¿Acierta Rajoy mostrando calma, o aumenta la irritación general? ¿Es correcto que el futuro Presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy Brei, deje que toda España menos él hable de nuestros problemas y de sus soluciones?
Unos dicen que hay que dejarle tranquilo para mirar lo que hay, levantar alfombras y culebrillas y luego empezar. Otros dicen que eso está muy bien cuando uno construye maquetas de juguete o cuenta nubes, pero no cuando cada día de calma chicha nos agrava la deuda (yo me incluyo en este segundo grupo, conste). Lo que está claro es que, cuando uno está en medio de una catástrofe, no debe perder 1) la calma, pero tampoco 2) un segundo. Ya sé que eso es complicado, y como lo es, para eso se han inventado los simulacros. Un simulacro consiste en reproducir anticipadamente una situación, para aprender a manejarla cuando ocurra de forma inmediata pero sin caer en pánico, y evitar dudas innecesarias reservando nuestras neuronas y adrenalina exclusivamente para los imprevistos.
Los militares, aviadores, astronautas, pilotos de carreras… todos trabajan con simuladores antes de meterse en el ajo y hacen, como diría Ortega, “los experimentos con gaseosa”. ¿Ha hecho algo así el Señor Rajoy, aparte de para el debate con Rubalcaba? Yo pensaba que sí, pero empiezo a dudarlo, y lo que espero es que no esté “ahora” haciendo el estudio previo del preproyecto del antecontrol de auditoría para su borrador de medidas. De momento ha encargado algo a su escudera Soraya, pero no sé si lo que le ha pedido es una comisión o es un camisón. A mí me da igual, pero a la Bolsa no. Se supone que tiene un listado de cosas que hay que hacer “casi sin pensar”, y que los imprevistos pueden corregir un 5% de la orientación, pero que todo el resto está claro desde hace meses.
Esa es mi opinión, aunque me temo que la mayoría tiene ya su “prejuicio” hecho. Les contaré el caso de otro que se quedó pasmado en medio de una tormenta y lo verán claro: Sócrates en Potidea.
Aunque la mayoría imaginamos a Sócrates bastante gordito, de mármol y viejete, lo cierto es que –es de suponer que- fue joven. Sócrates fue soldado y fue a las guerras de Atenas, como tantos otros de su polis. Participó en la Batalla de Potidea, que tuvo lugar en la Guerra del Peloponeso (año 432 a.C.) Potidea es una ciudad situada en un istmo muy estratégico que se había alidado con Corinto, desafiando a Atenas. Se dice que en la batalla que allí se dio Sócrates salvó la vida a Alcibíades.
Pero además ocurrió algo muy llamativo, tanto que fue comentado por dos de los pensadores más egregios que nos han llegado de aquellas tierras, Platón y Aristóteles. Lo que ocurrió es que, en cierto momento de la lucha, Sócrates se quedó como pasmado, totalmente quieto; los demás caían heridos o muertos a su lado, le agredían o le protegían, pero él estaba como en otro sitio, de forma inexplicable para los demás.
La situación, como digo, duró lo bastante como para que se le echara en cara por algunos por su irresponsabilidad; para otros fue interpretado como un signo de calma sublime ante el peligro y dominio de sí mismo. Platón habló de este asunto en el Diálogo ”El Banquete”, en sentido admirativo hacia Sócrates (cómo no), considerando su tranquilidad en plena refriega como algo heroico, olímpico. Aristóteles, del que se dice que era médico, consideró sin embargo en su estudio “El hombre de genio y la melancolía” que la calma hierática de Sócrates en la batalla se debía a una verdadera afección psicológica o psiquiátrica, y que algunos hoy consideran semejante a la catalepsia. Vamos, que le dio un jamacuco y se salvó de milagro. El mosqueo del resto venía de que, si un soldado griego se quedaba pasmado, no sólo se ponía en peligro él sino a todo el resto (pues el tipo de formación del hoplita precisaba su perfecta armonía de movimientos con los demás), y en ello coincidiría con la situación actual: nuestra salvación depende de que Rajoy esté en lo que tiene que estar.
Al final de la batalla ganó el bando de Sócrates, como ahora ha ganado el PP, pero lo de Sócrates Rajoy no acabó nunca de aclararse. Comprenderán que, si ni siquiera dos sabios como Platón y Aristóteles se ponen de acuerdo para enjuiciar la parálisis ante el peligro, difícilmente lo podremos resolver nosotros. Yo, como siempre me conformo con poco: me bastaría con que estemos de acuerdo en que estamos en peligro.
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