispuesto de caballos y pólvora así como de grandes barcos y conocimientos marítimos otro gallo cantaría.

    Cicero

    ResponderEliminar
  2. Llevas toda la razón en cuanto a que a veces hago cosas densas, no muy apropiadas para el ritmo actual del ciberlector. Intento que otras veces sea más corto para equilibrar. Por otro lado, hay algo de intención en ello, porque me gustaría que el lector se plantease que vale la pena quedarse leyendo algo un poco más largo o que merece atención, aunque eso signifique renunciar al zapping. Si consiguiera que mis entradas produjeran ese efecto alguna vez que otra, me daría por premiado.

    lo de los españoles huidos, exiliados, prisioneros, etc., que salieron de España es tristísimo en todo lo que oigo, es un aspecto más de los que hacen tan odiosa la Guerra Civil. Me quedo con tu comentario.

    Sobre América, no he querido hacer ningún juicio porque creo que es irrelevante. Estoy de acuerdo contigo en general. Huyo del nacionalismo españolista, y del complejismo colonial. La Historia es la que es y los españoles hemos sido invadidos y colonizados veinte veces, a mí no se me ocurre decirles a los romanos que me pidan perdón, ni a los árabes, los vikingos, los alemanes... me alegro de tener una herencia tan rica y de haber podido aprender tanto de tantos, es l que deja la historia para los que tenemos la suerte de no haberla sufrido pero sí poder recoger sus frutos. Eso es lo que me gustaría poder celebrar de la hispanidad, los puntos comunes que nos han quedado con cientos de millones de humanos, a los que me gusta poder considerar como si fueran primos lejanos, ojalá ellos y nosotros pudiéramos vivirlo así.

    ResponderEliminar