viernes, 11 de noviembre de 2011

¿BERLUSCONI? BÚSQUENLO EN LA ESCALINATA DEL CAPITOLIO.



     “8 traditori”. Quince traidores. Tallien y sus traidores.

  Berlusconi saliendo del Parlamento, acorralado y contrariado por sus 8 traidores, me recuerda al relato de aquella jornada de 1943 en la que Mussolini salió humillado del Gran Consejo con el fascio entre las piernas dos días de Julio antes de ser detenido, y casi igualito a cuando un Robespierre revolcado intentó escapar de la Convención y luego del Ayuntamiento con la mandíbula hecha un yo-yó, también en un Julio bautizado Termidor, en 1794. El que a hierro mata. Roma no paga traidores pero les hace caso.

  ¿Dónde está ahora Berlusconi, después de su caída? Se me ocurren diversas posibilidades, pero una es la más hermosa: en la Escalinata de la colina del Capitolio. Les daré varias razones que apuntan todas en la misma dirección:

1.- En el Capitolio estaba la famosa LOBA CAPITOLINA, y ya se sabe que donde haya en Roma una loba seguramente estará cerca Berlusconi.

2.- El Capitolio era el CENTRO político y religioso de Roma, y ya se sabe que Berlusconi ha querido unificar política y mística, eso sí, sustituyendo los templos de Júpiter, Juno y Minerva por la Tele (también cabe, conociendole, que antes de ir a esos templos haya hecho escala en el de la Fortuna Viril, que está más abajo).

3.- El Capitolio hace derivar su nombre de “CABEZA”, “JEFE”, por ser el lugar de decisión de Roma, y ya se sabe que el divino Silvio ha querido ser la cabeza y el jefe de Italia y llevarnos de cabeza a los demás.

4.- En un extremo de la ascensión al Capitolio, lado Oeste, estaba la ROCA TARPEYA, que era aquélla en la que se despeñaba a los traidores o presos políticos. Seguramente Berlusconi estará allí haciendo sus preparativos para dar buena cuenta de los “8 traidores” que le han dado la espalda en el Parlamento, aunque yo de él me conformaría con que no le lanzaran a él mismo por la susodicha.

5.- En la colina Capitolina estaba el templo de JUNO MONETA (Juno Consejera). En ese templo se acuñaban los metales para servir de pago, que por ello fueron llamados “moneda” por asociación a la Diosa, entendiéndose que ella guiaba con su buen consejo la economía. Seguramente Berlusconi ha acudido al templo de Juno Moneta para que le aconseje qué hace con el EURO.

6.- Al Capitolio (Templo de Júpiter) quisieron algunos llevar para honrarlo el CADÁVER DE JULIO CESAR, aunque finalmente se precipitó su quema en el Foro, según cuenta Suetonio. Berlusconi no querrá ser inmolado con menos honor que César.

7.- En la Escalinata del Capitolio fue donde el historiador inglés GIBBON sintió en sus carnes la trascendencia de la CAIDA DEL IMPERIO ROMANO, que sería el equivalente a la caída de la Unión Europea. Lo describe así al inicio de su libro: “Fue en Roma, el 15 de Octubre de 1764, cuando me encontraba pensativo entre las ruinas del Capitolio, mientras los frailes descalzos entonaban las vísperas en el Templo de Júpiter, cuando me vino a la mente por primera vez la idea de escribir la decadencia y caída de esta ciudad”.

8.- En la cumbre del Capitolio quisieron PROTEGERSE las élites romanas (Berlusconi) del peligro de los GALOS (Sarkozy), cuando éstos los asediaron. Es famoso el episodio de los GANSOS SAGRADOS DEL CAPITOLIO, que graznaron al descubrir el asalto de los galos y con ello avisaron a la guarnición, que pudo rechazar el ataque. No sé si al Cavaliere le quedan ganas aún de esconderse de los galos, pero si lo hace será en el Capitolio por si los gansos.

9.- Hablando del Cavaliere, tenemos un Tommaso de CAVALIERI que en esa Colina Capitolina edificó un palacio entre 1564 y 1568 que sirvió tanto para DEPENDENCIAS ADMINISTRATIVAS como para sala de FIESTAS. No sé si aquél Cavalieri es antepasado de éste, pero la mezcla de administración y Bunga-Bunga parece que no sería un invento de Silvio sino de Tommaso.

10.- Y por último, y más grave: El RENACIMIENTO encontró un precioso escenario en el Capitolio. Miguel Angel se llevó allí la estatua en bronce de Marco Aurelio que estaba en Letrán y le fabricó un pedestal y de paso adecentó la plaza para lanzarla a una nueva época. ¿Estará tramando Berlusconi su “renacimiento” en el mismo lugar en el que lo quiso la Italia para sí misma? Este hombre es un PELIGRO, y además necesita la inmunidad política para sortear a la Justicia, así que mientras pueda intentará renacer. Es decir: ESTO NO HA ACABADO.

Bueno, como no tengo ninguna intención de encontrarme con Berlusconi en la Escalinata Capitolina, yo les invito a que si me buscan a mí en Roma lo hagan en otra Escalinata, la de la PLAZA DE ESPAÑA. No es que esté allí esperando a la Señora Stone de Tenessy Williams para que me saque de la crisis, no soy tan guapo como para poder cobrar por mi materia. Es que estaré mirando la casa donde JOHN KEATS murió. El poeta inglés se acurrucó para morirse en una habitación cuya ventana daba a la larguísima escalera de la Piazza di Spagna, quizá me viera alguna vez. El 23 de Febrero de 1821 la tuberculosis lo hizo.

Hace muchos años leí en su Poesía Completa de Rio Nuevo que fue enterrado en el “Cementerio de Disidentes”, de Roma, y ese nombre me fascinó. Hace poco supe que con “disidenti” no se refería a los heterodoxos emocionales sino a lo más prosaico de “acatólicos o protestantes”. No pasa nada, Keats sigue allí, con su epitafio que dice “Here lies the one whose name was writ in water” (“aquí yace aquél cuyo nombre fue escrito en el agua”) con Shelley cerquita, y con el sonido aún no borrado de los pasos de Oscar Wilde que allí anduvo y dijo que no había ningún ciprés que diera sombra a las tumbas. Me recordó a otro disidente, esta vez moral, Werther, en cuyo entierro y por suicida “No le acompañó ningún sacerdote”, y que por voluntad de Goethe fue a yacer donde “En el cementerio, en un rincón retirado, cerca del campo, se levantan dos tilos. Es allí donde querría descansar”; aunque como buen rebelde añade: “Ah, cómo me gustaría ser enterrado a un lado del camino o en el valle solitario, y que el sacerdote o el levita, al ver la losa señalada, pasaran de lado, persignándose, y el samaritano viniera a derramar una lágrima”.

Gibbon estuvo en unas escalinatas de Roma en 1764, y Keats en otras de la misma ciudad en 1821. Entre medias, Goethe, más práctico que ambos y que Werther, se limitó a asomarse a las calles romanas por la ventana de su cuarto de la Vía del Corso nº 18, donde estuvo en 1786, pero no me consta que subiera a ninguna escalera pues ya se ve que trae malas consecuencias. Hay un dibujito de Goethe visto de espaldas asomándose por aquella ventana, como Dalí retrató a su hermana. Hoy la casa es un Museo; yo estuve allí hace muchos años, cuando aún podía bajar a tierra. Lo estaban restaurando, era el tiempo de cambio de turno para comer, no había nadie entonces, subí la escalera de madera, pude haber entrado a aquellas habitaciones con olor a viejo por una puerta entornada, miré por la rendija... y no me atreví a entrar.


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