“Del rosa al amarillo” es el título de una película española de 1963, dirigida por Manuel Summers. En su día resultó algo novedosa, como casi todo lo demás que se hacía entonces. Quizá llamó la atención porque planteaba los amoríos románticos de unos niños (el rosa) y de unos ancianos (el amarillo).
La película en sí era una alegoría de la vida, con sus tránsitos y sus contrastes, lo mismo que el blanco y negro en que está rodada. La sensación que transmite es la de un mundo bastante humano, en el que los sentimientos cumplían su papel organizativo de nuestros ritmos, y donde las personas tenían un espacio asignado para su desarrollo, más o menos feliz, pero al fin y al cabo encajable. Dicho de otra manera, la gente se levantaba cada mañana sabiendo contra qué debía luchar.
Hoy vivimos unos tiempos raros. Parece que en los últimos cuatro años las cosas han cambiado mucho más que en los cuarenta y cinco años anteriores (los habidos entre 1963 y el 2008). No es realmente así, si nos paramos a pensar detenidamente, pero es lógico que tengamos esa sensación porque lo que está desapareciendo a marchas forzadas es la condición de “previsible”, de “ritmo” y de “dirección” que tenía nuestra vida en las últimas décadas.
Antaño se usó el símbolo del “rosa al amarillo” para hablar de algo tan humano como la necesidad de amar tanto en la adolescencia como en la vejez. Hoy me permito usar el símbolo a la inversa y decir que estamos pasando “del amarillo al rosa”, tomando para ilustrarlo el color de la prensa que más nos afecta: la económica. Estamos dejando de leer la prensa amarilla (esa de cariz político-social-tribal, repleta de artículos incendiarios, simplistas, emocionales, románticos al fin y al cabo), y estamos acostumbrándonos a buscar en los bares las hojas salmón de los periódicos. Quién nos iba a decir hace cuatro años que tendríamos ganas de saber a cuánto se vende nuestra deuda, o lo que dice la presidenta de Alemania, o lo que aprueba Portugal para sus funcionarios... Nos hemos convertido en más Papalagi que nunca, Por Necesidad Financiera (las mayúsculas vienen del chiste que hacían en la Italia fascista cuando las siglas PNF del Partido Nacional Fascista fueron parodiadas por sus afiliados en un “Por Necesidad Familiar”).
Qué pena de país que ya no se preocupa del rosa de sus jóvenes y abuelos y vive obsesionada por el rosa de sus mercados. La culpa no es de la gente, pero yo hoy no pretendo explicar nada, que para eso ya está Amando de Miguel; yo sólo quiero ahora entonar un pequeño canto de entierro por tantas cosas que tardarán en volver si es que vuelven, y por una parte de nuestra alma a la que vamos a tener que renunciar en los nuevos tiempos. Hay, eso sí, un remedio: empezar a plantar rosales en nuestros corazones; en muy poco tiempo podrían dar flores preciosas y podríamos regalarlas a miles a nuestros vecinos, familiares, amigos, a los desconocidos... entonces nos daría igual el color de la prensa económica, quizá sea nuestra oportunidad de oro en esta edad de hierro.
Corsario que te me estás... (no, no lo digo, no lo voy a decir, que me echas del barco y soy pasto de los tiburones). ¿Qué es eso de "plantar rosales en nuestros corazones", Corsario aguerrido de los mares del sur? Venimos aquí a leer esperando encontrar batallas, que hayas apresado a Don Alfredo y Don Mariano y les hayas obligado a firmar una declaración sobre el honor en la que jurarán ser justos y honrados con los destinos de la nación. Pero vemos que nuestro Corsario se perdió el otro día en los besos de la sin par Greta Garbo y ahora solo ve rosas, rosa, rosales, salmones y otros lujos... Ya te dije que no subieras mujeres al barco. :-P
ResponderEliminarCicero
Muy bueno, Cicero!
ResponderEliminarPiensa que quizá la mejor forma de derrotar a Don Alfredo y a Don Mariano es ponerlos muy por detrás en interés que los besos de Greta Garbo... la verdad es que tengo varias cosas para poner sobre esto, pero la realidad me supera y me parece tan pobre mucho de lo que veo... que me da miedo contagiarme. Pero esto aún no ha acabado ;)